La visita de Juliette Binoche era uno de los platos fuertes de la 70.ª edición del Festival de San Sebastián. La francesa estrena dos películas (Fuego, de Claire Denis, y Winter Boy, de Christophe Honoré), es la protagonista del póster oficial del certamen y es la receptora de uno de los dos premios Donostia que se entregan este año. “No quiero que se me suba esta historia a la cabeza”, aclara cuando le preguntan por la sobredosis binochiana que ha arrasado la ciudad donostiarra estos días. Lo quiera o no, ya forma parte de la realeza del Zinemaldia.
“Ahora mismo estoy en medio de un rodaje y esa es mi mayor preocupación en estos momentos. Todo lo demás es un regalo, pero hay que aprender a no tomarse las cosas de una manera muy personal, ni como actriz ni como mujer. La vida te pone los pies en el suelo. De todas formas, estoy muy orgullosa de recibir este premio Donostia. Quiero mucho a este festival”.
En las distancias cortas, Binoche alterna la frialdad (no quiere o no sabe responder preguntas sobre por qué las actrices de más de 40 años tienen más trabajo en Europa que en Estados Unidos, y tampoco se explaya en los papeles que estuvo a punto de hacer y finalmente rechazó, como pasó con las tres llamadas que recibió de Steven Spielberg) con la honestidad (los directores son el reclamo más importante para aceptar un guion, ahora solo piensa en sus próximas vacaciones y el rodaje de Fuego, a pesar de su relación de confianza con la directora, no fue el más fácil de su carrera).
[Juliette Binoche recibirá el Premio Donostia en la 70 edición del Festival de San Sebastián]
Binoche recibió el premio minutos antes de la proyección de Fuego, una película que le reportó a Denis el premio a la mejor dirección en la última edición del Festival de Berlín y que llegará a los cines españoles el 30 de septiembre. En este drama erótico con elementos que bordean el thriller psicológico Binoche interpreta a una mujer de éxito que pone en peligro la vida que ha construido junto a su pareja cuando decide reavivar las llamas de un amor del pasado con el mejor amigo de ambos.
La francesa pertenece a una generación de mujeres para las que la fidelidad es una exigencia, mientras que para ellos solo es una opción. A los 58 años, prefiere recordar a sus referentes antes que reflexionar sobre si cree que ella misma se ha convertido en uno. “Siempre he tenido como modelo a mi madre, que era una mujer que, a pesar de estar casada, decidió que no era feliz. Se guion por su corazón y fue hacia la felicidad. Como niña que vivió un divorcio, lo importante para mí es ser honesta conmigo misma”.
Tras mantener relaciones de varios años con los directores Leos Carax y Santiago Amigorena y los intérpretes Olivier Martinez y Benoît Magimel, actualmente es pareja del también actor Patrick Muldoon. “También admiro a las personas que buscan la perfección, una vida ideal, pero me da cierto miedo porque al final de tu vida puede que te replantees si has escogido la buena opción. La vida tiene dificultades y va cambiando, aunque el deseo está ahí y cada uno se adapta a las situaciones. No hay una única solución. Lo que tengo claro es que no hay que meterse en la nevera para tener una vida perfecta”.
La flamante premio Donostia tiene un pasado común con el otro profesional que homenajeará el festival durante los próximos días, el canadiense David Cronenberg. “Con Cosmópolis tuvimos un rodaje muy rápido”, recuerda. La intérprete grabó sus escenas con Robert Pattinson en dos o tres jornadas [los dos volverían a repetir años más tarde en High Life, dirigida también por Denis]. Mientras los actores actuaban con total libertad en una limusina, el director de Una historia de violencia les dirigía a lo lejos desde un camión, desde el que se comunicaba a través de un ruidoso altavoz diciéndoles qué hacer y qué no hacer en escena. “Nunca había hecho algo así”, admite risueña.
En 2023 se cumplirán 40 años de la primera vez que Binoche apareció en una película, la hoy olvidada Liberty Belle. La francesa intenta hacer memoria cuando le preguntan por las películas, los directores o los personajes que han marcado una carrera excepcional. Binoche puede presumir de ser una de las cuatro únicas personas que ha ganado los premios de interpretación en Berlín, Venecia y Cannes (las otras son Jack Lemmon, Sean Penn y Julianne Moore).
“Empezaría por Jean-Luc Godard, aunque tuve un papel pequeño con él. Trabajar con un director de la Nouvelle Vague fue muy importante para mí”, explica en una entrevista realizada horas antes de subirse al Kursaal a recibir el premio Donostia en reconocimiento a toda su carrera. “Le debo mucho a André Téchiné, me dio mi primera gran oportunidad con La cita”. De Leos Carax destaca cómo el director, en la primera de sus dos colaboraciones, le regaló “un personaje de mujer perfecta, quizás idealizada”.
La francesa destacó también Azúl, de Krzysztof Kieślowski, su primera película de repercusión internacional antes de ganar el Oscar por El paciente inglés, de Anthony Minguella, cuando solo tenía 32 años. “Hay más directores importantes para mí: Bruno Dumont, Claire Denis, Abbas Kiarostami”. Binoche completa el reparto acordándose de Chocolat, “una película que me abrió las puertas a una nueva generación de espectadores”.
Binoche tiene estatus de leyenda dentro y fuera de Francia, pero todavía se resiste a ser ella la que determine si ya ha llegado a un nivel que le permita convertirse en “La Binoche” en su país de origen. Así es como reconocen en el país vecino a las grandes entre grandes, como la Huppert y la Deneuve. Quizás ella sea demasiado prudente para coronarse, pero las más de mil personas que la ovacionaron al recoger el premio Donostia en manos de Isabel Coixet, su directora en Nadie quiere la noche, lo tienen claro: La Binoche se merece eso y más.