Tras años de guerra, de muertes y de enfrentamiento, muchos dan por perdida la opción de que haya un entendimiento en el conflicto entre Palestina e Israel. Los políticos no quieren dar su brazo a torcer, y mientras todo sigue igual. Quizás la solución no pase por ellos. Quizás sea la ficción la que puede tender puentes entre dos países que viven tan juntas en lo geográfico como separadas en realidad. A lo mejor no hace falta una película sesuda de Cannes para lograrlo, y basta con algo que todo el mundo entienda y conecte… como una telenovela. Por qué no. Por qué no creer que un culebrón puede ser la solución, la forma de entenderse y de mostrar que les une más de lo que piensan.
Puede sonar utópico, casi mágico, pero es lo que propone el director Sameh Zoabi en su película Todo pasa en Tel Aviv -ya en salas españolas-, en la que cuenta la historia de Salam, un apuesto palestino de treinta años que vive en Jerusalén, pero trabaja en Ramallah, en el set de la famosa telenovela palestina ‘Tel Aviv on Fire’. Todos los días, pasa por un estricto control israelí, hasta que un día, por un malentendido tiene que enfrentarse al comandante a cargo del puesto de control, Assi, cuya esposa es fanática de la telenovela. Para impresionarla, Assi se involucra en escribir la historia. Pronto, Salam se da cuenta de que las ideas de Assi podrían llevarle a un ascenso como guionista. Una telenovela hortera, excesiva y tan efectiva que quizás podría ser el caballo de Troya perfecto para mediar en un conflicto en el que los políticos han mostrado su ineficacia.
Una comedia llena de humor, a veces negro, lleno de ironía y que trata asuntos espinosos. El sionismo, el antisemitismo, el holocausto… de todo se habla y de todo se ríe este director que cree que para tender puentes la ficción es la mejor herramienta, y especialmente algo como los culebrones. “En el guion al principio no había una telenovela, era algo parecido a un reality, pero una noche llegué a casa y vi a mi madre llorando viendo una escena dramática de una telenovela. A mí me hacía gracia porque era excesivamente dramática y ella estaba llorando. Ahí me di cuenta que la gente que ve cine piensa que las telenovelas son idiotas, pero la gente que las ve tienen lo que buscan, les dicen lo que quieren oír, no hay subtexto, y eso es una herramienta buenísima para poner cosas políticas. Ahí me di cuenta del poder del género”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.
Sameh Zaobi cree que para contar esta historia sin prejuicios había que conocer las dos realidades. Y eso es lo que le pasa a él y a su personaje que son palestinos pero son ciudadanos de Israel: “Un palestino en Gaza no hubiera podido contar esta historia. Yo he vivido cuatro años en Tel Aviv, y eso me permitió ir más allá de lo que piensan los israelís de los palestinos y al revés. Pero esos estereotipos son la base de mucha comedia, contar cómo te ven los demás, por eso el formato de la telenovela era perfecto, porque es un show palestino que muestra lo que creen que los israelís piensan de ellos. Y el soldado israelí lo que quiere es cambiar el guion para mostrar lo que realmente piensan”.
El director cree en su propuesta, y cree que “la ficción es poderosa” para mediar en este conflicto. “Los políticos dividen, y esa no es la forma más creativa de hacer política, ni siquiera es algo novedoso, simplemente defienden y controlan el estatus quo”, apunta y cree que lo que falta en la política es, precisamente, “creatividad”. “Ahora en Palestina e Israel la gente está perdida, no son felices, y crear una ficción es una forma de estimular esa creatividad de nuevo, y el humor es liberador y te hace ver a la gente que es diferente a ti. Espero que los creadores, los escritores... muestren las realidades de forma diferente. Creo que contribuimos, aunque sea en pequeñas dosis, a algo a lo que no contribuyen los políticos”, zanja.
Los políticos dividen, y esa no es la forma más creativa de hacer política, ni siquiera es algo novedoso, simplemente defienden y controlan el estatus quo
Aunque le cine suele mostrar la cara dura del conflicto, él ha apostado por el humor, y no le ha costado, porque explica que los palestinos son gente con mucho sentido del humor. “He crecido siempre con un humor muy particular, pero no sólo en mi familia, también en mi ciudad. Nunca miramos a la miseria, sino al lado bueno de las cosas, es como un estado mental. Si algo es muy deprimente tengo que darle un giro. Cuanto más he viajado fuera, más me he dado cuenta de que esto es algo muy palestino. Nunca he estado en una casa palestina en donde estés tomando un café y alguien se queje de su mierda de vida, lo primero que harían sería una broma”.
Se atreve con temas de los que no se suele bromear, y es que este realizador cree que “sólo el humor puede hacer eso, coger un tabú y darle la vuelta”, pero reconoce que hay asuntos con los que los productores estaban asustados y bromas que fuera de Israel y Palestina no funcionan tan bien: “en Francia cuando se habla del Holocausto no están cómodos, en los pases europeos, con esa escena nadie se reía, ero en Israel se rió todo el mundo, pero tuve que luchar mucho por esa escena y decirle a los productores, creedme, no es antisemita”.