El verano de 2007 ninguna familia durmió a gusto. El miedo se instaló en toda la sociedad por un suceso producido el 3 de mayo, unos meses antes. Aquel día, por la noche, una niña que cumplía cuatro años diez días después, desaparecía de su cama en un apartamento de Praia da Luz, en el Algrave portugués, donde su familia veraneaba.
El nombre de Madeleine McCann se extendió como la pólvora. Su imagen angelical abrió todos los telediarios, que informaban hasta de su extraña mancha en un ojo dando pistas por si alguien la encontraba. Pasaban los días, las semanas y los meses, y Madeleine seguía sin aparecer, pero los medios no cesaron de explotar su gallina de los huevos de oro.
Los tabloides británicos, de donde era la niña y su familia, se cebaron, y no pasaba un día sin que se extendiera una teoría nueva. Por supuesto muchos apuntaron con el dedo a los padres. Criticaban que les gustaba salir por la noche, que la habían dejado sola a unas horas intempestivas...la etiqueta de malos padres se les puso y ya nunca les abandonó. Incluso la teoría de que ellos la asesinaron involuntariamente con un exceso de droga para dormirla tomó fuerza en un mundo en el que las leyendas urbanas se extienden rápido pero nunca se borran.
Doce años después todo sigue igual. Nadie sabe qué pasó con la pobre niña, pero las teorías siguen saliendo, y de vez en cuando algún dato (inventado o cierto) reaviva un caso en el que sus padres siguen trabajando con investigadores privados. Aquel suceso volvió a demostrar que a los ciudadanos les gusta el morbo, y que los medios se aprovechan de ello. Cuando la desaparición dejó de interesar los telediarios miraron hacia otro lado, daba igual que hubieran ayudado a crear un estado de opinión sobre quién era el culpable antes de que la justicia hablara. Se habló de asesinato, de secuestra por una mafia de trata de niñas, pero la verdad nunca salió a la luz.
Ahora es Netflix la que ha recuperado el caso, que oficialmente se acabó tratando -tras investigar a los padres como primeros sospechosos- como un secuestro. De hecho, en 2013 la policía británica publicó imágenes de personas que habían sido vistas aquella noche en la playa llevando un niño con ellos. El caso ya estaba casi olvidado, pero todo el mundo vuelve a hablar de ello por el documental de ocho capítulos, cada uno de una hora, que ha estrenado la plataforma. Bajo el título de La desaparición de Madeleine McCann se ofrece una visión poliédrica del caso, dando su espacio a cada teoría que ha surgido con cierta base: el asesinato por sus padres, el secuestro, la trata de blancas… todo está ahí explicado por los investigadores que participaron en el caso y los periodistas que lo siguieron.
El responsable de esta ambiciosa propuesta es Chris Smith, nombre conocido en la casa, ya que también se encargó de los documentales Fyre y Jim & Andy para Netflix. Más que ofrecer respuestas, Smith se encarga de dar todos los datos disponibles, voz a todos los implicados y deja que el espectador decida qué es lo que pasó con Madeleine. No hay respuestas, tampoco revelaciones sorpresa de última hora como en Muerte en León, sí una radiografía del caso que conmovió al mundo, también una buena sacudida a los medios, que siguen actuando igual en casos como los de Julen hace pocos meses.
Todas las teorías tienen su espacio, entre ellas la del inspector Amaral, que sostenía que Madeleine murió con medicamentos somníferos administrados por los padres, que no quisieron asesinarla de forma voluntaria, sino calmarla pero acabaron cometiendo homicidio involuntario. Para ello cita a fuentes que aseguran que acudieron a una iglesia para quemar el cadáver de una niña británica, hecho que él une con el caso McCann creyendo que era la pequeña la que estaba dentro del ataúd. Amaral fue inicialmente condenado por difamación aunque finalmente absuelto.
Uno de los testimonios de más peso es el del investigador privado Julián Peribáñez, contratado por los padres y que cree firmemente que la niña fue secuestrada por una red pedófila y que podría estar en Sudamérica. Peribáñez ha aprovechado el estreno del documental de Netflix para dar su visión del caso, y en una entrevista con Mdz exculpa a los padres de la niña y explica que “las acusaciones contra ellos son infundadas, sin pruebas”.
“Estoy convencido de que se la llevó un grupo organizado. Los horarios de la familia (en el hotel de Portugal) eran caóticos. Podían pasar 5 ó 20 minutos para que se levanten (del restaurante a ver a la niña que estaba en el departamento). El control sobre eso sólo lo puede realizar un grupo de entre 3 y 4 personas en diferentes localizaciones para ver el perímetro y el apartamento donde estaba Madeleine. Para no dejar ni rastros, debía ser un grupo muy coordinado”, cuenta al medio.
Al final, La desaparición de Madeleine McCann cae en su propia incongruencia. Un trabajo que habla de un caso lleno de contradicciones, y de una presencia mediática que complicó todo, pero que no ofrece ningún dato esclarecedor, sino que reaviva con visión comercial un caso que conmocionó al mundo y que ahora volverá a estar en boca de todos.
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