Tras repasar las mejores series que nos ha dejado junio, ha llegado el momento de elegir lo mejor entre las películas del último mes. La cosa empezó por todo lo alto con Todo a la vez en todas partes, una vuelta de tuerca al concepto de los multiversos que ha dejado la boca abierta a crítica y público por igual, y acabó a lo grande con el arrollador biopic de Elvis que ha lanzado la carrera de Austin Butler y confirmado a Baz Luhrmann como autor total.
También hemos visto este mes Bailando por la vida, la comedia romántica de Apple TV+ con la que Cooper Raiff arrasó en Sundance; Fire Island, una divertida vuelta de tuerca a los romances de Jane Austen en clave gay y fiestera; Black Phone, el estimulante regreso al terror de Scott Derrickson casi diez años después de Sinister, y Tenéis que venir a verla, la naturalista propuesta de Jonás Trueba que explora sutilmente la vida y las emociones después de la pandemia.
'Todo a la vez en todas partes' (Salas de cine)
Corren tiempos difíciles para la originalidad en los despachos de los grandes estudios de Hollywood. O quizás estamos buscándola en los lugares equivocados. La pareja profesional creada por Dan Kwan y Daniel Scheinert demuestran con Todo a la vez en todas partes que otro tipo de cine comerciales es posible. Siguiendo una hoja de ruta marcada por el Matrix de las hermanas Wachowski, los Daniels han dejado a la industria y al público con la boca abierta con uno de los blockbusters más imaginativos, desprejuiciados y emocionantes de los últimos años, una incursión en las posibilidades narrativas del multiverso que ha dejado a Marvel en un simple artificio.
Con su segunda película y con la ayuda de una pletórica Michelle Yeoh, los Daniels se salen con la suya en su misión por descolocar, emocionar e impactar a un público que al abandonar la sala lo hace con la sensación de haber sido testigo de algo único, tan imperfecto como memorable, tan escatológico como emotivo. No hay límites ni prejuicios en el cine de unos directores que, irónicamente, acaban haciendo justicia al propio título de su segundo trabajo en el cine. Estamos ante una película que lo es todo, a la vez y en todas partes.
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'Elvis' (Salas de cine)
Baz Luhrmann despide al ídolo y la leyenda en este homenaje, dejándonos embobados una vez más con una carta de amor muy personal a la música, la ópera y la tragedia -tres elementos esenciales en las películas de Luhrmann-. En el último acto, y tratando de estar en sintonía con este icono y con el despliegue musical y visual que le rodea, Austin Butler se entrega a su público una vez más y nos muestra los últimos grandes hits del ídolo del rock que, sin saberlo, acabaría encerrado en una jaula de oro.
Una vez que los focos se apagan, los micrófonos y los altavoces se desenchufan y el público se marcha, solo queda el ruido ensordecedor que deja el vacío y la tristeza. En Elvis, el gran villano parece haber ganado la guerra y la habitación del cantante se oscurece, se baja el telón y se anticipa la llegada del ocaso final. Sabemos cuál es el desenlace de esta historia, pero sigue siendo un viaje espectacular.
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'Bailando por la vida' (Apple TV+)
Los cínicos no tienen que buscar muy lejos para encontrar motivos para mirar Bailando por la vida con distancia irónica, pero lo tendrán increíblemente difícil para no caer rendidos ante un encanto y una sensibilidad que resultan simplemente arrolladores. Lo que en otros cineastas podría percibirse como falso o frívolo, aquí parece personal y auténtico.
Ser optimista, romántico y empático es una declaración de intenciones por parte de un director que puede parecer ensimismado. No lo está. Lo personal es universal. Con 25 años y solo dos películas, la nueva promesa del indie estadounidense ya ha establecido una personalidad irresistible y un estilo reconocible. Muchos artistas necesitan toda una carrera para descubrir quién son y lo que quieren contar. Cooper Raiff lo tiene claro desde la casilla de salida. Ahora es decisión del espectador si quiere refunfuñar ante una mirada risueña en un mundo hostil o si quiere dejarse llevar por la belleza y la alegría de vivir de un cineasta que ha llegado para quedarse. Bienvenido sea.
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'Fire Island' (Disney+)
El retrato más casual y desprejuiciado del sexo, el impacto en las relaciones de apps como Grindr y OnlyFans, la obsesión por la cultura pop (el hilarante chiste de Marisa Tomei y Alicia Vikander durante una partida al Time’s Up) y el uso recreacional de las drogas hacen de Fire Island una comedia mucho más interesante y auténtica que otras incursiones de la comunidad LGTB+ en el género romántico. Eso sí, los que busquen esas historias más convencionales, pueden estar tranquilos. La referencia inicial a la obra de Jane Austen no es casual.
Las nuevas generaciones de cineastas ya no parecen interesadas en pedir perdón ni permiso por querer verse en pantalla y hacerse cargo de sus propias historias. En un momento en el que algo tan inocente como el beso entre dos mujeres en Lightyear ha causado un absurdo revuelo en redes sociales y medios de comunicación, Fire Island es una celebración de lo queer, en el amor y fuera de él, que no pretende satisfacer a nadie más que a sí misma.
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'Black Phone' (Salas de cine)
La mayor fuente de tensión de Black phone llega a través de un imponente Ethan Hakwe que solo necesita una máscara, quitarse la camiseta y permanecer impasible mientras espera que sus víctimas caigan en sus tramas para resultar mucho más terrorífico que cualquier susto repentino utilizado a traición por el director. Hasta en dos ocasiones Scott Derrickson se saca de la manga una presencia fantasmagórica para aterrorizar de forma gratuita a la audiencia, sin importarle que para ello tenga que traicionar las reglas planteadas hasta entonces por una película que, a pesar de algunos brotes violentos, está más cerca del suspense con toques sobrenaturales y la comedia negra que del terror.
Black phone se pierde en tramas más o menos entretenidas y casi siempre contraproducentes para el juego del ratón y el gato que mantienen víctima y verdugo en el sótano en el que transcurre la mayoría de la película. Desde las visiones paranormales que sirven a los policías para acercarse al criminal o las negociaciones con Dios de la hermana del protagonista, Derrickson parece darse cuenta sobre la marcha de que había un motivo por el que la historia original de Joe Hill no era más que un relato corto. A pesar de la ambientación setentera, el buen hacer de los actores infantiles y un interesante villano, el director no termina de rematar su regreso al género que lanzó su carrera en Hollywood. Aún así, un esfuerzo notable y muy disfrutón.
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'Tenéis que venir a verla' (Salas de cine)
Después de explorar a la generación Z en la monumental Quién lo impide, Jonás Trueba cambia de tercio con una película mucho más sencilla aparentemente. Durante una hora asistimos a las conversaciones, a medio camino de lo trascendental y la autoconsciencia, de dos parejas que sirven al cineasta para hablar del impacto que ha tenido la pandemia en el ser humano. Por momentos puede parecer anecdótica, pero hay en ella una sinceridad y una simplicidad que resulta refrescante.
Con su último trabajo, Tenéis que venir a verla no convencerá a los escépticos. Tampoco lo necesita: estamos ante una de las voces más personales, libres y auténticas (incluso cuando tontea con lo pedante, la etiqueta que le ha acompañado desde su debut) del cine español. Muy pocos se atreverían a acabar y empezar una película como lo hace Jonás en esta historia de cuatro viejos amigos que escuchan música, hablan, leen, comen, pasean y juegan al ping-pong mientras, sin darse cuenta, hablan de lo que nos está pasando hoy como sociedad.
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