Stan Lee parecía inmortal. La energía que irradiaba parecía su superpoder. Los lectores y espectadores de las adaptaciones de sus cómics habían asumido de alguna forma que él también era un superhéroe, como todos aquellos que creó. Era imposible que un señor de 95 años siguiera con aquella vitalidad, saliendo en todas las películas de Marvel y hasta cantando las cuarenta por redes sociales a quien le tocara las narices.
Ahora que Lee ha fallecido toca echar la vista atrás, a aquellos años en los que todavía pensaba que podía crear la gran novela americana y firmaba con su nombre completo, antes de la llegada de su primer cómic. Aquel momento cambió la historia de la cultura popular para siempre, y también de la vida del 90% de cualquier joven, pero sobre todo del cómic y del cine.
El mundo de la historieta no sería el que es si en 1981 Stan Lee junto a Jack Kirby no hubieran creado a Los 4 fantásticos. Fue su primera creación. Estaban al borde del desahucio, y la mujer de Lee le alentó para escribir algo que le saliera de dentro. El resultado fue uno de los cómics más recordados de la historia y el comienzo de la mayor franquicia del entretenimiento que ha dado EEUU en décadas.
Lee y Kirby empezarían su relación así, y seguiría en otras muchas obras cumbre. Como todas las relaciones intensas, la suya acabaría en insultos. Kirby creía que Lee había monopolizado Marvel, la había convertido en su particular anuncio publicitario y se atribuía los méritos cuando el peso real de las historias estaba en sus trabajadores a los que casi no daba crédito.
Pero otro de los superpoderes de Lee era caer en gracia a todo el mundo. ¿Quién iba a pensar mal de aquel señor entrañable que se hacía fotos con todo el mundo y salía en todas las películas de la casa? Aunque todo el mundo sospechara que lo que decía Kirby era verdad, la aportación del escritor a la historia reciente era tan grande que la gente decidió mirar para otro lado y seguir hacia adelante. Así lo expresaba el divulgador y crítico de cómics Álvaro Pons ayer en Twitter: “aunque su gestión económica fuera un desastre, aunque como llevó la relación con Kirby y Ditko fuera deleznable, supo esquivar todos los problemas, no tenía problemas en asumir los errores para devolverlos como victorias”.
Reafirmaba lo que muchos pensaban, que Lee creó al súperhéroe moderno, con el que todos nos identificaríamos, porque les creó vulnerables. Daba igual que supiéramos que siempre vencían, que tenían poderes sobrenaturales, nos identificábamos con sus problemas mundanos. Peter Parker podías ser tú en el colegio, y eso hizo que calara. “Es indudable que su visión empresarial fue única: su concepción del superhéroe más realista fue un acierto (con todo lo absurdo que es un superhéroe realista, pero lo hizo verosímil). Pero, sobre todo, creó la primera red social de la historia: el Universo Marvel”, añadía Alvaro Pons en la red social asegurando que, antes de que la palabra se pusiera de moda, Stan Lee también sentó las bases “de lo que hoy conocemos como transmedia”.
Una vez olvidados sus pecados, sólo queda rendirse a sus logros, y ellos cambiaron todo lo que conocemos. Primero en el cómic, donde en 1962 creó al superhéroe más carismático de todos, Peter Parker, que muchos consideraban que no era más que el propio Lee con unas mallas, como contó el productor Avi Arad en una entrevista a El Mundo. “La razón por la que Spider-Man es tan conmovedor, popular y cercano es porque Peter Parker es una autobiografía de Stan Lee durante su juventud”, aseguraba.
El creador era la estrella. Si sus creaciones (entre las que están Thor, Iron-Man, Hulk y Doctor Extraño) no podían firmar autógrafos y ser cercanos con sus fans, él asumiría esa responsabilidad y se convertiría en una leyenda viva. Primero de los cómics, pero luego fue el mundo del cine el que le colocó en un pedestal de oro.
Porque el cine comercial de las dos últimas décadas le debe mucho a Stan Lee. Primero por la trilogía del hombre araña creada por Sam Raimi, que revolucionaron los blockbusters en 2002, cuando la primera adaptación llegaba a los cines. Demostraba que en las historietas de Marvel creadas por él había la mejor materia prima posible. Los X-Men fueron los siguientes, pero la guinda del pastel sería el universo cinematográfico Marvel nacido con Iron-Man en 2008 y que alcanzó su cima el año pasado con la tercera entrega de Los Vengadores.
El cine se rendía a Lee y a sus héroes humanos. Año tras año, la película más taquillera era una de superhéroes que había nacido de su imaginación. Alguna vez incluso más, como en 2018 cuando a Los Vengadores se sumó el pelotazo de Pantera Negra. Sí, también creó al primer héroe negro de la casa Marvel.
Y como él tenía que ser la estrella, Lee se convirtió en parte del mecanismo de las películas gracias a sus conocidos cameos. En todas las adaptaciones de cómics aparecía él. No era algo casual, sino que se convirtió en un guiño para los fans, que buscaban como locos donde iba a aparecer el padre de aquella criatura. Aquel chaval de instituto que se convirtió en araña cambió la cultura popular para siempre, y convirtió los cómics y el cine de superhéroes en una máquina comercial que movería millones, pero también que influiría en millones de personas y creadores después. Stan Lee cambió, de alguna forma, la vida de todos.