“Una película asquerosa, igual que las interpretaciones”, “Obra masturbatoria difícil de digerir”, “La peor película de la década”, “Cuando no está desnuda, es desagradable o las dos cosas a la vez”, “Uno de esos bodrios hilarantes y delirantes que podrían ser enseñados en las escuelas de cine como ejemplo de ‘cómo no hacer una película’" … Semejantes piropos fue los que recibió Showgirls en su estreno hace 25 años. Hacía tiempo que una obra no recibía semejantes insultos. Y la cosa continuó: 7 premios Razzies ese año. Por si fuera poco el fracaso en taquilla fue estrepitoso.
Costó 45 millones de dólares, la película con calificación NC-17 -que impide la entrada a menores de 17 años- más cara de la historia. Sólo recaudó 25. Una producción de estudio carísima que se estrenaba a bombo y platillo y para la que se contrató a Paul Verhoeven como director, que había arrasado con otro thriller erótico tan de moda en esa época, Instinto Básico. De hecho, para Showgirls eligió al mismo guionista que para aquel éxito, el polémico Joe Eszterhas.
Una película que destrozaba el sueño americano con la historia de una bailarina con ganas de triunfar en Las Vegas pero que acaba viendo la cara B y malviviendo por locales de striptease. Una sátira que se rinde al exceso desde el primer plano, con unas actuaciones excesivas y en la que todo es un delirio que roza lo camp, pero… ¿cómo es posible que alguien como Paul Verhoeven no fuera consciente de todo ello?, ¿quizás la crítica se tomó en serio una obra que jugaba con otros códigos? Lo que ocurrió es que nadie se atrevió a defenderla. Hasta que directores como Quentin Tarantino se atrevió a decir en público que era una de las películas más arriesgadas salidas de un gran estudio de Hollywood.
Lo recordaba la actriz Gina Gershon, una de las protagonistas, en el Festival de Cine de San Sebastián, donde comentaba a EL ESPAÑOL que “cuando salió Showgirls todos la odiaban, decían que era la peor película de la historia, pero gente como Tarantino se levantó y dijo: me encanta”. “Fue muy valiente, y a partir de ese momento muchos periodistas que antes la habían insultado venían en secreto y me decían bajito, ‘me gustó’, y yo les decía que por qué susurraban, que estaba bien que les gustara y que era su opinión. Vuestro trabajo es tener una opinión propia y no dejaros llevar por la opinión de las masas. ¿Si tanto la odiaban, por qué todo el mundo hablaba tanto de ella?”, recordaba la intérprete.
A partir de entonces se comenzó a reivindicar y se convirtió en una película de culto. Legiones de fans comenzaron a alabarla, se empezaron a hacer pases de fans, parodias, shows imitándola… Lo que comenzó siendo chabacano ahora era una oda trash, y la interpretación al borde del delirio de Elizabeth Berkley se imitaba (y se sigue imitando) por gente fascinada con que algo así saliera de la maquinaria hollywoodiense. Pero, entonces, ¿Showgirls es la peor película de la década o la obra de un director inteligente que sabía perfectamente lo que hacía? Eso es lo que intenta descifrar el documental You don’t Nomi, que desde su propio título ya juega con el nombre de la protagonista y que se puede ver en Filmin.
El montador Jeffrey McHale debuta en la dirección con este trabajo en el que intenta descifrar las claves que hicieron que todos vilipendiaran el filme, y que luego se convirtiera en uno de los mayores fenómenos de culto. Aborda temas como el retrato del sexo del filme, muy criticado, pero que el propio Verhoeven defendió una y otra vez. “La gente suele pensar que es malo retratar el sexo, que es casi criminal, pero yo creo que no es así. El sexo es una parte de nuestra vida y no debería darnos miedo”, se le escucha decir en el documental para defender las iras de los censores que calificaron su película con la opción más restrictiva.
El filme analiza Showgirls, las decisiones adoptadas por Verhoeven y cómo en el fondo es una hija clara de un autor. De hecho se pregunta si no estamos ante un caso claro de “mierda que se convierte en obra maestra”, contrapuesto al de “obra maestra que se convierte con el tiempo en una mierda, como Forrest Gump”. De hecho establecen para ella una nueva categoría: “la mierda de obra maestra”. Una película que puede ser las dos cosas a la vez. Una obra “singular y diferente a todo”. Ahora toca ver si You don’t Nomi hace que muchos cambien sus prejuicios hacia la original.