Fotograma de 'Otra ronda'.

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¿La vida es mejor con un poco de alcohol? La sorprendente teoría que explora 'Otra Ronda'

El danés Thomas Vinterberg opta al Oscar a la Mejor dirección y a la Mejor película internacional con esta maravillosa comedia incómoda.

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La vida social se articula en torno al alcohol. La gente queda para tomarse ‘unas cañas’, existe ‘la hora del vermut’, y cuando uno acaba de comer llega el momento del ‘café y el chupito. Beber se ha convertido en una droga legal en torno a la que gira gran parte de la vida social. Incluso al que no bebe se le mira raro, o se le pregunta si le pasa algo. El alcohol está tan incrustado en la sociedad que hasta ha dado pie a teorías psioclógicas.

Es el caso del psiquiatra Finn Skårderud, que creía y explicaba que las personas tenemos un déficit de alcohol en sangre de 0,050, y que llenando esa ausencia con un par de copas de vino todo era mejor. Uno se volvía más creativo, estaba más relajado, menos preocupado. Todo fluía mejor. Ese ‘estar achispado’ que parece que da confianza en uno mismo cuando alguien bebe dos cervezas.

Esa teoría es la que coge como punto de partida Thomas Vinterberg en su nueva película, Otra Ronda, una de las mejores películas que se pudieron ver el año pasado en el Festival de Cine de San Sebastián -donde ganó el premio al Mejor actor ex aequo para sus cuatro protagonistas- y que llega este viernes a las salas españolas.

Vinterberg coge a cuatro amigos, cuarentones, con problemas y una vida aburrida, monótona y sometida al estrés del día a día, y les da la solución milagrosa: aplicar la teoría de Skårderud. Decidirán que hay que rellenar ese déficit de 0,05 y crean su propio ‘club de la lucha’, pero en vez de pegarse, dan unos lingotazos para estar siempre por encima de esa cifra y estar más felices. Las normas son claras, ir midiendo para nunca bajar del límite y no beber después de las 20:00.

Por supuesto todo comienza a ir de maravilla. Se sueltan, se convierten en maridos fogosos, en profesores brillantes, en amigos graciosos y en entrenadores de fútbol inspiradores para los chavales. Pero pronto empiezan a necesitar más, y más. El límite irá subiendo y su vida irá desmoronándose… o no.

Al final el alcohol es un mcguffin para hablar de otras cosas. Por supuesto que hablá de cómo articulamos nuestra vida en torno al alcohol, de la doble moral de la sociedad respecto a la bebida y del dilema de hasta qué punto es moral estar un poco contento todo el día. Pero lo que realmente eleva a Otra ronda es que se convierte en una disección brutal de la crisis de los 40 en el hombre blanco heterosexual. Señoros que dejan de ser jóvenes y lozanos, que miran a los adolescentes anhelando una vida que ya no tienen y que se dan cuenta de que han seguido todos los patrones establecidos: casarse, comprar una casa, tener hijos…

Thomas Vinterberg en el rodaje de 'Otra ronda'

Thomas Vinterberg en el rodaje de 'Otra ronda'

El director lo hace de forma sorprendente, apostando por una comedia negra e incómoda en los dos primeros tramos del filme. Les vemos creerse los reyes del universo y viviendo una segunda juventud gracias a ese poquito de azúcar que se toman. Pero también siendo patéticos perdedores. También sirve para poner de manifiesto la tolerancia del público y la sociedad hacia el alcohol. ¿Nos divertiría igual si en vez de alcohol decidieran meterse una raya de cocaína?

El individualismo de la sociedad, las apariencias, el borreguismo… todo está en Otra Ronda y de forma divertida hasta que la tercera parte rompe para convertirse en un drama sobre las consecuencias del alcohol. Es entendible que Vinterberg pare la máquina, de otra forma podría parecer que está realizando una apología del alcoholismo y no es eso lo que pretende, pero para ello utiliza resortes más facilones y renuncia al riesgo de su primera parte, que camina en el alambre de una forma sorprendente.

A pesar de todo ello es uno de esos filmes que perduran, con unas interpretaciones brillantes, especialmente la de un Mads Mikkelsen que domina a su personaje hasta llegar a esa escena catártica final con baile incluido que es una de las más potentes vistas el año pasado. Una escena a ritmo del What a life de Scarlet Pleasure que es un canto a la vida, pero también una conclusión moralmente ambigua. Thomas Vinterberg vuelve a su mejor cine, y su nominación como Mejor director en los Oscar -además de ser favorito en Película internacional- confirman que Otra ronda es una película dispuesta a conquistar a todo el mundo.