Imaginen un pueblo de apenas 120 habitantes que una primavera de 1994 amanece con unos invitados especiales, un equipo de rodaje comandado por un director inglés que había elegido como plató natural aquella pequeña localidad del bajo maestrazgo para rodar una película que llevaba en lo más profundo. El responsable de todo esto fue Ken Loach, que obsesionado con contar la Guerra Civil de España consiguió presupuesto para contar nuestra historia.
Aquel rodaje revolucionó Mirambel, y llenó el pueblo de historias y anécdotas que todavía se recuerdan 25 años después. Incluso el pueblo ha celebrado esta efeméride que iba a contar con la presencia de Loach, que no pudo ir porque se rompió el brazo y no pudo ir a celebrar la que él mismo considera la película “más maravillosa” que ha hecho.
“Fue extraordinaria por muchas razones, primero porque estábamos totalmente asustados por lo que estábamos haciendo. Recuerdo que estábamos en la calle con los productores, en Barcelona, y dijimos: ‘esto es estúpido, ¿que estamos haciendo?, yo no sé español, esto va a ser muy difícil y nadie quiere hablar de la Guerra Civil’, porque es que nadie hablaba de ello. Pero luego la gente te contaba sus historias, y eran historias muy personales”, contaba a EL ESPAÑOL hace unos meses al ser preguntado por su rodaje en España.
Una película que cambió la vida a los actores que participaron en ella, como explicaban Icíar Bollaín y Rosana Pastor, que se acordaba de cómo lloraba al enterarse de que su personaje moría y suplicó que por favor no la mataran. Una lista de anécdotas que ha recogido Mario Ornat en el libro Bienvenido Mr. Loach (Editorial Doce Robles), que nace como recuerdo de aquel rodaje y pronto lo trasciende al descubrir que aquel rodaje se convirtió en “una experiencia profesional y decisiva para todos, y eso se queda prendido en Mirabel y en la gente de la zona”.
Con la celebración de estos 25 años del rodaje se ha removido todo el pasado, y se ha creado una ruta por los escenarios y han salido a la luz muchas experiencias y anécdotas que muestran la magia de aquel rodaje que usó a mucha gente de la comarca e incluso a dos actores de Alcoy para hacer de los padres del personaje de Rosana Pastor para que no desentonara el acento de la familia.
Ornat recuerda con este periódico una de las anécdotas más sonadas de aquel rodaje, aquella que mostraba que la ficción y la realidad se mezclaban. Una que, en sus palabras “refleja el asunto de fondo”. “La mayoría de actores fueron elegidos, además de por sus capacidades interpretativas, para incorporar un perfil ideológico y personal que correspondiera con su personaje. Ken Loach decía que buscaba gente que en el 36 se hubiera ido en una milicia a luchar contra el levantamiento militar, y esa implicación se convirtió en una vivencia casi real estando aislados allí y con una confusión entre realidad y ficción muy fuerte”.
Todo explotó en un amago de huelga que se conoció como la anécdota ‘del bocadillo’ y donde el equipo demostró que el activismo de Ken Loach y de la historia también estaba en ellos. “Los actores comían en el restaurante del pueblo, en una fonda, y los extras, a los que no llamaban así porque se negaban, a los no profesionales, se les daba un bocadillo, algo de fruta, agua.. y los actores se rebelaron contra eso en consonancia con el espíritu de la película. Armaron lío contra la productora y dijeron que hasta que todos no comieran igual y tuvieran acceso a la misma comida se iban a ir a la huelga y no iba a haber rodaje. Acabaron todos comiendo lo mismo. Ese es el espíritu de adaptación de la realidad al espíritu y los valores que tenía la narración, y fue constante”, cuenta Mario Ornat, que dice que era normal escuchar en el rodaje a los actores cantar “canciones libertarias”.
La obsesión por saber quién moriría en la siguiente contienda de la película estaba en todos los actores, como explicaba Rosana Pastor. Tanto, que alguno incluso robó el guion, como Miguel Ángel Aladren. “La obsesión era permanente en todos, Ken Loach tenía una forma de rodar que los dejaba en fuera de juego”, explica el escritor sobre la paranoia que entró a todos los intérpretes.
La mezcla de actores profesionales y no profesionales, y la manera de rodar sin guion y dejando improvisar de Loach hizo que se vivieran otros momentos surrealistas, como en la escena en la que se forma una samblea para decidir si se colectiviza las tierras o no. Allí estaba Miguel Quintana, uno de los paisanos de la zona que deja una de las mejores frases: “la revolución es como una vaca que va a parir, si no la asistimos enseguida se perderá la vaca y el becerro”. “Este señor había estado exiliado en Francia, y se negaba a que Jordi Dauder dirigiera la asamblea”, explica Ornat. “Decía que quién le había elegido a él para ello, que por qué, así que Ken Loach me contó que tuvieron que montar una votación falsa para que Miguel Quintana se convenciera de que Dauder llevaba la voz cantante”.
Ejemplos que muestran de forma transparente el espíritu de Ken Loach, activista e indomable, un espíritu que en Tierra y Libertad se extendió a todo el equipo, creando un caldo de cultivo perfecto para una película que sigue en el corazón de todos los que la vivieron en primera persona.