El cine español va perdiendo el miedo. Miedo a hablar de lo incómodo, de lo que molesta, de poner contra las cuerdas a los poderosos. Miedo incluso a hablar de la corrupción político, a pesar de que el tema esté hasta en la sopa. Por eso sorprende aún más que de repente llegue una película producida por uno de los dos grandes grupos de comunicación (Atresmedia) y se atreva a poner el dedo en la llaga del saqueo institucional que hemos sufrido desde hace décadas.
Lo ha hecho Rodrigo Sorogoyen, que tras triunfar con Que dios nos perdone sigue en el terreno del thriller para hablar de nuestras cloacas. El reino es una radiografía de la corrupción, con sus políticos en yates, comiendo langosta y viviendo de espaldas a la gente a la que dicen defender. No hay principios en ellos, sólo ganas de más. Ya no son capaces de pensar en las consecuencias morales de sus actos.
Sorogoyen y su guionista Isabel Peña se han reservado el derecho a no dar nombres a los partidos, pero todos sabemos que en el personaje que borda Antonio de la Torre -un político al que quieren hacer pagar por la corrupción generalizada de un partido- está Bárcenas, la Gurtel y todos los casos que han asolado el PP. Juran y perjuran que la decisión de no dar nombres estaba en el guion, pero son listos y también reconocen que eso ayudaría a conseguir la financiación del filme.
Por El reino, con su ritmo trepidante y la dirección contundente de Sorogoyen, pasan El Bigotes, Bárcenas y toda la tropa con nombres y rasgos de otros. Para ello han hecho un proceso de investigación en el que han contado con la ayuda de inesperada de varios políticos. Quedarse a leer los agradecimientos de la película es encontrarse con una lista en la que hay desde periodistas (Ana Pastor y Ferreras), hasta políticos reales (Eduardo Madina, Pérez Rubalcaba y Cristina Cifuentes).
Sorogoyen y Peña reconocen que todos han colaborado en el filme, y por ello querían decirlo en los créditos. Además, “ellos no son corruptos...”, dicen entre risas. “Nos gusta que estén ahí reconocidos porque estamos agradecidos. Nos han abierto… su corazón no sé, pero sí su tiempo. Nos han dado una hora o dos horas para contarnos lo que pensaban del guion y si podían ayudar ayudaban”, confiesa Sorogoyen.
Cifuentes me dijo que era una película muy acertada de tono, con un guion realista, pero que había demasiada corrupción, que todos parecían corruptos, y que en política no todos lo son
A todos intentaban tirarles de la lengua. Y como explica Bárbara Lennie, que interpreta a una periodista para la que le asesoró Ana Pastor, lo que unos veían como normal los otros no, y en lo que unos señalaban como irreal, otros decían que fue así. La expresidenta de la Comunidad de Marid leyó el guion y dio su OK antes del escándalo de su máster, y a Sorogoyen le pareció curiosa su reacción: “Fue curioso, me dijo que era una película muy acertada de tono, con un guion realista, pero que había demasiada corrupción, que todos parecían corruptos, y que en política no todos lo son. Pero le gustó mucho y estuvo encanta de ayudarnos”. El mítico lema de las manzanas podridas.
Ni siquiera les costó mucho convencerles (a los que salen en los agradecimientos), pero “eso tiene mucho que ver con Antonio de la Torre, que nos ha ayudado con el trabajo de investigación”. “El poder protege al poder, y yo creo que Cifuentes estaba encantada de verse con Antonio de la Torre, y a él también le gustó”, zanja Sorogoyen.
Para Bárbara Lennie el que los políticos hayan participado en el filme tiene que ver con el poder del cine, “crea cierto fetichismo, porque la gente aunque no salga bien parado quier ser contada, y eso es reconciliador con el hecho de contar historias, porque significan que importan”. A pesar de ello se lamenta de las pocas películas y series que han hablado de la corrupción. Haciendo memoria sólo recuerda Crematorio, y eso que a ella le parece “un tema fascinante, no sé si tiene que ver con quién financia las películas o con que se piensa que el espectador no va a querer escuchar, pero me da pena”.
Ella también recibió el visto bueno de una persona conocida, pero no de un político, sino de Ana Pastor, en quien se basa su personaje. “Bueno, me ayudó porque fue muy generosa, y comimos un día con Rodrigo. Me ayudó mucho verla fuera de plató, porque nunca la había visto fuera de su entorno, y verla aparecer con sus vaqueros, su mochila y venía de cubrir una cosa y ya se iba para la otra. Quería ver cómo hablaba, y me vino muy bien, aunque luego como mujer inteligente le daba mucho pudor, se sentía en un examen, y en absoluto, yo sólo quería verla, sentirla y escucharla”. No le importa que todo el mundo vaya a pensar en Pastor, es consciente de que ocurrirá y le parece bien.
Ayuda de lujo para una de las primeras películas que miran de frente a la corrupción en nuestro país, y que abre una veda que director y guionista quieren seguir explotando en el futuro. Nuestro pasado reciente da para mucho.