Si Luis García Berlanga hubiera visto el acto de hoy en el Instituto Cervantes estaría contento. Ha habido bandas de música, pasodobles, música y alegría. Un festín para conmemorar su centenario y para desvelar el misterio que dejó en forma de legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. El 27 de mayo de 2008, el director valenciano dejó en la cámara acorazada de la sede, dentro de la caja marcada con el número 1034, un enorme sobre con algo en su interior. Las instrucciones eran claras. Se abrirían el día de su centenario.
Ese día ha llegado. Berlanga hubiera cumplido 100 años el próximo sábado, y el Instituto Cervantes, junto a la Academia de Cine, han organizado el acto donde por fin se ha desvelado el misterio. Dentro de aquel sobre se encontraba '¡Viva Rusia!', el guion de la cuarta parte de la trilogía nacional. Uno de los mayores éxitos de crítica y público del director, formada por La escopeta nacional, Patrimonio Nacional, y Nacional III.
Había mucha expectación por ver qué había dentro, y aunque siempre se había rumoreado con que sería este guion -coescrito junto a Rafael Azcona, Manuel Hidalgo y Jorge Berlanga-, también se había bromeado con qué conociendo el sentido del humor del valenciano, también podría haber sido el mayor troleo posible y encontrar un zapato de tacón, o hasta “pelos de coño”, haciendo honor a una de las frases emblemáticas de sus películas.
La apertura de la caja ha tenido algo de liturgia, pero no de una liturgia religiosa, porque todos sabemos que si Berlanga tenía manía a alguien era a la Iglesia y a la aristocracia. Él fue la primera persona ajena al mundo de las letras, que dejaba su legado en la institución, y esta ha respondido con un acto por todo lo alto. Como si fueran unas fiestas de moros y cristianos, esas que poblaron sus películas, una banda de música ha acompañado a toda la familia hasta la caja donde por fin se descubrió el misterio con el que han especulado cinéfilos durante más de una década.
El guion de ¡Viva Rusia! no era lo único que había en el libro, también había una biografía suya y una revista francesa con un ensayo riguroso sobre El verdugo, su obra maestra. Pero todos los focos se los ha llevado ese guion que ahora arroja el guante a sus herederos. Ver si algún director se atreve a trasladar a escena el legado de Berlanga; y si alguna productora pone el dinero sobre la mesa. Sería un regalo para todos los cinéfilos y para todos los fans del director. ¿Qué imaginaría el maestro para la familia Leguineche? Ese es el nuevo misterio que se abre ahora, cuando ese guion por fin ha salido a la luz en un acto lleno de emoción.
El presidente de la Academia de Cine, Mariano Barroso, ha comparecido ante la prensa con el guion inédito, que pasará a formar parte de la exposición Berlanguiano, y ha leído una primera escena que mantenía toda la esencia del director. Primero ha bromeado y ha tirado el guante a David Trueba para que dirija y produzca la película.
Una escena delirante, ambientada en 1992, en el aeropuerto de Barajas, donde Luis José de Leguineche aterriza con un peluquín rubio y baja del avión junto a un grupo de vejestorios con una pancarta que dice: 'Los últimos exiliados saludamos a la España del 92'. Uno en camilla, más muerto que vivo, agitando una banderita republicana. Luis José regresa al avión para recoger algo que se le ha olvidado... unas revistas sadomasiquistas.
Tras esa lectura que levantó las carcajadas de todos, David Trueba, Mónica Randall y José Sacristán charlaron y recordaron anécdotas sobre los rodajes de sus películas Randall recordó los momentos 'golfos', y cómo le ofreció a ella su papel en un viaje por el Caribe: "Tú eres muy graciosa, tengo un amigo que estaba escribiendo un guion". El amigo era él y le ofreció un papel que le cambió la vida. Algo que Randall agradeció porque como luego explicó siempre le ofrecen papeles como de la Sra Danvers de Rebecca. "Hacer un papel gracioso es la ilusión de mi vida, sirivió de poco y siguieron con lo de la Sra. Danvers, pero por una vez me quité ese peso de encima".
Randall también opinó que la carrera de Berlanga no tuvo la repercusión internacional que debería por el franquismo. Coincidir en esos años hizo que nunca ganara un Oscar y que no le dieran "el lugar histórico que merecía", dijo Randall haciendo mención "al difunto", en referencia al dictador.
Sacristán recordó escenas de La Vaquilla, derribó el falso mito de que los planos secuencia de Berlanga eran anárquicos, y dijo que "ensayarlos era como ensayar el Lago de los cisnes".