En los últimos 15 años ocho cortometrajes españoles han optado al Oscar. En el mismo periodo de tiempo ningún largometraje ha conseguido estar en el quinteto finalista a Mejor película de habla no inglesa. Los números hablan por sí solos, y demuestran que el corto tiene una salud de hierro y un potencial enorme fuera de nuestras fronteras. Eso sólo en Hollywood, porque si uno mira a los festivales y premios internacionales se encuentra con lo mismo. Timecode, de Juanjo Giménez se llevó la Palma de Oro en Cannes, un festival donde nuestros largos ni siquiera aparecen. Este mismo año, en la Berlinale, Suc de síndria obtenía una mención que lo preclasificaba para los premios del cine Europeo.
La mejor Marca España pasa por los cortos de nuestros directores y directoras. Muchos de ellos buscan dar el salto a su ópera prima, otros, como Rodrigo Sorogoyen, volvieron al formato corto después de triunfar en los Goya. Lo que queda claro es que el talento de nuestros contadores de historias está reconocido en todos los sitios y que hay una fórmula que funciona. En esa ecuación destaca el nombre de María del Puy Alvarado, productora del corto nominado al Oscar Madre con su empresa Malvalanda y una de las mujeres que impulsan y hacen crecer la industria española.
Para ella, parte de este éxito viene dado por “las políticas institucionales desde las que hay un gran apoyo al corto, tanto por parte del ICAA como de las comunidades autónomas”. “Cuando hay ese apoyo se produce mejor, y mucho, y eso se nota. Creo que eso es la clave. Cuando produces mucho es más fácil que salga una joya, porque si apoyas sólo dos cortos al año es difícil, pero si apoyas mucho sale. España es una gran potencia en el mundo del cortometraje, y las cifras y los datos están ahí”, cuenta a EL ESPAÑOL en el marco de la Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid.
Alvarado ha presentado su nuevo trabajo, Snorkel, y se encuentra terminando el largometraje Madre, que continúa la historia que Rodrigo Sorogoyen comenzó en formato corto y que les llevó a ambos hasta los Oscar. Reconoce que en el corto hay de todo, desde proyectos que salen adelante con mil euros a trabajos más industriales, como los que hacen ellos y que son más caros. Llevan diez años en esta industria, y cada trabajo se lo toman “como si fuera una película”, aunque sea más fácil que levantar un largometraje “porque incluso si no consigues la financiación al final te puedes tirar a la piscina y ponerlo tú”.
La piedra angular para levantar un corto es la financiación, y aquí es fundamental encontrar “apoyo institucional”. “Los nuestros no bajan de 30.000 euros, son profesionales y se paga a todo el mundo, pero el primer paso siempre es conseguir apoyo de las instituciones y de las televisiones, como con las pelis. Una vez lo consigues, o no, vemos cuánto hay que invertir y si lo hacemos nosotros o no, algo impensable en una película, donde no puedes poner dos millones sobre la mesa”, explica.
Cuando produces mucho es más fácil que salga una joya, porque si apoyas sólo dos cortos al año es difícil, pero si apoyas mucho sale. España es una gran potencia en el mundo del cortometraje
Para ver un cortometraje siempre se suele recurrir a las mismas vías: los festivales. En España y en la mayoría de países del mundo, el corto no se pone en salas comerciales, y los certámenes son la mejor vía para darse a conocer, y aunque parezca que un corto pueda ser visto por menos gente, a veces pasan por tantos países que incluso “puede tener más difusión que un largo”. “Primero está el circuito de festivales, y luego está la emisión en Movistar, ahora en Telemadrid, que tienen un espacio para los cortos, versión española… pasan por festivales internacionales y las salas están llenas, eso son muchos espectadores”, cuenta la productora, que subraya que Madre pasó por 200 festivales de todo el mundo, y que en la web de Telemadrid, tras la nominación al Oscar, lo vieron 40.000 personas, una vida larga que contrasta con “pelis que desgraciadamente no funcionan el primer fin de semana y desaparecen de la cartelera”.
La pregunta es inevitable. Si hay tanto corto español triunfando en los festivales más prestigiosos y nominado al Oscar… ¿qué pasa con los largos? María del Puy Alvarado no se atreve a dar una respuesta definitiva, y señala que Cannes es una plaza muy difícil, y que hay otro circuito de festivales donde el cine independiente está viajando muy bien, pero también apunta a un de los problemas de nuestra industria: la desaparición de la clase media. “Tenemos un cine comercial que está muy bien y que tiene que existir, y está el independiente que cada vez es más pequeñito y con menos presupuesto, pero es cine de los 90 y principios del 2000, que era un cine de autor que podía tener más visibilidad en festivales, cada vez es más complicado de financiar”, zanja.
La solución pasa por el Ministerio de Cultura, y por los fondos a la cinematografía, una cantidad que se recortó drásticamente por la crisis y durante el gobierno de Mariano Rajoy y que nos sitúa a años luz de otras industrias europeas, porque “para que el cine sea libre tiene que haber apoyo institucional, y los presupuestos son muy pequeños”. Una ayuda que en el corto ha servido para que nuestros directores se conviertan en talentos a seguir en todo el mundo y sus trabajos en la mejor forma de exportar la cultura de nuestro país.