El protagonista de La puerta de al lado es un actor de éxito, de origen alemán, aunque políglota, capaz de desenvolverse por igual en inglés y español. Su amplia trayectoria cinematográfica le ha abierto las puertas Hollywood, preparando un casting para una película de superhéroes desde un bar de la capital alemana, el último reducto que queda en el barrio de la vida de la extinta RDA.
Datos que hasta ahora podrían pertenecer a un día cualquiera en la vida de Daniel Brühl, pero que van más allá de la sombra de su creador, aprovechando la metonimia de su personaje para denunciar la gentrificación y la distancia, aparentemente insalvable, entre las élites y quienes intentan sobrevivir a los precios del alquiler y la especulación inmobiliaria. La aparición de un inquietante vecino, Bruno, interpretado por Peter Kurth, hará florecer sus más oscuros secretos sin abandonar una taberna repleta de personajes sombríos.
Brühl se estrena como director en una película con aires de wéstern, basada en el Berlín actual como marco de un duelo sin armas que acabará trastocando las vidas de ambos contrincantes. Una idea que sirve a su director para poner de manifiesto la realidad latente de la transformación de muchas capitales europeas, y por qué no, reírse de sí mismo en una comedia de tintes negros que llega a los cines este viernes.
El actor recibe a este periódico en el Grass Bar del Hotel Urban para responder a las preguntas de los medios. Explica con una sonrisa que hace escasos meses que reside en Barcelona, donde nació, aunque pasó la mayor parte de su juventud en Colonia, en la Alemania del oeste. De padre alemán y madre española, su propia historia conecta con la premisa de la película y una cuestión repetida hasta la saciedad en su mente: "¿Por qué me siento de fuera después de tanto tiempo?".
Ocho años antes en la ciudad Condal, Daniel Brühl observaba a un operario que trabajaba frente a su edificio. La noción de que vidas paralelas pudiesen cruzarse y repercutir a y uno otro siguió recorriendo la imaginación del ahora director. "Llevaba con esta idea desde hacía años y me seguía interesando, así que finalmente decidí a lanzarme y dirigirla yo mismo".
Daniel Kehlmann firma un guion plagado de referencias a la vida profesional del actor hispano-alemán. "Le hablaba de impulsos y humillaciones que he vivido", explica el actor, aunque añade: "El personaje siempre lo vi con cierta distancia. Quería un tono elevado, con muchas referencias personales, pero dejando claro que se trata de una comedia".
En la película, Bruno le increpa sobre la romantización de la Alemania del este y el retrato grotesco de la Stasi en una de sus películas, confesando haber pasado por las galerías de Hohenschönhausen, la prisión de la RDA donde fueron a parar quienes trataban de cruzar hacia Occidente. Referencias cruzadas que nos hacen pensar en la filmografía del propio Brühl, pero que pretenden arrojar luz sobre una herida todavía abierta en la sociedad alemana. "Notamos graves diferencias y una desigualdad enorme entre las dos Alemanias, el oeste ha invadido el este. De vez en cuando te dicen algo y no lo tomas como algo personal porque sabes que representas otro mundo, otro país u otro sistema".
Las promesas incumplidas tras la caída de la Unión Soviética y la decepción reinante, en una ciudad en proceso de desaparición permanente a merced del mercado inmobiliario, llevó a Brühl a querer retratar el Berlín actual antes de que cambiase de nuevo. El actor reconoce que tras 22 años en la ciudad de Humboldt y Marlene Dietrich no puede reconocerse como berlinés, y que a veces le lleva a situaciones como la de la película, "sacando los puños" ante miradas escudriñadoras.
Al tiempo que la vida perfecta de su protagonista se va desmoronando con lo que su propio vecino le revela, la fachada construida a imagen y semejanza de su fama caerá con ella. "Está perdido en su propia profesión y su éxito, es algo que vemos en las redes sociales, donde muchos actores se exponen demasiado y dependen de la imagen que piensan que tienen que vender".
"Los actores por muy vanidosos que sean siguen siendo personas, en muchos de los casos por detrás hay gran cantidad de miedos, complejos, soledad y depresión". Interacciones que adornan de una u otra forma la conversación entre sus protagonistas y de las que el actor subraya "la necesidad de criticar" que a veces precede comentarios y ataques en los que "como actor eres la víctima perfecta".
Brühl confiesa que solo echa en falta un papel en su carrera: "Nunca he hecho de alguien que sea de Colonia". Confiesa que su "versión más relajada" es la que podríamos encontrar en los bares de la ciudad alemana. "Si empiezo a hablar la gente sabe de dónde soy y no tengo que fingir", explica con una sonrisa.