Valladolid es el segundo hogar de Robert Guédiguian, un veterano cineasta francés que a sus 68 años sigue sin perder el espíritu combativo en sus películas o en sus encuentros con la prensa. El marsellés escogió la Seminci, un festival que ha participado hasta en seis ocasiones (ganó la Espiga de Oro en el año 2000 con La ciudad está tranquila y se quedó a las puertas en 2011 con Las nieves del Kilimanjaro), para la première mundial de su última película: Mali Twist. El drama llega a los cines españoles este viernes sin perder un ápice de vigencia, como puso en evidencia la reciente tragedia en la frontera de Melilla.
La propuesta de Guédiguian nos lleva hasta el Mali postcolonial de los años 60, cuando los jóvenes de Bamako bailan el rock and roll recién importado de Occidente y sueñan con una renovación política. Mali Twist está contada desde la historia de amor de Samba, un socialista, y Lara, una joven rebelde de la que se enamora cuando coinciden durante una de sus misiones en la selva. Para escapar de su matrimonio forzado, ella huye en secreto con él a la ciudad. El hombre destinado a casarse con Lara se niega a dejarla libre, mientras la Revolución pronto les obligará a replantearse el futuro, el suyo como pareja y el de Mali como país libre.
El director ha recurrido al romance de una joven pareja para contar la historia de un país que ansía la libertad y la independencia real de Francia. “Por definición tienen que ser así. A mi edad yo no voy a cambiar el mundo ya. Para mí ya es demasiado tarde”, explica el director a medio camino de la resignación y la esperanza.
“Creo que siempre deberíamos tener esperanza en la juventud. Fíjate ahora. Tenemos una generación muy activa, incluso los más jóvenes, a los que les preocupa el individualismo y el cambio climático. Lo ideal sería que todos esos pensamientos de cambio se estructuren con el paso de los años y se convierta en una nueva fuerza política que aún no conocemos”.
Hay batallas nuevas y otras que no parecen terminar nunca, como la relación entre la vieja Europa y su pasado colonizador. “Hay que recordar constantemente que el colonialismo fue un desastre. Todavía hay gente en Francia que sigue manteniendo que llevamos la civilización a países que carecían de ella. Piensan que esos hombres son y eran inferiores a nosotros. Esa es la base del racismo y es un pensamiento odioso contra el que hay que luchar”, sentencia el francés. “El colonialismo es un crimen contra la humanidad”.
Han pasado casi sesenta años de los actos que narra Mali Twist, pero la situación política, social y humanitaria en Mali sigue siendo catastrófica. El 18 de agosto de 2020, el presidente de la nación y el primer ministro fueron arrestados por los militares después de un motín que protestaba por la situación económica y seguridad en el país. Al día siguiente renunciaron. Tres años después, la situación no es mucho mejor. “La situación de los derechos humanos allí es horrible”, reconoce un director que tuvo que hacer pasar la ciudad senegalesa de Thiès por Bamako.
“Ahora mismo hay diferentes grupos que son literalmente bandidos. No hay nada político ni religioso tampoco. Solo hay soldados que se quieren aprovechar de un territorio u otro. Lo que está pasando ahora en Mali en Occidente se llamaría guerra civil. Literalmente. Creo que el pueblo de Mali está sufriendo muchísimo”, lamenta un director que ha ambientado casi todas sus películas en su Marsella natal.
“No nos entienden”, lamenta uno de los personajes de Mali Twist cuando asume que su visión de la revolución no es compartida por la sociedad y las autoridades de la época. “Yo no pensaba así hace treinta años, entonces pensaba que los cambios podían ser definitivos. Ya no. Ahora creo que los momentos revolucionarios que hay, hay que tomarlos tal como son, hay que conservar la exaltación y la alegría que traen esos instantes puntuales”, admite Guédiguian. “Yo siempre los llamo momentos comunistas. Son momentos fugaces que desaparecen, por lo que tienes que volver a fabricarlos para que vuelvan a aparecer. Es un combate permanente. El comunismo es algo que se debe reconstruir constantemente”.
El realizador reivindica el poder de la cultura y la emoción para transmitir los valores de esa ansiada revolución. “Creo que podemos enseñar y aprender mejor las cosas así que cuando nos limitamos a decir las cosas teóricamente o con un discurso político. A veces puedes transmitir y mover más las conciencias a través de las palabras recitadas por un actor que con un simple discurso”, reclama el autor de Marius y Jeannette, antes de insistir en que también hacen falta discursos y medidas democráticas.
Lejos de la retórica y los sueños políticos, el amor y el baile también son una parte fundamental de una película que ha sido comparada con Lovers Rock, el aclamado episodio de la antología que Steve McQueen dedicó a las comunidades afrocaribeñas de Londres, Small Axe. “No la he visto, pero me la han recomendado mucho. Dicen que es formidable”, aclara Guédiguian.
El propio director y su esposa fueron los que enseñaron a bailar el twist a la pareja protagonista, Stéphane De Bak y Alice Da Luz. “La primera vez que juntamos a los actores principales fue en nuestra productora de París. Empujamos las mesas y les demostramos cómo se bailaba el twist y el rock utilizando la misma música de la película”. Tras esa primera lección, la pareja estuvo seis tomando lecciones de baile dos o tres veces a la semana.
Los extras fueron la gran sorpresa de la producción. “Para los extras, encontramos clubes donde todavía se bailaban estos estilos. Todos eran unos locos del baile”, recuerda el francés. “Si te fijas, se han adaptado al estilo africano. En la película no se baila como se bailaba el twist en Europa o en Estados Unidos. Los figurantes bailaban noches enteras. A las 5 de la mañana bailaban igual que a las 9 de la noche. Siempre me preocupa que los figurantes se agoten, pero esto no sucedió en ningún momento en Mali Twist”.
Guédiguian se pone serio una última vez antes de cerrar la conversación para lamentar uno de los errores capitales de los movimientos revolucionarios de izquierdas. “Siempre se han jerarquizado demasiado. Deberíamos llevar todos los combates a la vez, desde el feminismo a la ecología. Siempre se dice que lo importante es el nivel económico y el social, pero la ideología, la cultura, feminista o religiosa pasa a segundo plano y como algo que resolver más adelante. Eso es totalmente falso”. Quizás la siguiente revolución sea la definitiva, aunque ni siquiera un optimista como él lo cree de verdad.
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