La revelación del cine español tiene 84 años, vive en una aldea gallega y hasta hace unos meses nadie la conocía. Se llama Benedicta Sánchez, y desde que O que arde se presentara en Cannes ha robado los corazones de los espectadores de todo el mundo. Esta novata -es su primera película- se plantó en el festival más prestigioso del mundo y se puso a bailar una muñeira. Era el comienzo de un viaje que el sábado terminará con la gala de los Premios Goya, donde puede levantar el premio a la Mejor actriz revelación. Ella lleva medio año diciendo que ella no ha hecho nada, que todo es mérito del talento descomunal de Oliver Laxe, pero su forma de hablar, de respirar y de mirar conmueve hasta lo más profundo.
O que arde ha sido la confirmación del director gallego, que hasta ahora había triunfado en el circuito festivalero, pero nunca había conseguido conectar con el público. Este regreso al pueblo de un pirómano se ha convertido en la película gallega más taquillera dela historia en nuestro país y la primera rodada en gallego en optar al Goya a la Mejor película. Sin embargo, la que más opciones tiene de levantar el cabezón es Benedicta, que “sólo quería que mi trabajo fuese un ladrillo más en una construcción que no cayese por mi culpa; cuando empecé a grabar, simpaticé tanto con ellos que por nada del mundo quería fallarles, aunque me enervaban cuando me decían que ‘muy bien’ todo el rato", contaba en una entrevista reciente con la agencia EFE.
En la vida de Benedicta hay miles de historias, y cada entrevista y cada presentación del filme se convertía en una lección de esta mujer que ha viajado por el mundo, no ha dependido de nadie y se ha enfrentado a todos. Feminista y luchadora, siempre tuvo claro que ella no iba a ser menos por ser mujer, y desde pequeño se enfrentó a sus padres por tener los mismos privilegios que su hermano. Eso, en un pequeño pueblo gallego como O Corgo era toda una provocación. “Mi madre siempre decía que ‘el mundo que tú sueñas no existe’ y yo le contestaba ‘pues el tuyo no lo quiero, ni hablar’”, explicaba en la misma entrevista.
Quizás por ello, para escapar, se casó temprano, a los 17 años, y poco después salió de España rumbo a Brasil junto a su marido. Allí, en Río de Janeiro, trabajó durante años, hasta que se separaron por "visiones incompatibles" de la vida: "Él decía que como yo era menor que él, no era dueña de mí, que no podía viajar ni hacer nada, creía que la chica tenía que estar bajo la tutela del padre y después de su marido, siempre un hombre, y yo no quería eso; cuando se abrió la jaula, aunque fuese de oro, yo no quise volver", decía a EFE.
Benedicta voló, se hizo fotógrafa y viajó por el mundo junto a un grupo de amigos, pero terminó volviendo a su tierra, a esa Galicia que define como una madre, que aunque no le haya tratado bien le tiene un cariño especial. Fue allí cuando su hija vio el anuncio de un cásting para una película. Pedían a una señora de más de 60 años y las dos se fueron para Navia de Suarna (Lugo).
El resto de historia ya la conocemos. Consiguió el papel, la película fue a Cannes, bailó su muñeira, y condensó toda la magia del filme en una frase que estremece a todos. “Si hacen sufrir es porque sufren”. Y no hacen falta más palabras. Benedicta Sánchez ha llegado al cine tarde, pero su llegada ha sido un soplo de aire fresco que ha ayudado a que todos, además, conozcan a ese director gallego que hasta ahora sólo amaban en los festivales.