Han pasado casi 25 años desde aquel 31 de agosto de 1997 en el que el mundo se despertó conmocionado por la noticia de la muerte de Lady Di. La princesa de Gales fallecía en un accidente de coche junto a su pareja, y desaparecía un icono que había desafiado a la monarquía británica. Diana Spencer era mucho más que la mujer de Carlos de Inglaterra. Era un símbolo. Pero uno misterioso. Nadie sabía exactamente quién era Lady Di. Detrás de su mirada triste parecía esconderse una mujer en la que lo frágil convivía con la valentía de quién se atrevió a plantar a una institución tan poderosa como la Casa Real.
Casi un cuarto de siglo después el símbolo sigue intacto o incluso con más fuerza que nunca, y la ficción ha vuelto a fijarse en ella como protagonista de sus historias. Han perdido el miedo que se instauró tras aquel infame biopic que dirigió Oliver Hirschbiegel con Naomi Watts como protagonista. Lo ha hecho primero The Crown, la excelente serie de Netflix que en su temporada más valiente ha colocado el centro en una Diana joven que interpretó de forma magistral Emma Corrin, un descubrimiento.
Ahora llega la mirada mucho más personal y arriesgada del director chileno Pablo Larráin. Repite una fórmula parecida a la que realizó en Jackie, donde Natalie Portman dio vida a la viuda de JFK en una pieza de cámara que reflexionaba sobre el poder y el duelo. En Spencer -que se estrena este viernes 19 de noviembre en cines españoles- coloca a Lady Di en un fin de semana con la familia real. Una situación donde su inestabilidad, sus problemas alimenticios y su falta de libertad confluyen para que Larraín coloque el punto de vista en su mente febril y enferma.
Pero el director deja claro que Jackie y Spencer, tienen “cosas en común, pero muchas que son diferentes”. “Por supuesto que son mujeres que dieron forma a nuestro siglo, ambas son iconos de la moda, tuvieron una particular relación con los medios, y estuvieron en medio de familias poderosas con maridos poderosos, pero a pesar de ello tuvieron su propia personalidad y su propia identidad. Pero creo que Jackie era una película sobre el duelo y la memoria, mientras que Spencer trata de la identidad y la maternidad, además está hechos de forma diferente”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Fue el misterio del icono lo que le llamó la atención para lanzarse a rodar este filme. “Creo que es un personaje muy inglés, pero muy universal, porque todos teníamos una percepción de quién era”, dice el director de El Club, que explica que recuerda la fascinación de su madre por Diana: “Fui criado por una madre que estaba muy interesado en ella, y me di cuenta cuando me hice adulto que ella era sólo una entre millones, así que me dio curiosidad intentar entender por qué. Y he hecho esta película, para que le me he informado mucho, he investigado mucho, u sigo sin estar seguro de quién era. Era muy misteriosa y eso es muy interesante para el cine”.
Fui criado por una madre que estaba muy interesado en ella, y me di cuenta cuando me hice adulto que ella era sólo una entre millones, así que me dio curiosidad intentar entender por qué
Ese misterio también lo vio en Kristen Stewart, que realiza una gran interpretación que la ha colocado como la gran favorita para el Oscar a la Mejor actriz este año. “Quería trabajar con ella desde hace tiempo”, recuerda Larraín, que reconoce que se quedó prendado cuando la vio en Personal Shopper, de Olivier Assayas. “Diana era alguien muy misterioso, y creo que Kristen, en cámara, tiene eso, y sentí que podía mostrar ese misterio. Es una extraña combinación entre misterio, magnetismo y un mundo interior que ella tiene y que viene mu bien al personaje. Estoy muy feliz de que aceptara”.
Reconoce que ha visto The Crown, y la considera “una buena serie”, pero cree que su película “es algo muy específico sobre su mente, o sobre cómo percibe ella las cosas. Lo que hemos hecho es mostrar unos días de su vida, y The Crown es otra de los múltiples materiales que van a venir sobre su vida, creo que hasta hay un musical en Netflix. Y vienen muchos libros, incontables entrevistas, hay mucho material…”. Por eso ellos se han centrado más en su “conflicto con ella, con su familia, con su esposo, también con el espacio físico, la comida, las interacciones… y lo más importante, ella tiene que lidiar consigo misma, y creo que es ahí donde era interesante ver su perspectiva”.
Una “fricción” que hace que la puesta en escena de Larraín coquetee con el terror. A veces Spencer parece una película de fantasmas -en ocasiones de forma literal- o una versión de El Resplandor con Diana en un castillo en vez de en el Hotel Overlook: “Su estado puede llevarnos a experimentar cosas que solo ocurren en su mente y en su imaginación, y a veces la película sí que puede flirtear con una sensibilidad del terror psicológico. Es divertido, porque soy muy fan de Kubrick, y El resplandor es muy relevante para mí, pero no ha sido una referencia, mientras que sí lo ha sido, por otras razones, Barry Lindon”.
Es curioso que haya sido alguien de Chile, un país sin monarquía, quien ha venido a trazar un cuento de hadas perverso en el que ellos son los fantasmas de los que escapar, pero él cree que eso nunca supuso un problema: “Vivo en una república, pero por supuesto que me importa intentar entender el significado de la familia real en la historia y en la tradición, y en cómo afecta no sólo en la sociedad, sino en Diana, y en eso puede que sea un outsider, pero mi principal preocupación era ella, y creo que es un icono universal, alguien que creo una empatía durante años por muchos motivos, y quería captar eso”.