Los triángulos amorosos son un género propio. Desde que el cine es cine han existido historias románticas en las que tres eran multitud. Que se lo pregunten a Billy Wilder y su Sabrina; a François Truffaut, que en Jules y Jim adaptó la clásica historia a las formas de la nouvelle vague; o incluso a James Cameron que en Titanic metió una historia de amor a bordo de un transatlántico a punto de hundirse. En la superproducción, que ganó once premios Oscar, estaba un elemento también repetido hasta la saciedad: la mujer que debe elegir entre los dos vértices, uno el que sería interesante para su vida y su familia; el otro el que realmente le gustaría elegir.
Un tropo que se repite también en El verano que vivimos, la superproducción de Atresmedia Cine que llega este viernes al cine y con la que van a intentar resucitar la convaleciente taquilla española, tocada de muerte por el coronavirus. Tras retrasar su fecha por culpa de la pandemia, el filme creado por Bambú -los responsables de series como Fariña, Las chicas del cable o Gran Reserva- llega por fin a las salas. Intentará que todo el mundo se enamore como lo hacen sus tres protagonistas, Javier Rey, Blanca Suárez y Pablo Molinero, absolutos protagonistas de un filme que rezuma romanticismo en cada fotograma. A ellos les acompaña una generación de jóvenes como Carlos Cuevas o Guiomar Puerta y otra de vetarnos, como Manuel Morón, Adelfa Calvo o Mercedes Sampietro.
La historia comienza en 1998, cuando una joven periodista entra como becaria en un periódico local. Allí encuentra unas misteriosas esquelas que llegan cada año sin firma. Son declaraciones de amor a Lucía. En ellas, se adivina una historia de amor, amistad y traición que sucedió en las viñas de Jerez durante el verano de 1958. Y es allí donde se desarrolla ese triángulo amoroso entre los protagonistas. Javier Rey es un arquitecto que acude a la llamada de un amigo -Molinero- para construir una bodega para celebrar su inminente boda con Lucía (Blanca Suárez).
Los dos vértices masculinos responden a este periódico, y explican que este estreno, tan esperado por las salas y a la vez tan atípico, lo han vivido con “incertidumbre” y teniendo claro que la película tenía que verse en salas. “Creo que nunca hubo un dilema con eso, estaba claro. Es que está pensada y preparada para disfrutarse en cines”, cuenta Javier Rey que explica que el coronavirus “nos está condicionando la vida a todos y a todas las industrias, y hay que dejarse llevar y tener la mejor actitud posible”.
Coincide su compañero, que cree que este estreno “genera una energía positiva de la que hoy hace falta empaparse un poco, porque leemos tanta noticia negativa que un poco de positivismo nos hace seguir vivos”. “El arte, el cine y la vida siguen, con medidas de seguridad pero siguen, y a mí eso me llena”, apunta Pablo Molinero.
El verano que vivimos es un drama romántico de los de toda la vida. Grandes decorados, amores imposibles, celos, traiciones… todo en un momento en el que el concepto de amor romántico está en discusión, pero para ellos el filme dirigido por Carlos Sedes escapa del tópico. "Hay amor romántico y amor pasional. No tenemos por qué huir de eso tampoco, pero aquí hay amor a la amistad, a la cultura, a jerez, al vino que allí es como una religión, y cuenta lo que ocurre cuando te dejas ir por esas pasiones. Mostramos la otra cara, y eso a priori no entra dentro de ese marco de ‘amor romántico’, señala el protagonista de Fariña.
Para Molinero es normal que se “critique y se cuestione el amor romántico hoy en día, porque nuestra sociedad es otra, pero este tipo de amor de la película es fruto o hijo de su tiempo y de un lugar donde había más represión y donde todo estaba más encorsetado socialmente”. “Si tú sentías un amor de esos, y si tenías que romper la baraja como hace el personaje de Javier Rey, pues tenías que romper con muchas cosas. El amor romántico creo que es fruto de esta época y está bien que lo planteemos hoy en día, pero creo que entonces era como se ve en la película”, zanja.
Una película que demuestra que nuestra ficción también viaja dentro de nuestras fronteras, y ya sale de la clásica gran ciudad, algo que Javier Rey cree que “es enriquecedor y fundamental para las historias”. Él ya había trabajado con Bambú en Velvet y Fariña, dos de los grandes éxitos de esta productora cuya fórmula secreta “es el talento”. “En los trabajos creativos, si juntas a gente que sabe hacerlo muy bien, lo más lógico es que salga muy bien, y creo que la gran virtud de Bambú es su gente, las mentes pensantes que tienen, que son muy inteligentes. Puedes tomar una decisión acertada por casualidad, pero cuando son muchas, no es casualidad”.
Los cines necesitan un taquillazo, y El verano que vivimos tiene los mimbres para serlo, especialmente en este “momento incierto” en el que “el teatro o los proyectos más pequeños” no tienen tan fácil sacar la cabeza, como recuerda Pablo Molinero. “Hay mucha gente que lo está pasando realmente mal, y yo echo en falta una responsabilidad de la administración. La cultura es indispensable, un bien que proteger, y en estas situaciones es donde vemos si realmente lo creen, porque se les llena la boca con eso y vemos que no es real. El arte y la cultura son importantes, nos llenan, y somos algo más que trabajadores de un sistema. Necesitamos al arte porque eso es lo que hace que un pueblo sea fuerte. Yo he echado en falta a la administración”.