La teoría del caos dice que el simple aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tempestad en Nueva York. Puede que nada explique mejor la teoría del caos que el increíble caso de corrupción que afectó al gobierno de Malasia y a su primer ministro, y que terminó con Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese implicados debido a su película El lobo de Wall Street.
¿Cómo un escándalo de desvío de fondos públicos, sociedades pantalla y malversación acaba salpicando a varias estrellas de Hollywood? Eso es lo que explica el documental Los cleptócratas -ya disponible en Filmin-, dirigido por Sam Hobkinson y Havana Marking y que sigue la investigación periodística iniciada por Louise Story y continuada por otros medios que destaparon las vergüenzas del gobierno malayo, acusado siempre por la oposición de prácticas fraudulentas y de haber permanecido en el poder durante seis décadas comprando elecciones.
Story empezó a tirar de un hilo pequeño, la compra de inmuebles de lujo para blanquear dinero y que estaba extendiéndose por el centro de Nueva York. Lo que no sabía es que ese hilo desentramaría una madeja enrevesada que afectaría a mucha gente, principalmente a Najib Razak, primer ministro de Malasia y punta de la pirámide de esta estafa que robaba a los ciudadanos de su país para gastárselo en lujos suyos y de sus compinches.
Najib creó en 2009 el fondo 1MDB. Su propósito era generar ganancias para el futuro de los ciudadanos dinamizando la economía del país. Lo que pasó realmente fue que se evaporaron más de 4.000 millones de euros públicos. La investigación periodística y de la oposición puso su foco sobre inversiones dudosas, como una de mil millones de dólares en una empresa llamada Petro Saudí, lo que parecía una operación normal hasta que uno miraba la letra pequeña de una empresa creada sólo un año antes y cuyo dueño no existía ni tenía ningún registro en todo internet.
Todo el dinero acabó en el bolsillo del propio presidente, un dinero con el que además pagó campañas presidenciales y hasta votos. También en la de cabecillas de la trama como Jho Low, personaje que parecía salido de una película de mafia y que le ayudaba a mover y blanquear dinero en EEUU. Y ahí es donde esta historia llega hasta Scorsese y DiCaprio. El mismísimo Low aparece en los agradecimientos de El lobo de Wall Street. ¿Qué hacía un corrupto en los créditos del peliculón de Scorsese? Bueno, descubrió que producir cine era una buena forma de blanqueo.
La película de Scorsese se produjo gracias a una desconocida empresa llamada Red Granite. Nadie la conocía, pero allí se presentó con su chequera y levantó un proyecto que costaba que una major diera luz verde. DiCaprio, Scorsese y compañía alabaron en todas sus entrevistas a Red Granite, que se presentó en sociedad con un fiestón en el Festival de Cannes en el que actuaron Kanye West y Jamie Foxx rodeados de decenas de estrellas.
Jho Low no tenía la discreción como una de sus virtudes, y pronto en Los Ángeles fue conocido por sus fiestones donde corría champán a 10.000 dólares la botella, y él fue la forma de llegar hasta Red Granite y descubrir que su dueño, Riza Aziz, no era un empresario más, sino el hijastro del primer ministro de Malasia que estaba usando la productora para entrar en el mundo del lujo de Los Ángeles y para blanquear dinero a través de grandes producciones.
Se estima que Aziz gastó 137 millones de euros del fondo 1MDB para producir El Lobo de Wall Street, un filme que, irónicamente, habla de un jeta que estafó a todo el mundo. Aziz negó implicación, pero el año pasado acabó pagando 53 millones de euros en concepto de compensación para poner fin a una demanda civil impulsada por la justicia estadounidense.
Esta demanda civil fue la que acabó salpicando de lleno a Scorsese y DiCaprio, ya que al entrar la justicia americana en juego, golpeó a la película. Ya había sido explotada comercialmente, pero la película fue confiscada por decisión judicial y pasó a ser pertenencia del gobierno de EEUU. Las medidas que tomaron pasaban por rquisar todos los bienes adquiridos en EEUU con dinero del fondo 1MDB y que se valoraban en 540 millones de dólares. Entre ellos joyas de Miranda Kerr y… obras de arte en poder de Leonardo Dicaprio.
Jho Low se había querido ganar a la estrella de Hollywood, y no sólo le invitaba a todas sus fiestas, sino que le regaló numerosos cuadros, entre ellos algunos firmados por Van Gogh, Picasso, Monet o Basquiat y que se estima que valían unos 200 millones de dólares. Tras el caso pasaron a pertenecer a la justicia y terminaron su vida en Suiza en un giro que ni el guionista de El lobo de Wall Street hubiera podido escribir.
Tampoco se le hubiera ocurrido que Low le hubiera regalado a DiCaprio el Oscar al Mejor actor de Marlon Brando y que había comprado con dinero de un fondo supuestamente destinado a los clases precarias de su país. El cineasta y su actor fetiche habían protagonizado, sin saberlo, la mejor secuela posible de su película.