Las grandes preguntas de la humanidad: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿quién mató a John Fitzgerald Kennedy?… El asesinato del presidente de EEUU el 22 de noviembre de 1963 en Texas fue un shock tan grande que cambió para siempre la historia. Un magnicidio a plena luz del día y a uno de esos políticos que parecían destinados a cambiar las cosas. Aunque la teoría oficial se mantenga clara e inamovible: A Kennedy lo mató Lee Harvey Oswald. Sin embargo, la chapuza de la investigación, las incongruencias de la comisión Warren que se encargó de la misma, y muchos agujeros hicieron que aquel asesinato nunca se enterrara del todo.
Todavía nos seguimos preguntando, casi 60 años después, quién mató a Kennedy. Puede que la respuesta estuviera en aquel gag de El otro lado de la cama, que especulaba con que Kennedy estaba vivo y aseguraba que “A Kennedy, lo mató Kennedy”. A Oliver Stone esa broma no le haría ni pizca de gracia. Él fue quien en el año 1991 creara aquella obra maestra llamada JFK en la que mostraba, desde la ficción, todas las dudas que había en el caso.
Aquella película acababa con unos créditos en los que explicaba que todas aquellas dudas planteadas sería imposible resolverlas hasta que todos los documentos sobre la investigación se desclasificaran. ¿Por qué tanto secretismo con algo que todos deberían conocer? La hipótesis de Stone la sabemos todos: a Kennedy no le mató Kennedy, sino que fue la CIA, el FBI y todo en connivencia con su sucesor, Lyndon B. Johnson. No soportaban que quisiera cambiar las cosas, que fuera a meter mano en las agencias de inteligencia y que apostara por no imponer el miedo y la guerra como forma de imposición mundial.
En 2017, Donald Trump liberó parte de aquel material, pero no todo. Algo que dio pie a Oliver Stone para volver a su obsesión. Decidió hacerlo en forma de documental que se ha presentado en Cannes bajo el nombre de JFK revisited: through the looking glass, un título que hace referencia al otro lado del espejo de Alicia en el país de las maravillas y una frase que ya salía en su filme del 91. Las pruebas no aportan ninguna novedad sustancial. No cambian el caso. No hay ninguna revelación que señale directamente a Johnson o a la CIA, pero sí que hace que aumenten los datos sobre la versión oficial y escrita en piedra.
Stone pone todo en orden. Y esta vez en forma de documental. Lo hace a través de documentos, de material oficial, de pruebas que se centran en poner en duda lo que ya contaba en JFK. Primero, la teoría de la bala mágica. ¿Cómo es posible que una sola bala matara a Kennedy, cambiara de trayectoria e incluso llegara al gobernador republicano de Texas, sentado delante, y le hiriera en la pierna? Una bala que, además, apareció de forma mágica en una camilla del hospital y que en un primer momento dijeron que estaba ahí porque se encontraba dentro del cuerpo de Kennedy y salió despedida de su cuerpo al hacer el masaje de reanimación. Algo tan improbable que se convierte en la principal duda.
El documental da voz a forenses que explican cómo esa teoría tiene una probabilidad ínfima de ser real. No da voz a magufos, sino a expertos en su tema y gente que vive obsesionada y acude a ver cada documento que se libera. Son ellos los que también consideran, al ver la cinta de Zapruder, único testimonio grabado del asesinato, que por el movimiento de la cabeza de JFK todo indica a que las balas llegaron de más de un sitio.
¿Por qué todos aquellos que dijeron haber escuchado un tiro desde la colina enfrente de donde estaba Oswald no aparecieron en la comisión Warren? Stone pone de nuevo foco en la chapuza de la autopsia, realizada por dos médicos militares en vez de por profesionales contrastados e independientes. Con un montaje frenético y un ritmo trepidante, el director plantea todas las incógnitas, ahora enseñando documentos que cambian de firma. Testimonios que se modifican y fotos sobre el cerebro del presidente que parecen preparadas. Uno de los datos que más sorprende es el de la cadena de custodia de la bala, prueba fundamental del juicio, y que aparece registrada a diferentes horas dando una versión que parece preparada por el poder.
Stone fue ovacionado en su llegada a Cannes y avisó de que tienen una versión de cuatro horas para el que quiera profundizar más y que pedía que los políticos tuvieran “pelotas” para investigar de verdad, abrir las pruebas confidenciales y aclarar que pasó. Él ya sabe que nunca va a poder demostrar que fue la CIA quien mató a Kennedy, pero sigue pidiendo que se cuente toda la verdad porque para él es importante saber qué pasó y, sobre todo, entender por qué paso.
También se quedó a gusto en la rueda de prensa, donde dejó claro su punto de vista: "Oswald no estaba en el sexto piso y estaba involucrado con la CIA hasta 1963. Las pruebas presentadas por la Comisión Warren, las balas, las armas, las huellas digitales, son fraudulentas. Hubo un complot, con más de un tirador".