Hay más españoles en Hollywood que Penélope Cruz, Javier Bardem y Antonio Banderas. En 2022 se cumplen diez años del estreno del primer trabajo lejos de nuestras fronteras del diseñador de vestuario Paco Delgado. Desde entonces, este figurinista nominado a dos Oscar por Los Miserables y La chica danesa ha trabajado a las órdenes de directores como Tom Hooper, M. Night Shyamalan, Ava DuVernay, Louis Leterrier y Jaume Collet-Serra. El último en reclamar su talento ha sido Kenneth Branagh, director y protagonista de Muerte en el Nilo, la segunda de sus adaptaciones de la popular saga de misterio creada por Agatha Christie con el perfeccionista Hércules Poirot en el corazón de sus adictivos rompecabezas.
Trabajar en Hollywood le permite acceder a unos medios de los que jamás dispuso en sus colaboraciones con Pedro Almodóvar, Álex de la Iglesia y Pablo Berger. “Creo que fue alrededor del millón de dólares”, reconoce Delgado, sin estar muy seguro de cuál fue exactamente el presupuesto final para su departamento. “No es tanto dinero para una producción así”, insiste al hablar de una producción que le ha costado a Disney más de 90 millones de dólares, sin contar los gastos de promoción. “Siempre quieres más dinero. Esta película exigía no solo la confección y el material, sino un equipo de 60 o 70 personas que podían llegar a trabajar hasta ocho meses. Teníamos 150 o 160 cambios de vestuario para los protagonistas y muchos trajes se hacen dos o tres veces, para las escenas de baile por ejemplo”.
Muerte en el Nilo supone la primera colaboración con un director que también actúa en su propia película. “Trabajar con Kenneth es fácil porque tiene muy claro lo que quiere. Una de las razones es que él hace también de actor y tiene que trabajar planificar todo lo que quiere hacer como director para poder centrarse en la interpretación cuando está en el rodaje”, aclara un figurinista que tiene pendiente de estreno John Wick 4 y una comedia de acción con Nicolas Cage llamada The Unbearable Weight of Massive Talent. “A mí me gustan los directores que te dan un concepto. Kenneth quería que el vestuario de época no se viera como un vestuario afectado. En esa época la moda tenía muchos accesorios y era muy exagerada. Él quería un vestuario que pudiera hablar a las audiencias contemporáneas”.
No es la primera vez que se lleva a la gran pantalla uno de los libros más famosos de la autora más vendida de todos los tiempos. En 1978, Peter Ustinov protagonizó una versión de Muerte en el Nilo que se acabó llevando un Oscar por el diseño de vestuario de Anthony Powell. “Cuando trabajo en películas que han tenido versiones anteriores, si no he visto la película, intento no verla”, explica el canario antes de aclarar que sí había visto la adaptación de John Guillermin en televisión hace más de 20 años. “Cuando te llaman para hacer una nueva versión de un clásico, o incluso cuando no es tan clásico, tienes que pensar que quieren hacerla nuevamente por algo. No vale la pena repetirse”.
Mirando al pasado
El figurinista quería huir del estilo camp de la versión anterior. El primero de sus referentes fue el Vogue París, una de las publicaciones sobre moda más influyentes en una Europa que estaba a punto de entrar en la Segunda Guerra Mundial. “Esta gente tenía un nivel adquisitivo para irse cada año a París a confeccionarse la ropa. Cada momento tiene un tipo de propuestas que mueren con la época, pero otras siguen viajando en el tiempo y llegan hasta nuestros días. Como diseñador de vestuario estoy más acostumbrado a hacer época que trabajos contemporáneos, pero hay que darle un ojo contemporáneo”.
Su segundo gran referente llegó, inevitablemente, de las estrellas de la época del Hollywood dorado. Para el personaje de Gal Gadot la influencia más inmediata fue Carole Lombard, la actriz de Ser o no ser y Al servicio de las damas. “Queríamos diseñar una mujer glamurosa y ponerle vestidos que la gente no se ponía en la calle”. Para Euphemia Bouc, la artista que interpreta Annette Bening, el diseñador de vestuario pensó en Katharine Hepburn. “Era una mujer muy moderna y con un sentido de la moda muy peculiar y especial. No seguía la moda de una manera concreta y usaba pantalones todo el rato. No tenía miedo a presentarse en la sociedad llevando una prenda que estaba estigmatizada para las mujeres de esa sociedad. Marlene Dietrich era otro ejemplo”.
Muerte en el Nilo es una de esas películas que intenta recuperar la vieja tradición de juntar a un grupo de estrellas en la misma película para presentar un cóctel irresistible y aspiracional, pero Hollywood ya no es lo que era y el gran público pide que los actores estén más pegados a la Tierra. “Hay que entender cuál era el contexto del Hollywood de la época. Se salía de la Gran Depresión del Crac del 29 y la gente tenía una vida mucho más complicada. Muchos de los sueños de la sociedad americana de la época se habían roto. El cine contribuyó a crear una nueva esperanza”, explica Delgado. “Por eso existe el star system. Creo que ahora, por muchas razones, porque ya no somos tan ingenuos como espectadores y sabemos que en la vida de estos actores no es todo glamur y también queremos ver reflejadas en el cine a nuestra vecina de al lado. Las historias han cambiado”.
Para el figurinista, esa búsqueda de la perfección ya resulta artificial. “Ya no te puedes creer que hay un señor que aparece en la playa, se baña en el mar y sale del agua con el pelo perfecto y la raya en el mismo sitio. Te ríes si ves algo así. En esta película hemos intentado evitar esa sensación como enlatada de personajes engominados que era el cine de Hollywood entonces. El único personaje que está siempre perfecto es Poirot, pero no por eso, sino porque el propio Kenneth decía que Poirot tiene una obsesión compulsiva por estar perfecto siempre. La perfección siempre ha sido el leit motiv de su vida”.
El bien contra el mal
“Desde el principio queríamos jugar con dos personajes que eran contrapuestos. Aquí hay una rivalidad muy clara entre los dos personajes”, aclara el canario. “El personaje de Gal, a pesar de que tiene mucho dinero y que parece que tiene el mundo a sus pies, es muy frágil. Para ella eran perfectas las transparencias, los colores más claros, los colores que se pueden ensuciar o con los que se puede ver más el sudor cuando están en las pirámides en Egipto. El uso del lamé tiene unas connotaciones de persona rica que se pone una coraza contra el mundo. Era un tejido popular entonces, tenía mucho glamur y se usaba mucho en las producciones de Hollywood del momento”.
“Con el personaje de Jackie pasaba todo lo contrario. El amor y la traición son un cóctel de emociones muy potente”. Para vestir a Emma Mackey (una de las revelaciones de Sex Education), el diseñador huyó de las referencias cinéfilas. “Emma es una actriz que es mitad inglesa, mitad francesa. Desde el principio me pareció que tenía una pulsión mucho más latina que Gal a pesar de que ella es israelí y es mediterránea. Pensé que el rojo era un color importante para el personaje. Solo así puedes aparecer en una fiesta que no has sido invitada”.
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