El actor francés Michel Piccoli, considerado uno de los grandes nombres del cine de su país, falleció el pasado día 12 a los 94 años, según ha confirmado este lunes su familia a medios locales. Autor de inolvidables papeles en clásicos del cine como El desprecio, de Jean-Luc Godard, Belle de jour, de Luis Buñuel, o La grande bouffe, de Marco Ferreri, Piccoli falleció por un accidente cerebral, según un comunicado de la familia enviado a la agencia AFP.
También productor, director y guionista, deja tras de si un rastro de 200 producciones en más de 70 años de carrera, además de trabajos en la televisión y el teatro, y multitud de premios, entre ellos el de mejor intérprete masculino en el Festival de Cannes de 1980 gracias a Salto al vacío, de Marco Bellocchio.
Nacido en París el 27 de diciembre de 1925, hijo de un violinista de origen suizo, debutó en la gran pantalla a los 20 años en una breve aparición en Sortilèges, de Christian-Jaque, aunque hasta cuatro años más tarde no tuvo un papel principal, en Le point du jour, de Louis Daquin.
Formado en la prestigiosa escuela de interpretación Simon de la capital francesa, compaginó su trabajo en el cine con papeles en el teatro, hasta que su trabajo en El desprecio, junto a Brigitte Bardot, le catapultó a la fama en 1963.
Aquel año también trabajó en Diario de una camarera, la primera de las colaboraciones que firmó junto a Luis Buñuel, que también le dio papeles en Bella de Día, La vía láctea, El discreto encanto de la burguesía, La muerte en este jardín y El fantasma de la libertad. Luis García Berlanga también rodó junto a él en Tamaño natural.
Piccoli colaboró con los más grandes directores franceses: Jean Renoir, René Clair, Alain Resnais, Agnès Varda, Jacques Demy, Claude Sautet, Bertrand Tavernier, Claude Chabrol, Louis Malle, Jacques Doillon, Jacques Rivette o Bertrand Blier, entre otros.
Pero también de otros países incluso junto a Alfred Hitchcock, que le dio el papel de Jacques Granville en Topaz. Marco Ferreri, Jerzy Skolimowski, Ettore Scola, Manoel de Oliveira, Otar Iosseliani, Theo Angelopoulos, Nanni Moretti o Costa Gavras fueron otros de los directores que apelaron a su talento.
Tras ganar el premio en Cannes, donde se convirtió en un habitual, también logró en 1982 el de Berlín por Une étrange affaire, de Pierre Granier-Deferre.