Sasha tiene ocho años. Cuando sale con su madre se pone su vestido de Minnie, se peina su melena y baila el ballet que ensaya. Nadie duda que Sasha es una niña. Sin embargo, cuando Sasha va al colegio viste pantalones, no se hace coleta y todo el mundo la trata como un chico. A pesar de que ella tiene claro desde los tres años que es una niña, tanto los profesores, como el colegio como algunos padres se niegan. Lo que generan en la pobre Sasha es una frustración, un sentimiento de incomprensión. Ella llora amargamente. No entiende por qué.
El rostro inocente de Sasha es el centro de gravedad del conmovedor documental Una niña, una joya que llega el viernes a los cines y que cuenta la historia de esta niña y de su familia. No lo hace a gran escala, sino que el director Sebastien Lifshitz pone su mirada en lo íntimo, en esta madre que decide comprender a su hija y enfrentarse a una sociedad que prefiere no avanzar.
Con un gran sensibilidad, un gusto por el detalle y captando con honestidad la intimidad de la familia, el director explica cómo vive esta niña atrapada en el cuerpo de un niño, como explican en la película. La lucha de Sasha será porque la dejen ser quien es. Vestir cómo quiera y que se refieran a ella como una chica. No parece tan difícil, pero los adultos se cierran en banda.
Un trabajo que estuvo nominado al Mejor documental en los premios del cine europeo y que continúa la lucha política de su director, que en 2013 ya estrenó otro documental, Bambi, sobre una de las primeras personas abiertamente transexuales en Francia, y que nunca ha ocultado el propósito didáctico del filme, que busca que la gente entienda lo que le pasa a Sasha y que por fin tengan claro que el género no es una elección aleatoria.
La familia se abre en canal y también presentan sus dudas y sus miedos. ¿Fue la madre la que provocó la disforia de género al desear que fuera una niña?, ¿qué ocurrirá cuando sea adolescente? Unos testimonios que encogen el corazón cuando uno escucha cómo la madre de Sasha tiene claro que su hija está condenada a sufrir una agresión transfoba o a ser marginada por la sociedad. El director les localizó a través de un foro de internet en el que los padres comparten sus experiencias. Muchos se negaron a aparecer en un trabajo que les expusiera tanto, pero ellos se mostraron de una forma tan transparente que parece difícil que alguien no entienda que una mujer trans no es más que una mujer.
El documental llega, además, en un momento en el que la Ley Trans, una de las medidas estrellas del gobierno de coalición entre PSOE y Podemos, se encuentra paralizada por las discrepancias entre ambos partidos. Lo que esto está provocando es que cada vez se retrase más una ley imprescindible para que no haya casos como los de Sasha, en los que alguien pueda obligar a una niña a vestir como no desea o en el colegio puedan referirse a alguien como un chico cuando se siente como una chica.
Eso es algo que está en el borrador, y viendo Una niña se entiende la necesidad de una Ley Trans que permita que el derecho a la identidad de género libremente manifestada. Una ley que también ponía el acento en la educación, donde decía que “se garantiza el derecho de los alumnos a exteriorizar su identidad de género, por lo que se deberá respetar su imagen física, la elección de su indumentaria y el acceso y uso de las instalaciones del centro educativo conforme a su identidad de género”.
Un documental necesario, que habría que poner a todas las personas trans excluyentes y a todos los políticos que se niegan a avanzar contra la transfobia y a favor de un colectivo históricamente marginado y expulsado a los márgenes. Paca la Piraña no puede ser sólo un gag en el congreso contra Abascal, tiene que ser uno de los muchos ejemplos que pongan de manifiesto la necesidad de concienciar y legislar.