La reina de Inglaterra visita el Vaticano. El Papa Francisco la recibe y hace de cicerone de sus increíbles salas y estancias. En esos momentos sucede lo que todos preveían y nadie quería aceptar: Italia cierra sus fronteras. Isabel II se ve obligada a quedarse encerrada con Bergoglio. El azar les ha convertido en compañeros de piso, en cómplices, y quién sabe si en algo más. Ambos hablan, se conocen, se divierten… hasta se bañan desnudos y bailan. Surge una chispa. Algo. Es una historia de amor imposible. Tan imposible que sólo ha surgido en la mente del cineasta Paolo Sorrentino, que lo ha plasmado en su cortometraje Viaje al fin de la noche para Hecho en casa, la antología de trabajos realizados desde casa que ha coordinado Pablo Larraín para Netflix.
El del cineasta italiano es el mejor de los 14 cortos. Una joya llena de imaginación, mala leche y guiños que ha realizado con dos figuritas de juguete, de esas que venden en las tiendas de souvenirs, con el rostro del papa y de la reina. Así empieza a jugar y a fantasear con cómo sería esta relación entre dos personas que como bien dicen: “Somos meros símbolos, por eso no sabemos hacer nada”. Sorrentino arma una historia romántica pero no pierde mordiente y presenta a dos personajes que no saben valerse por sí mismos. La Reina no sabe hacerse un té porque “siempre me lo han servido” y el Papa le enseñará placeres mundanos como bailar o bañarse desnudos.
Una mirada irónica a las figuras de autoridad y a lo distanciadas que viven de las clases a las que mandan. “Casi todo el mundo está aprendiendo a lo que significa estar privado de libertad, a lo que significa estar encerrado en casa, un estado que tu y yo experimentamos cada día”, se atreve a decir la reina de Inglaterra, a lo que el Papa Francisco le replica que “no es exactamente lo mismo”, porque “ellos tienen 50 metros cuadrados y nosotros 50 hectáreas”. Un trabajo de apenas 7 minutos en el que hay momentos hilarantes, con Isabel y Francisco viendo Netflix y decidiendo qué ven. “¿Vemos otra vez Los dos Papas?”, propone él, a lo que ella contesta que prefiere The Crown. Eso sí, la primera temporada en la que se ve joven y guapa.
Da lo mismo que ruede con muñecos en miniatura en vez de con actores, porque encima Sorrentino se las apaña para ser elegante, tiene estilo hasta haciendo un travelling a nivel de alfombra hacia sus personajes diminutos de plástico a los que ponen voz nuestro Javier Cámara y Olivia Williams. Una joya que encima termina con un final hermoso que también es un dardo con esa frase que dice esta pareja de enamorados cuando vislumbran una ciudad vacía y confinada: “Roma esta preciosa así, vacía desesperada y solitaria… como nosotros”.
Los otros cortos
Aunque el de Sorrentino es el más brillante de todos los trabajos que conforman Hecho en casa, hay otros cuantos que merecen ser destacados. Entre ellos el de Ladj Ly, que aprovecha su corto para realizar otro trabajo de denuncia social en la barriada de París donde creció y sigue viviendo: Montfermeil. Un trabajo que podría ser una secuela directa de Los miserables y donde vuelve a usar un dron para contar la historia. Pero no lo oculta y no lo usa para embellecer su corto, sino como herramienta para contar la vida de un barrio abandonado en el confinamiento.
En el vuelo del dron que realiza su hijo vemos a grupos en la azotea saltándose el confinamiento, un caso de posible violencia machista y la estructura y realidad de estas banlieaus formadas por enormes bloques de viviendas. Concluye con un plano desolador: el de las colas de mujeres, casi todas árabes, para que les den comida en unos puestos improvisados. Sencillo y contundente.
El coordinador del proyecto, Pablo Larraín, también destaca con un trabajo que en lo formal se basa en una conversación por zoom, pero que tiene mucha retranca detrás. Un viejo rico, con una mujer interna que le ayuda, ve que es la última vez para hablar con un amor de juventud con el que se portó mal… o al menos eso es lo que parece en esta crítica al machismo, las relaciones tóxicas y una clase alta que cree que tienen todo permitido. Un trabajo lleno de ironía y con una pletórica Mercedes Morán. Son tres de los cortos más interesantes de esta antología que merece un buen vistazo y que destaca dentro de todos los trabajos realizados en el confinamiento.