Ser una estrella infantil en Hollywood puede ser una bendición, si se gestiona bien, o la peor de las maldiciones. Hay gente que parece tocada por una varita mágica de talento y que desde que despuntan no paran de encadenar proyecto tras proyecto. Ahí está Dakota Fanning, que enamoró a todo el mundo desde que no levantaba medio palmo del suelo en Yo soy Sam y sigue siendo una de las actrices más interesantes de su generación. Igual que su hermana Elle, o Chloë Grace Moretz, que siendo una niña destacó en Kick Ass y ahora está en lo último de Guadagnino, el remake de Suspiria.
Por desgracia hay muchos más ejemplos en el otro lado de la balanza, en el de los juguetes rotos que se pusieron de moda o protagonizaron un taquillazo siendo unos críos y la industria los tiró a un lado. Muchos colocan en este grupo a protagonista de E.T., Henry Thomas, que daba vida al entrañable Elliot en la obra maestra de Steven Spielberg.
Si se pregunta a la gente la mayoría por Drew Barrymore, que hacía de su hermana, todo el mundo acertará a decir unas cuantas películas más en las que ha salido, pero con Thomas parece difícil, por lo que todos le ponen la etiqueta de juguete roto de Hollywood. Su caso es más complejo, ya que aunque no ha dejado de trabajar en la industria, nunca nadie pudo borrar el nombre de Elliot de su carrera.
La fama le llegó en 1982, y al principio la aprovechó a lo grande, ya que entre el éxito de E.T., el extraterrestre y 1989 protagoniza hasta cinco películas. Puede que fuera su participación en Valmont ese año la que diera al traste con su prometedora trayectoria. La película de Milos Forman parece maldita, un proyecto prometedor que de repente se encuentra con que Stephen Frears estrenara una adaptación de la misma novela el mismo año con más éxito de crítica y público, dejando la de Forman en el cajón de los recuerdos. Thomas acabaría de enterrar su carrera (al menos en lo que a proyectos de primera se refiere) un año después, con la televisiva Psicosis 4.
A partir de ahí tuvo varias oportunidades de remontar como estrella. Primero en Leyendas de pasión, el taquillazo de Edward Zwyck que convirtió a Brad Pitt en una estrella en 1994, y luego ocho años después en Gangs of New York. Ninguna fue suficiente y el para siempre Elliot seguiría actuando en multitud de proyectos, aunque ninguno que supusiera su regreso por todo lo alto. Lo intentó también en la música, con su banda de rock The blue heelers, con la que canta y toca desde los años 90, y en la que se fijó Mika Kaurismaki en su película Honey Baby de 2004. Si Scorsese no puedo resucitar a Henry Thomas, el hermano malo de los Kaurismaki tampoco hizo mucho.
La televisión le sirvió como sustento. Salió en episodios sueltos de todas las series de moda, desde CSI (edición Nueva York) hasta Ley y Orden, pasando por El mentalista. Pero ha tenido que llegar Netflix para que todo el mundo se acuerde de nuevo de aquel niño que entablaba amistad con un extraterrestre. El niño tiene ya 47 años y es uno de los protagonistas del sleeper de la temporada. La maldición de Hill House se ha convertido en el fenómeno del momento, y al principio nadie se dio cuenta, pero aquel padre traumatizado al que luego da vida Timothy Hutton era Elliot bastante crecidito.
La plataforma supo explotar además la circunstancia, y cuando la serie comenzó a ganar popularidad lanzó un tuit contando que Henry Thomas salía en la serie. Pero este regreso no hay que agradecérselo a Netflix, sino a Mike Flanagan, el showrunner de la ficción, que ya contó con él en Ouija, el origen del mal, y en su película para la compañía, El juego de Gerald. Quién sabe, puede que el regreso de Elliot haya llegado algo tarde, pero por fin haya llegado.