¿Se imaginan a una pareja que adopta a un niño y decide devolverlo? Es lo que el aclamado director Pablo Larraín presenta en su nueva película Ema, donde tras varios episodios violentos del niño (Polo), tanto Ema como Gastón optan por devolver al pequeño, lo cual genera una crisis de pareja difícil de solucionar.
Y es que el filme, ambientado en Valparaíso, incide principalmente en la protagonista ya que es ella quien insiste en formar una familia tras la esterilidad de Gastón. "Ema quiere ser madre y tampoco sé por qué quiere serlo", explica a EL ESPAÑOL Mariana Di Girolamo, quien da vida a una joven Ema que ni siquiera ella llega a entender a la perfección. "Es una persona muy segura de sí misma, que sabe lo que quiere y que avanza como una kamikaze construyendo y destruyendo todo a su paso", añade Di Girolamo.
Larraín expone a una mujer ambigua, lejos de los papeles actuales a los que el cine comercial está acostumbrado, donde la figura de una 'mala madre' o 'antiheroína' contrasta con el ansia por hacer bien las cosas y querer crear un entorno familiar sano. "Ella quiere ser buena madre pero uno está en constante debate con Ema", explica a este periódico la actriz chilena, quien después de participar en obras de teatro y teleseries de gran audiencia de su país ha tenido la oportunidad de interpretar un papel principal y tan difícil de llevarlo a la gran pantalla.
Es por ello que el estreno de Ema da mucho de qué hablar entre los cineastas y críticos debido al formato críptico y contradictorios de los personajes, con una Ema que realmente ama a su hijo pero que su precariedad y vida frenética le impiden hacerse cargo de un vínculo que ella misma fuerza tenerlo a lo largo del filme.
"Me cago en la pinche moda del reguetón"
Esta ambigüedad y confusión que siente el público al visionar la película trasciende también a los temas que se tratan en el mismo. Ema está dirigido principalmente a una generación como la actual, donde el cuestionamiento de los roles tradicionales de la familia se enfrentan con la liberación sexual que se observa en el filme.
Orgías, relaciones abiertas entre amigas e infidelidades son varios de los aspectos que aparecen en la nueva producción de Larraín donde en todo momento se ponen en entredicho la actitud polígama de Ema a la vez que el contexto social muestra un espejismo de la juventud chilena. "No creo que sea una película premonitoria pero sí que creo que Pablo vio algo que estaba efervesciendo entre los jóvenes", considera Di Girolamo. El filme se estrenó en Chile a finales de septiembre, un par de semanas antes de que los estudiantes tomaran el metro y estallaran las protestas que todavía persisten en el país latinoamericano.
De esta manera, muchos de los cines cerraron y Ema solo pudo estar en cartelera dos semanas, por lo que pasó desapercibido para el público chileno. "Después de todo lo que ha pasado en Chile la película adquiere un valor diferente", afirma Di Girolamo, quien confía en que la película vuelva a las salas de cine de su país lo antes posible.
Soy una mujer, soy feminista y escucho reguetón
Además, el director innova y centra el mensaje reivindicativo en el reguetón. El baile es lo único constante en la vida de Ema, quien lo práctica como profesión y como una necesidad vital. Así, el reguetón cumple otro de los temas conflictivos entre los que el espectador debe sacar su propia reflexión. ¿Baile revolucionario o baile que cosifica el cuerpo femenino?
"Es una cultura de la violencia donde las mujeres se convierten en objetos sexuales", grita en una escena improvisada a la vez que espléndida Gael García en su rol como Gastón. "Me cago en la pinche moda del reguetón", concluye de forma paternalista a gritos hacia Ema y sus compañeras. Es en ese momento cuando la sororidad entre mujeres florece y responde ante el hombre que les exclama cómo deben vivir: "Yo te bailo la vida. Si hoy tú estás vivo y estás aquí es porque alguien se calentó y tuvo un orgasmo. Hoy día ese orgasmo lo podemos bailar".
Mariana Di Girolamo coincide esta vez con su personaje, pues no ve contradictorio el reguetón como un mensaje liberador. "Soy una mujer, soy feminista y escucho reguetón", declara a este periódico.
En definitiva, Ema comprende o trata de comprender aquellas indecisiones que muchas veces contradicen la sociedad actual y a una juventud que quiere de una vez por todas desligarse de todos los tabúes y cadenas pese a que ello pueda hacer olvidar lo que, como diría la filósofa Marina Garcés, es verdaderamente revolucionario: el cuidado entre personas.