19 de mayo 2011. Lars Von Trier se sentaba frente a la prensa para contestar sus preguntas sobre Melancolía, el filme que acababa de presentar en la Sección Oficial del Festival del Cannes. Sin saber bien cómo, el director empezó a meterse en un jardín hasta declarar lo siguiente:
"Yo entiendo a Hitler aunque hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo, pero simpatizo un poco con él. Durante mucho tiempo pensé que yo era judío y estaba contento. Luego comprendí que no lo era. Quería ser judío, pero en realidad me di cuenta de que era un nazi porque mi familia era alemana, lo cual también me agradaba".
En el fondo era una más de las provocaciones del danés, siempre dispuesto a meter la pata, pero esta no sentó bien. La gente se escandalizó, le acusaron de antisemita y el festival sólo tuvo una forma de apagar el fuego: declararle persona non grata. A Von Trier, maestro de la boutade, no le importó lo más mínimo, y a partir de entonces comenzó a lucir una camiseta con el logo de Cannes y su nuevo título.
Pero a Thierry Fremaux nadie le quita un buen titular, y siete años después ha llegado el perdón del hijo pródigo. Cannes ha permitido que Von Trier vuelva a la Croisette, aunque lo ha hecho -dicen que por decisión propia- fuera de concurso y sin atender a los medios en rueda de prensa. Su apología del nazismo ya está redimida, y cuando ayer pisó la Alfombra Roja hasta parecía otro. Él mismo ha asegurado que ha dejado el alcohol -a lo que añadió que se acabaron las películas buenas- y su look de enfant terrible ha dado paso a otro más templado.
Yo entiendo a Hitler aunque hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre
Las apariencias engañan, y la versión más salvaje del realizador estaba por llegar. Con The house that Jack built ha construido su filme más provocador, sangriento y perturbador. Un derroche que junta sus virtudes en la puesta en escena con una vacuidad y un exceso que hace que hasta los más sensibles se pregunten hasta dónde será capaz de llegar. Con el cambio de política de Cannes, los que acudieron a la gala de presentación fueron los primeros en recibir el nuevo balazo de Von Trier, y lo hicieron sin que los periodistas pudieran advertirles. El resultado: más de 100 deserciones, gritos y gente escandalizada amontonada en las escaleras de la sala Lumiére. "Vomitiva", "vergonzosa" o "una peli que nunca se tuvo que hacer" fueron algunos de los piropos que le dedicaron al autor de Dogville.
El motivo es la violencia extrema y explícita de un filme que trata sobre un asesino en serie que concibe sus matanzas como arte, y que acabará convertido en un Dante en su camino a infierno. La película comienza con un asesinato con un gato hidráulico (la víctima es una Uma Thurman que repite con el director), y se va complicando en cada uno de sus cinco actos. La polémica llega con el tercero, donde el danés saca toda su artillería y muestra el asesinato de dos niños sin elipsis salvadora para el espectador. Todo se ve en primer plano, y no son muertes nada inocentes, ya que hasta se permitirá jugar con uno de los cadáveres.
También hay pechos amputados, ahogos, apuñalamientos y otras decenas de salvajadas con las que ha dinamitado el festival durante una jornada. Eso ha impedido que se hable de que la película esconde el vacío en su interior, y que su reflexión sobre el arte, el ego, la creación y los demonios interiores no es digna del creador de Rompiendo las olas (con la que ganó la Palma de Oro). También ha ocultado el que se mencione la misoginia de un filme que saca pecho de ello. La voz de la conciencia de Jack (Bruno Ganz), le pregunta que por qué coge a mujeres tontas, que si se cree superior a ellas, a lo que el protagonista (con el rostro de Matt Dillon), no responde, aunque poco antes le hemos escuchado decir que el hombre actual lo tiene muy complicado porque siempre es el culpable y la mujer la víctima. Lo peor han sido las risas de la prensa cipotuda al escuchar semejantes argumentos en pleno 2018.
Que nadie se lleve a engaño. Von Trier es plenamente consciente de lo que ha hecho, de su provocación y de sus ganas de que se hable de su regreso, tanto que hasta se permite meter una mención a Hitler e incluir un plano de ese dictador al que decía comprender. El lobo ha vuelto a Cannes, y lo ha reventado. Su plan ha salido a la perfección.