La influencia de Luis Buñuel en el arte posterior es indudable. El surrealismo conquistaba el cine, y el director español se convirtió en un referente que todavía hoy inspira a creadores de cualquier disciplina. De su mente única salieron obras como Un perro andaluz o El discreto encanto de la burguesía, donde lo onírico se mezclaba con la crítica social y política a unos valores conservadores que se perpetuaban gracias a un sistema en el que no creía.
Sus películas son tan únicas, que parece difícil decir quién sería la influencia más obvia en su obra. Podría haber sido la de aquellos con los que compartió su juventud, como Dalí o Lorca, o todos los surrealistas con los que maduró en París, pero sin embargo fue un escritor español el único que, según él, se puede considerar como influencia clara. Se trata de Benito Pérez Galdós -del que en enero se cumplirán 100 años de su muierte-. No por casualidad, adaptó dos de sus obras, Tristana y Nazarín. Un par de magistrales adaptaciones que Buñuel se llevó a su terreno pero que mantuvieron la esencia del escritor.
Se lo confesaba en un arrebato de sinceridad a Max Aub en las innumerables charlas que tuvieron y que el escritor plasmó en Luis Buñuel, novela (Editorial Cuadernos de Vigía). “Es la única influencia que yo reconocería, la de Galdós, así en general, sobre mí”, dice el director. No fue la última vez que se deshizo en elogios hacia Galdós, pero sí la única en la que le ha mencionado como clara referencia artística e inspiración. De hecho, en la misma obra le confesaba a Aub que había rechazado hasta cuatro películas que “por lo menos me iban a pagar cuatro veces más que por Tristana”. Otra muestra de que entre sus obsesiones estaba adaptar al escritor.
En estos diálogos entre ambos artistas, Max Aub también opinaba y calificaba al escritor como el mejor narrador de nuestro país de todo el siglo XIX: “Si se perdiera todo el material histórico de esos años -el siglo XIX-, salvándose la obra de Galdós, no importaría. Está ahí completa, viva, real, la vida de la nación durante los cien años que abarcó la garra del autor”.
Para Buñuel era el escritor más grande de la historia, y fue el hecho de que escribiera en español lo que hizo que no fuera reconocido en todo el mundo como una estrella. El director siempre pensó que a los autores anglosajones se les valoraba de otra forma. ¿Quién hubiera leído a Steinbeck, Dos Passos y Hemingway si hubieran nacido en Paraguay o en Turquía? Es el poderío de un país lo que decide sobre los grandes escritores. Galdós novelista es con frecuencia comparable a Dostoievski. Pero, ¿quién lo conoce fuera de España?”, se preguntaba en Mi último suspiro (Editorial Debolsillo), su maravillosa autobiografía”.
Es el poderío de un país lo que decide sobre los grandes escritores. Galdós novelista es con frecuencia comparable a Dostoievski. Pero, ¿quién lo conoce fuera de España?
A pesar de su admiración, Buñuel sólo conoció una vez a Galdós. Lo contaba también en Mi último suspiro: “A finales del siglo XIX y principios del XX, España conoció a una generación de escritores portentosos que fueron los maestros de nuestro pensamiento. Yo conocí a la mayoría, conocí incluso al gran Galdós, del que más adelante adaptaría Nazarín y Tristana, mayor que los otros y de otra escuela. A decir verdad, solo lo vi una vez, en su casa, muy viejo y casi ciego, al lado del brasero, con una manta en las rodillas”.
Admiración… y envidia
Aunque Luis Buñuel mostrara de forma frontal su admiración, también dejaba claro que sus adaptaciones eran suyas, y que de la obra de Galdós había lo justo. “Conservé lo esencial del personaje de Nazarín tal como está desarrollado en la novela de Galdós, pero adaptando a nuestra época ideas formuladas cien años antes, o casi”.
De hecho, muchos creen que realmente era envidia lo que sentía por él. Se lo confesaba a Max Aub Carlos Velo, consejero de producción en Nazarín. En una entrevista con el escritor que se publicaría en Conversaciones con Buñuel de Max Aub.
“En un momento dado, me di cuenta de que nunca hablaba de Galdós… Y llegó el momento de los créditos de la película. Se hace la lista de créditos y no aparecía el nombre de Galdós. Dije: ‘Bueno, eso no es posible.’ ‘Bueno—me contestó—, es que esto es muy personal, esto no tiene nada que ver con Galdós’. Le dije: ‘Pero ¿cómo que no tiene nada que ver con Galdós?’ Y puso un crédito muy chiquito, así, en la película. Grandes celos de Galdós. Esto a mí me impresionó extraordinariamente”.
No fue la única vez que pasó.
Max Aub recuerda a Velo que en Viridiana ocurrió lo mismo. “Pero muy pocas personas lo saben. Es la continuación de Nazarín: la marquesa de Halma, y el castillo, y todos los mendigos; pero Buñuel no lo reconoce ni aparece el nombre de Galdós. Ama a Galdós, pero él se considera de tal modo creador, y lo es en sus obras, que olvida de dónde sale, de dónde arrancó. Y eso no me gusta, y es la única cosa, quizá, que yo tengo como un defecto de Buñuel. Porque ¡qué le importa a él que sea de Galdós! Porque además lo quiere, lo admira y siempre lo está estudiando y haciendo películas, y planeando hacer Ángel Guerra, y planeando hacer esto y lo otro, ¿no?, constantemente”, zanjaba sin saber que en Tristana ocurrió lo mismo, y que aquel Benito Pérez Galdós al que tanto admiraba siempre acababa apareciendo en letras pequeñas en los créditos.