Soy el primero que cuando entro en Netflix acabo refunfuñando. Menudo cajón desastre. Miles y miles de películas y series amontonadas sin que nadie ponga un poco de orden. Todo se fía a un algoritmo que supuestamente te conoce mejor que nadie… pero que misteriosamente te ofrece siempre las grandes apuestas de la plataforma. No conozco a nadie que haya descubierto gracias al maravilloso algoritmo Atlantique, la ópera prima de Mati Diop que ganó el segundo premio en el pasado Festival de Cannes.
Sin embargo hoy me toca envainármela. Lo que está haciendo Netflix en su producción de grandes autores es digno de todos los elogios. Es cierto que alrededor hay mucha paja, pero madre mía las agujas que hay dentro, son de oro de 24 kilates con diamantes incrustados. El año pasado la empresa ya dejó claro que además de la popularidad quería prestigio y premios. No sabemos si realmente creen en el cine o sólo están emperrados en ponerse la medalla, y me da igual, porque a efectos prácticos ellos fueron los que lograron que Alfonso Cuarón rodara Roma.
El año pasado tuvieron un peliculón, pero es que este han dado un golpe en la mesa y han producido las mejores películas. El irlandés sólo era posible con un cheque en blanco y libertad creativa absoluta. Si no, Scorsese hubiera hecho otro Gangs of New York -película soñada por el realizador que se vio mutilada por los Weinstein-, y sin embargo ha creado una obra maestra que resume su filmografía y que pocos directores podrían haber rodado.
En el otro extremo está la aparente sencillez de Historia de un matrimonio, otra maravilla destinada a estar en las listas de lo mejor del año. Baumbach hace parecer fácil lo difícil, el retrato minucioso y doloroso del fin del amor, de un divorcio. Dos de las mejores películas del año son de Netflix. Y ojo, recordemos que ellos produjeron a Bong Joon-Ho su anterior película antes de Parásitos (la divertida y reivindicable Okja).
No lo digo sólo yo. O las redes sociales, locas con ambas películas. Lo están dejando claro todos los premios que se están dando y los que lo han dicho alto y claro son los Globos de Oro. Era de esperar que en televisión arrasaran, y así lo han hecho con 17 nominaciones, pero con lo que casi nadie contaba es con que en cine ha amasado otras 17. De los cinco dramas nominados, tres están producidos por Netflix. A los ya citados ha que sumar Los dos papas, la nueva película de Fernando Meirelles, director de El jardinero fiel, que dio la sorpresa con cuatro menciones. En comedia colaron Mi nombre es Dolemite, que consiguió la mencion a Mejor filme y Mejor actor para Eddie Murphy.
El mensaje que ayer se lanzó tras las nominaciones es muy claro: “Si no os ponéis las pilas nos quedamos con todo”. El resto de productoras, especialmente las grandes, han visto cómo la plataforma se ha quedado con los mejores proyectos mientras ellos dan luz verde a secuelas, precuelas, reboots, sagas fantásticas y proyectos en los que sólo buscan la rentabilidad económica. ¿Por cuantas manos y cuántas negativas habrán recibido todos estos proyectos?
Para que Joker haya nacido ha tenido que escudarse en una franquicia, en los cómics de DC, porque nadie hubiera financiado el filme sobre un loco que produce una rebelión social en un mundo cada vez más desigual en el que una chispa puede prender una mecha contra el poder. Seamos sinceros, ¿hubieran producido Disney o Warner una película de tres horas y media sobre mafiosos viejos a punto de morir?, ¿se hubieran atrevido a estrenar una película sobre dos pontífices (de más de 60 años) hablando de lo humano y lo divino?, ¿o un filme sobre un divorcio? Por supuesto que no.
Ahora la creatividad y el buen cine está en un extremo de una industria polarizada. Los autores incipientes o cuyos proyectos no necesitan un gran presupuesto están con A24, la gran defensora del cine adulto y de autor; pero el resto o saltan a proyectos enormes destinados a reventar la taquilla o lo tienen muy chungo, y más cuando uno de sus últimos reductos -Fox Searchlight- ha pasado a ser propiedad de Disney. Para los que se quedan en medio Netflix es la tentación. Ahí están, con su cheque en blanco, produciendo y dando luz verde a películas que nadie quiere porque tienen miedo a apostar por ellas. El resultado es claro, se han quedado con las mejores películas del año y seguirán haciéndolo. Si no se ponen las pilas en su catálogo estarán los mejores y arrasarán año tras año en los premios.
Ni siquiera la polémica sobre el estreno en salas puede pararles. Si las grandes cadenas no quieren estrenar sus obras o no llegan a un acuerdo en las semanas de exclusividad acabarán comprando sus propios cines (como ya han hecho en Nueva York). El contenido de calidad, ese que marca la diferencia y con el que tarde o temprano van a ganar el Oscar, ya lo tienen. 2019 es la demostración de que en Hollywood tienen que cambiar el chip o la industria estará más polarizada que nunca.
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