Suena el teléfono. El oficial de policía coge la llamada. Una más entre la multitud de las que llegan en el turno nocturno, el más aburrido de todos. Borrachos, gamberros, peleas, caídas y algún incidente menor son la tónica dominante. Pero esa llamada no es igual que todas. Una mujer angustiada que no atina a juntar las palabras sobresalta al trabajador.
Así comienza The guilty, el thriller revelación del año desde que pasó por Sundance hace casi un año. Todavía sigue recogiendo premios. En la pasada Seminci de Valladolid ganó el de Mejor guion, y en los premios del cine europeo opta a tres galardones: actor, guion y descubrimiento del año.
Aunque el planteamiento del filme de Gustav Moller pueda sonar tradicional, son sus formas lo que demuestran que no lo es. Esa llamada, que parece de una mujer maltratada y llevada a la fuerza por su expareja, es el detonante de un thriller que nunca sale de las cuatro paredes de la comisaría de policía. El oficial al que da vida con voluntad Jakob Cedergren no puede dejar su puesto de trabajo, ni tampoco esa llamada en la que la vida de alguien pende de un hilo.
The guilty pertenece a ese tipo de películas que se desarrollan en un único escenario como Buried, el ejercicio de estilo de Rodrigo Cortés, pero mientras que en aquella lo que importaba era lo que ocurría dentro del ataúd, en esta el suspense lo crea lo que pasa fuera de la comisaría, que es precisamente lo que no ve el espectador, obligado a compartir la angustia del comisario de la película e ir siguiendo toda la acción a través de llamadas de teléfono interrumpidas.
La película nunca sale de ese cuarto, pero su director se las apaña para no resultar repetitivo o cansino con su puesta en escena y que el filme se devore de un mordisco sin que uno se entere. Cine entretenido con un punto de riesgo, también con un poco de moralina con esa historia de redención del protagonista de la que nos iremos enterando también por las llamadas de sus jefes o compañeros.
Se agradece el ritmo, la tensión y la duración correcta en un título que no daba para más, y que mide sus fuerzas y sus giros de guion, que nunca resultan forzados ni precipitados. The guilty funciona como un pequeño reloj de un solo uso. Puede que no vuelvas a usarlo, pero su primera vez cumple más de lo que uno pensaba.