En los últimos años, para ver a Aitana Sánchez-Gijón había que ir al teatro, donde ha ganado todos los premios y protagonizado las obras más importantes de las últimas temporadas, o encender la tele, donde ha encontrado su sitio en series como Estoy Vivo o Velvet. Sin embargo, el cine no le prestaba tanta atención. Ella lo fue todo en los 90. La actriz que todos querían ver, que estaba en todas las películas y que todos los directores querían.
Eran otros tiempos, antes de que Telecinco y Antena 3 impusieran sus formas de producción y el cine medio que ella protagonizaba agonizara. También sufrió las consecuencias del machismo de una profesión en la que, como ella contaba en 2015 cuando recibió la Medalla de Oro de la Academia de Cine, “pasas de ser el objeto del deseo a la madre del objeto del deseo". La situación ha cambiado mucho en estos cinco años, y los guiones con personajes femeninos adultos empiezan a salir a flote. De momento ella compagina su teatro, las series y ahora un pequeño papel con el que regresa al cine y por el que habla con EL ESPAÑOL.
Se trata de La cinta de Álex, un filme dirigido por Irene Zoe Alameda y que cuenta la historia de un padre separado que trabaja en una fábrica textil en la india atendiendo las demandas de grandes empresas de ropa. Su vida se tambaleará cuando llegue su hija y le haga ver que las decisiones personales son políticas. Un cine social de buen corazón en el que la actriz no dudó en participar.
Es un personaje muy breve, aunque de importancia en la trama, ¿qué le atraía de esta película y cómo llega a ella?
Pues me llegó por Fernado Gil (protagonista del filme), y él me presentó a Irene y ella me contó que tenía este proyecto, y que había una colaboración pequeñita y que si me apetecía. Vi su trabajo anterior, sus cortos, y me pareció una aventura de la que me apeteció formar parte. Es una historia que abarca muchas cosas, era ambiciosa ya en guion, y me gustaba esa cosa personal e íntima del viaje interior de un padre y una hija en un mundo distinto, y también cómo refleja el abuso de la economía occidental con los países menos desarrollados y ese limite ético con lo que es admisible o no y el personaje forma parte de ese mundo dónde la frontera no está muy clara. Además, irnos a rodar a Rajasthan era una aventura.
La película habla de que nosotros, como ciudadanos, también tenemos una responsabilidad individual en actos como la ropa que compramos.
Evidentemente, la película te hace reflexionar sobre este tema. Se mete en un pueblo pequeño de la India, donde hay talleres muy familiares, no hay grandes fábricas, y ves la realidad de esta gente en su cotidianeidad que uno no visualiza cuando le cuentan en qué condiciones trabajan en estos países para que alguien compre una camiseta por tres euros. Y claro que te hace reflexionar sobre esa rueda perversa e injusta, aunque ya haya empresas que trabajan con estándares éticos importantes, pero queda mucho por hacer.
Cada vez es más difícil sacar adelante proyectos como este, porque aquí se hacen las películas que deciden las televisiones.
Es una película con un contenido social, ¿cree que es importante que exista este cine?, ¿cree que en España hemos perdido ese pulso social?
Ese cien social es necesario siempre. Es verdad que en Inglaterra o en Francia lo hacen mas que nosotros, pero no he pensado en por qué puede ser, pero ojalá haya más así. Es cierto que cada vez es más difícil sacar adelante proyectos como este, porque aquí se hacen las películas que deciden las televisiones.
¿Es de las que cree que el cine puede cambiar el mundo?
Creo que uno de los objetivos y las razones de cualquier arte es reflejar la realidad y ser espejo de cómo actuamos los seres humanos. No sé si tiene poder de transformar directamente, pero sí que lo visibiliza y a partir de ahí es nuestra responsabilidad.
Se estrena en cines tras la crisis del coronavirus, ¿cómo cree que va a ser este regreso?
Pues poquito a poco y con prudencia, intentando aguantar el tirón de este tiempo que nos está tocando vivir. Las salas ya estaban en crisis antes de la pandemia. Las plataformas y el cambio de ver ficción ha ido en detrimento de las salas de cine, y este elemento agrava más esa crisis. Es valiente estrenar ahora y es alentador que una peli vaya a salir en estas condiciones, pero aquí estamos nosotros, no nos va a parar. Pero habrá que ver qué ocurre en el cine y en el teatro, hay gente que tiene miedo a volver a las salas y hay otros que están deseándolo.
El teatro va a sufrir esta crisis más que el cine.
Sobre todo porque el cine se puede estrenar en otros soportes. Las salas van a sufrir más, pero la ficción se va a consumir, pero el teatro es teatro cuando el espectador y los actores comparten el mismo espacio. Es verdad que en estos meses se ha hecho teatro online, pero no es lo mismo. Está bien hacerlo, pero no es lo mismo, y poco a poco se irá abriendo, pero los teatros privados lo tienen más difícil todavía, porque esa limitación de aforo uno público se lo puede permitir, pero uno privado no.
Los últimos años la hemos visto en teatro y en series, pero poco en cine, ¿no le ofrecen papeles?
Es un poco como un circulo que se retroalimenta. Desde hace muchos años no me llega mucho cine, y me encantaría que me llegar más, pero en teatro y en televisión me están saliendo oportunidades fabulosas. En mi carrera teatral, los personajes que he hecho de diez años a esta parte son un sueño para cualquier actriz. Además yo me involucro mucho en proyectos de mucho tiempo que me dejan sin fechas para sumarme a otras cosas.
Hemos vivido unos últimos años de revolución feminista. Usted dijo que en los guiones que recibía había pasado de ser el objeto del deseo a la madre del objeto del deseo. ¿Ha notado un cambio en los personajes femeninos en los guiones?
Yo sí que he notado el cambio. Nuestra ficción ya tiene personajes femeninos cada vez más potentes, que en definitiva son más reales. Poco a poco se esta consiguiendo y eso es alentador.