George Lucas cambió la forma de ver el cine. Lo hizo en 1977, cuando una película de la que se reían hasta sus actores, Star Wars, revolucionó Hollywood y toda la maquinaria de la industria, pero también con sus trabajos previos, ahora considerados de culto.
El director se convirtió en una influencia indudable para muchos directores posteriores, entre ellos James Cameron, que también sacudiría los cimientos del cine con Terminator, su secuela y posteriormente Titanic y Avatar. La ciencia ficción, el género que mejor conocen estos dos maestros, es una de las mejores formas de hablar del presente, de nuestras taras como sociedad, y Cameron lo sabe y por eso es el maestro de ceremonias del documental ‘AMC Visionaries – James Cameron: La historia de la ciencia ficción’, que se estrenará en AMC el 3 de septiembre, y en el que el director entrevista a maestros como el propio Lucas o Guillermo del Toro. Un trabajo que también se recogerá en el libro Historia de la Ciencia Ficción de ediciones Minotauro y del que EL ESPAÑOL te ofrece en exclusiva la entrevista que James Cameron le hizo a George Lucas.
JAMES CAMERON: Diría que revolucionaste tú solo la importancia de la ciencia ficción en la cultura popular con Star Wars en 1977. Habían pasado tres décadas de productos deprimentes, distópicos, apocalípticos… y la ciencia ficción hacía cada vez menos dinero. Y tu llegaste con tu visión, tu esperanza y empoderamiento y… BOOM.
GEORGE LUCAS: Vengo de la antropología, es lo que estudiaba en la universidad: Antropolgía en los sistemas sociales, y es en lo que estoy interesado En la ciencia ficción hay dos ramas, uno es la ciencia y lo otro es lo social. Soy más el tipo de persona de 1984 que el de la nave espacial. Me gustan las naces espaciales, pero eso no es ciencia. Es el ‘¿cómo reacciona la gente a estas cosas?’ Esa es la parte que realmente me fascina. Ya he dicho que Star Wars es una space ópera, no es ciencia ficción. Es una de esas telenovelas, pero en el espacio.
J.C: Sí, pero es más que eso y lo sabes. Es un neo-mito. Llena el hueco que el mito ha jugado en la sociedad.
G.L: La mitología es la piedra angular de una sociedad. Para tener una sociedad empiezas con una familia. El padre es el jefe, y todo el mundo obedece sus reglas. Y luego se va haciendo más grande, se empieza a agregar a los tíos, las tías, los cuñados… entonces tienes dos o tres familias juntas, que forman una tribu. Y una vez que tienes una tribu, tienes un problema, porque tienes que encontrar un mecanisno social para controlarlos. De lo contrario se matarán entre sí.
J.C.: Tomaste esas ideas sobre estructura social y las fuiste lanzándola sobre un amplio lienzo.
G.L: Al mismo tiempo, en la sociedad, tienes que tener una razón para no matar. Creemos en los dioses, creemos en los mismos héroes, en el mismo sistema político... una vez tienes esas cosas, puedes poner a un montón de personas juntas y formar ciudades y civilizaciones. Eso es lo que me guió: por qué creemos en las cosas que creemos, por qué creemos en las ideas culturales que tenemos. Se vuelve mas complejo según envejecemos. Creía que habíamos alcanzado un punto de estabilidad después de la segunda guerra mundial, que es la época en la que crecí.
En los 60, al final, llegamos a la conclusión de que el gobierno no era lo que decía ser. Es como El mago de Oz, se abrió la cortina y dijimos: oh dios, es terrible, me van a mandar a Vietnam y voy a morir
J.C: Y durante los 60.
G.L: Los 50 y los 60… bueno en los 60, al final, llegamos a la conclusión de que el gobierno no era lo que decía ser. Es como El mago de Oz, se abrió la cortina miramos y dijimos: oh dios, es terrible, y me van a mandar a Vietnam y voy a morir. No voy a hacer eso. Así que cambio el pacto que teníamos con nuestro gobierno y con nosotros y con nuestra sociedad y lo que pensábamos que era. Pero todavía pensábamos que teníamos la razón, que estábamos salvando al mundo del comunismo. Que eran terribles, y Stalin al menos lo era. Así que era fácil ver los buenos y los malos. El último resquicio que quedaba de nuestra mitología era el western. El western tenía una mitología real: no se dispara a la gente por la espalda, las mujeres siempre van primero...
J.C: Era un código de honor.
G.L: Eso es. Luego el género se volvió muy físico, y el western perdió el favor del público. Eso fue lo que me llevó a hacer Star Wars. Pero antes de eso yo era un joven enfadado que gritaba: ‘esto es terrible, vivimos en el futuro, todo lo que decís del futuro es malo, 1984 es real, es el presente, y voy a hacer una película ya mismo’.
JC: Que fue THX 1138.
GL: Que fue esa, que parecía que era el futuro pero no lo era.
J.C: No eres un hijo de los 60, pero tu madurez como artista viene a finales de los 60, así que parece que THX 1138 sí que fue una respuesta directa a esas ideas de opresión y de auge de la tecnología como forma de opresión.
G.L: Bueno, sí, pero estaba basado en un concepto... Muchas cosas de aquellas películas están basadas en conceptos sociales, pero el principal tema de la película, que está también en American Graffiti, y en Star Wars, es algo que aprendí cuando estaba en el instituto. No me iba muy bien en el instituto. Estaba en un accidente de coche y reconsideré mi vida, cómo me estaba manejando a mí mismo, cómo iba a manejar mi vida a partir de entonces. Así que fui a la universidad. No pensé que eso pudiera ocurrir, pero lo que pasa es que empiezas a ir en una dirección en concreto y se te presentan oportunidades. Y tú solo sigues tirando hacia adelante, y si lo haces, te das cuanta de que las únicas limitaciones que tienes están en tu mente, eso es THX, estar en un limbo blanco del que puedes salir cuando quieras, pero lo que pasa es que no lo haces porque tienes miedo.
J.C: Así que la metáfora es que somos prisioneros de nuestras propias mentes
G.L: Eso es. Estas en una prisión que es tu propia mente, y que te dice que si algo no lo puedes imaginar, es que no lo puedes hacer. Así que usa tu imaginación. Piensa fuera de la norma. Es lo mismo que pasa en American Graffiti: “Sólo voy a ir al colegio aquí, no voy a ir a esas grandes escuelas”, pero si dices: ‘puedo, lo voy a hacer’, entonces puedes tener éxito. O la gente que dice: ‘Oh, no puedo hacer películas, no voy a estrenar en salas. Voy a hacer arte, y cosas con tono de poema, cosas tipo Stan Brakhage”. Yo aproveché cuaquier oportunidad que se me presentó, no era tan estrecho de mente como eran los chicos de la escuela.
J.C: Destacaste pronto en la escuela de cine.
G.L: Sí, tuve mucha suerte. Cuando estuve allí todo el mundo era muy liberal. Quiero decir que había gente que quería hacer películas de arte y ensayo como Godard, pero eran muy abiertos de mente. En algunas escuelas, no voy a decir sus nombres, tienes que ser artístico. Mi sentimiento cuando estaba en la escuela de cine es que haría cualquier cosa, si me daban anuncios, los haría, me encanta el medio. Me encanta jugar con él.
En algunas escuelas, no voy a decir sus nombres, tienes que ser artístico. Mi sentimiento cuando estaba en la escuela de cine es que haría cualquier cosa, si me daban anuncios, los haría
J.C.: Pero había ese espíritu rebelde, un espíritu antiautoritario. Para mí, THX 1138 era una manifestación del tipo de espíritu de la contracultura,. La vi en 1971 y creo que en los últimos años de instituto.
G.L: Los poco que vieron entonces fue porque estaban teniendo alucinaciones.
J.C: No en serio, estaba sobrio, no tomé drogas hasta más tarde.
G.L.: THX se sintió como los comienzos del síndrome de 2001, cuando la gente decía, tío ese filme es maravilloso si estás drogado.