Violeta tiene 11 años y lleva una vida acomodada y feliz con sus dos padres separados, que se desviven por ella. Ambos son conocidos para los espectadores del cine pornográfico, ya que se tratan de Nacho Vidal y su expareja, Franceska Jaimes. Son el ejemplo ideal de un divorcio amistoso y hablan y luchan juntos para dar lo mejor e Violeta.
Actualmente se encuentran en un gran momento, pero para llegar a él han tenido que luchar. Primero contra sus propios prejuicios, y después contra los de una sociedad que teme las novedades, porque antes de ser Violeta, la hija de Nacho y Franceska fue Nacho. Nació como un niño, pero pronto, a los seis años, comenzó a pedir vestirse como una niña y comportarse como tal. La pareja se tuvo que enfrentar a la posibilidad de que su hijo fuera transexual.
El difícil proceso de aceptación, especialmente de Nacho -Franceska fue la primera que tomó el toro por los cuernos y preguntó a Nacho, si quería ser chico o chica- es el centro del documental Me llamo Violeta, dirigido por David Fernández de Castro y Marc Parramon. En él se cuenta todo este trayecto y ambos abren su intimidad y la de Violeta, además de acompañarles en una nueva lucha, la de conseguir un DNI que ya diga que su nombre no es Ignacio.
Sorprende la sinceridad de Vidal, al que se ve en vídeos caseros preguntando a su hijo que si quería jugar con Barbies y vestir de rosa, y confesar que esperaba que fuera gay, pero que el tema de la transexualidad le superaba y sacaba sus prejuicios. “Ojalá no sea trans”, se le escucha decir al comienzo del documental debido a la “mala información” que tenía. Para Vidal, acostumbrado al mundo de la pornografía, las mujeres transgénero sólo encontraban su lugar a través del cine para adultos o la prostitución. De hecho, recriminó a su mujer que le enseñara un vídeo sobre el tema a su hijo. “Falta educación, fui un estúpido”, dice Nacho Vidal que ahora se ha convertido en un apoyo fundamental de su hija y su exmujer.
Me llamo Violeta muestra los vídeos de momentos cumbre para esa niña. Como la primera vez que Nacho y Franceska la llevan a comprar ropa de niña. Cogió lo más llamativo, era su forma de reivindicarse a pesar de su corta edad. Cuando las vistió lo primero que hizo fue cantar “Libre soy”, la canción de Frozen que se ha convertido en un canto de libertad para las niñas. También se da voz a las maestras de Violeta, que explican el momento en el que tuvieran que explicar a los niños que Nacho sería Violeta. “Cuando me trataban como niño decían que yo era una niña; cuando yo empecé a llevar la ropa de niña se rieron”, dice Violeta en el documental.
Cuando me trataban como niño decían que yo era una niña; cuando yo empecé a llevar la ropa de niña se rieron
La naturalidad de la hija de Nacho Vidal es desarmante, y eso que un fiscal no ha permitido a los directores mostrar su cara de manera explícita por proteger su seguridad, algo que los directores y el propio Vidal creen que es un agravio comparativo ya que hay decenas de trabajos en los que los niños enseñan su rostro. Por ello Violeta sale maquillada, con el pelo tapado o desde ángulos de cámara que evitan que se la reconozca con claridad.
Los directores del documental cuentan a EL ESPAÑOL que esa decisión “afectó muchísimo”. “Fue poco antes de empezar a rodar, y de repente no podíamos enseñar la cara de nuestra protagonista, y nos preguntamos si podía funcionar una película sin la cara de la prota. Le dimos muchas vueltas para encontrar una solución visual que fuera bonita y que no consistiera en pixelar su cara, porque si queremos normalizar una situación no podíamos hacer nosotros lo contrario”.
Aunque el personaje central es Violeta y su “historia de tránsito” acompaña de Nacho Vidal y Franceska, los realizadores decidieron que había que acompañarla de otras historias. “El de Violeta es un caso de éxito, y eso no es el 100% de los casos, así que teníamos claro que debía ir acompaña de de otras piezas para dar una idea global. No es posible mostrar toda la complejidad del tema, pero si unas nociones básicas de a lo que se va a enfrentar ella, porque tiene once años, y en un futuro cercano tomará decisiones que no podíamos ilustrar con su caso”, explican.
Ahí está Leyre, una actriz de 20 años que está esperando cita para la vaginoplastia, y que vivió un año en la calle después de ser rechazada por su familia. O los padres de Alan, el adolescente que se suicidó tras sufrir acoso escolar en su instituto, o Iván, que se enfrenta al rechazo en las entrevistas de trabajo cuando ven que su DNI pone sexo femenino aunque él se considere un hombre.
El de Violeta es un caso de éxito, y eso no es el 100% de los casos, así que teníamos claro que debía ir acompaña de de otras piezas para dar una idea global
La transexualidad lleva muchos años de lucha, y eso se refleja con la historia de dos de las activistas pioneras en la lucha por los derechos trans: Silvia Reyes, encarcelada bajo la dictadura franquista por “travesti”, y la ex actriz Carla Delgado, que pasó del activismo a la política (es diputada en la Asamblea de Madrid) y que ha contribuido de manera decisiva a la aprobación de leyes que protegen los derechos del colectivo LGBTI.
Todos ellos construyen un mar de vivencias para Violeta, para que siga creciendo con esa valentía y cantando ese “Libre soy” sin que nadie le diga lo que debe ser o cómo debe sentirse. Un ejemplo que ayudó a Nacho Vidal a superar todos sus prejuicios sobre la transexualidad, y que ahora lo hará con muchos espectadores.