Venecia

En Kiki, el amor se hace, -la comedia dirigida por Paco Léon- el personaje de Belén Cuesta, andaluza afincada en la capital, hace una reflexión al aire cuando intenta explicar sus gustos sexuales, criticados por la gente ‘normal’. “Madrid parece muy moderna, pero no es moderna... “, decía evidenciando una máxima real, y es que es muy fácil presumir de liberado y progresista, pero a la hora de verdad, mucha gente lo hace por el simple postureo, por hacerse la foto. En el ámbito de lo íntimo esto se hace más patente al tratar un tema que todavía mucha gente considera hasta tabú.

Ocurre con muchas personas, que apuestan por una relación abierta sólo para darse cuenta de que están chapados a la antigua o que su forma de pensar no soporta compartir lo que consideran suyo. Este choque de pensamientos centra la premisa de Nuestro tiempo, el filme del mexicano Carlos Reygadas que se ha presentado en la Sección Oficial de la Mostra de Venecia, donde se ha convertido en uno de los favoritos al León de Oro.

Reygadas se pone también delante de la cámara para dar vida al protagonista, igual que su pareja y sus hijos hacen esos papeles, aunque con otros nombres. No es un ejercicio de metaficción, son personajes que no tienen nada que ver con al realidad. Aquí radica otra de las complejidades de su relato, que no habla de poliamor en una pareja joven sin ataduras, sino que la plantea en el seno de una institución tan antigua y asentada como una familia que incluso ha tenido varios hijos y en la que todo iba a la perfección.

Fotograma de Nuestro tiempo.

El director sitúa la acción en un paisaje casi onírico, una granja de toros mexicana donde el tiempo parece tener otro ritmo, y donde su esposa le es infiel en un viaje de negocios. Cuando se enteran optan por aceptarlo y no negar sus instintos siempre que lleguen. La única condición que ponen es contárselo o ser sinceros siempre que se pregunten. Lo que en la teoría era perfecto, un cambio de normas aceptado, sólo hace que todo estalle por los aires. La pareja (de clase media alta) comienza su nueva rutina que ella lleva con naturalidad, pero sólo hace que crezcan en él los celos.

Para el protagonista su mujer es una posesión, y aunque se esfuerce en lo contrario, no soporta que su mujer esté con otra persona. Esa relación abierta le coloca un espejo que le hace ver la peor versión de él. La más machista y posesiva, que le hacen espiarla y controlar sus movimientos para recriminarla que no está siendo sincera.

Reygadas realiza un trabajo con una puesta en escena fascinante y una fotografía bellisima, pero su ego le hace ponerse como actor cuando su trabajo no es el de un profesional, así como alargar la duración de cada escena hasta lo extenuante, lo que lleva la duración del filme hasta las tres horas. El director ha justificado esta decisión hablando sobre la importancia del tiempo en el cine, y estableciendo un juego de palabras con el título de su filme, ha asegurado que “todo es una cuestión de tiempo” y que “es una pena que esto no se entienda mucho, ya que lo que vemos en el cine es que siempre se informa al público del tiempo específico para que la historia avance”.

Fotograma de Nuestro tiempo.

Ha defendido su cine asegurando que “contar historias no es su meta principal”, y sin tapujos se ha dado el aprobado como intérprete, algo que le ha ayudado a “comprender el trabajo de los actores desde otro punto de vista” y a “incidir en el tiempo de la escena desde el cuadro, en el ritmo, en la intensidad de las respuestas o en la velocidad de lso desplazamientos”.

Carlos Reygadas también fue preguntado por la poca presencia de mujeres en el Festival y el movimiento Me Too, y sus respuestas fueron medias tintas que no convencieron a los presentes. Lejos está de la beligerancia de Jacques Audiard, que pidió medidas urgentes y hasta escribió una carta a sus compañeros de Sección Oficial. Para el mexicano ahora “hay miedo en todas partes porque es el signo de nuestro tiempo… Lo mejor ahora es la tibieza, el punto intermedio, no meterse en problemas, aunque tenemos muchos problemas, entre ellos la baja representación de las mujeres en casi todas las situaciones de poder”.

“Pero hay muchos otros, y algunos importan menos y que pueden ir más allá de las modas. Por ejemplo, de 21 películas 18 son del primer mundo. Todas menos la japonesa son del mundo cristiano y no hay ninguna de África o de la parte pobre de Asia. Hay muchas cosas injustas en el mundo”, zanjó el mexicano, que se ha unido a la lista de favoritos al premio final junto a su compañero Alfonso Cuarón, que sigue liderando todas las quinielas.

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