La segunda ola del coronavirus ha dejado a los cines casi sin estrenos. Aunque se lleve meses proclamando que la cultura es segura, que no se haya dado ni un sólo rebrote en una sala, y que hay un protocolo de seguridad claro que obliga a la mascarilla y la distancia de seguridad, el miedo al confinamiento ha hecho daño. Las medidas de Cataluña cerrando sus cines -un mercado que supone el 20% de la taquilla de todo el país- dieron la puntilla al mercado y provocaron una ristra de cancelaciones en todas las distribuidoras, que retrasaron todos sus estrenos.
Quizás por todo ello se valora más la llegada de un filme como Adam, el debut de Maryam Touzani en la dirección. Una emocionante película sobre dos mujeres en el Marruecos actual que compitió en Cannes de 2019 en la sección Una cierta mirada, y que también pasó por la Sección Oficial de Seminci. Una historia sobre la sororidad, y la maternidad en un país donde las mujeres siguen sin gozar de libertad.
La trama junta a Abla, una mujer viuda y humilde que trabaja en su propia pastelería en Casablanca, donde vive con su hija, y Samia, una joven soltera y embarazada que huye de su familia. Su pareja le prometió matrimonio y la abandonó. Entre ambas se establece un vínculo importante e íntimo. La unión de dos mujeres que son apartadas por la sociedad. Las embarazadas que no se han casado son repudiadas por sus familias, pero es que, como explica la directora, en su país “la muerte no pertenece a las mujeres”.
“La presión social impide que las mujeres vivan el luto que ellas quisieran. Por ejemplo, una mujer no tiene derecho a ir al cementerio el día del funeral, sólo tres días después. No importa si es el funeral de un hijo, una madre o un padre. Es la sociedad la que elige, y las mujeres se doblegan a ello en el dolor y el silencio. Es simplemente repugnante”, cuenta en el dossier de prensa de este filme que nace de una historia personal. Una joven embarazada que acogieron sus padres hace 17 años en Tánger, y que huía de su pueblo porque no estaba casada, “lo que desgraciadamente en ese momento e incluso todavía hoy, es un crimen a los ojos de la ley marroquí”.
Sus padres no tuvieron ninguna duda en acogerla, le dieron una casa y no hicieron caso de todo lo que se decía fuera de las paredes de su casa. “Para el parto fue un poco más difícil. Mi padre, que era abogado, se las arregló para que todo saliera bien, tanto en el hospital como en el futuro. Mis padres intentaron ayudarla a encontrar diferentes opciones para que pudiera cuidar a su hijo. Incluso a través de las monjas de Tánger que conocíamos muy bien porque mi abuela era católica. Pero ella quería entregar a su hijo para volver a casa de sus padres y pasar página. Nosotros teníamos que respetar su elección y procurar que todo saliera bien”, explica la directora, que quedó marcada por “la desesperación y la dignidad de esta joven madre.”
La contraposición de estas dos mujeres, en dos extremos diferentes -una madre y la otra embarazada, una viuda y la otra abandonada- pero unidas por el peso del machismo y el patriarcado y por sentimientos que harán que su vínculo crezca según pasa la trama. La realizadora explica cómo ambas son expulsadas de la sociedad marroquí; “Una madre soltera que da a luz en un hospital puede ser condenada a prisión. Su destino está en manos de un juez, generalmente un hombre, que decidirá. En los tribunales, son siempre las mujeres las que a priori deben justificar sus agravios. La responsabilidad de los hombres nunca se cuestiona. Pero Marruecos es un país joven y me atrevo a esperar que esta película pueda contribuir a hacer que las cosas cambien”.
Las mujeres marroquíes ya no están dispuestas a ceder. Reclaman el derecho a la igualdad, el derecho a disponer de su cuerpo. Las generaciones jóvenes se unen a las antiguas
Pero tampoco una viuda lo tiene fácil, ya que en Marruecos “tiene que luchar para sobrevivir a los ojos de la sociedad, con mujeres que ven en ella una rival, y hombres que a menudo ven en ella una mujer fácil y accesible”. Por eso espera que esta obra “dé lugar a discusiones y aporte su granito de arena a los debates sobre las libertades individuales, sobre los derechos de la mujer y su lugar en la sociedad. Que ayude a desatar las lenguas y a acompañar este trabajo admirable que Asociaciones feministas han liderado durante décadas”.
Películas como esta son, para ella, la muestra “que la sociedad no sólo está preparada, sino que lo reclama. El caso de esta periodista, Hajar Raissouni, acusada y condenada a una pena de prisión por haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio y haber abortado, y luego todo el movimiento de apoyo que siguió para lograr su liberación, están aquí para atestiguarlo. Sitios, peticiones, debates, manifestaciones… Las mujeres marroquíes ya no están dispuestas a ceder. Reclaman el derecho a la igualdad, el derecho a disponer de su cuerpo. Las generaciones jóvenes se mezclan y se unen a las antiguas. Es algo nunca visto y es realmente muy conmovedor”.