Nada apunta a que Jean-Pierre y Luc Dardenne vayan a seguir el camino de los Coen, una pareja de hermanos y colaboradores que en 2018 decidieron dejar de rodar películas juntos indefinidamente para que cada uno de ellos pudiera centrarse en sus intereses. En su relación con el cine, “hay algo ligado a nuestra niñez, por eso hacemos películas juntos”, explica Luc durante una entrevista en la última edición del Festival de San Sebastián. “Después de 45 años seguimos haciéndolo, aunque no sabríamos decir qué”. Con Tori y Lokita, su película nº 20, vuelven a la infancia y a los temas sociales que les ha convertido en los reyes del género -compartiendo título con otro veterano como Ken Loach, por supuesto.
No se entiende el cine de los Dardenne sin su relación con el Festival de Cannes, en el que han ganado dos Palmas de Oro -con Rosetta y El niño- y de donde siempre han salido con un premio bajo el brazo. Su última película recibió el Premio Especial 75 Aniversario, un reconocimiento honorífico que quiso poner en valor la importancia de unos autores que siempre están dispuestos a sacar a la luz las vergüenzas de la sociedad europea en general y belga en particular.
Tori y Lokita son un niño y una chica adolescente que llegaron solos de África y que, en la Bélgica de hoy, se enfrentan a las difíciles condiciones de su exilio con su amistad como único punto a favor de su supervivencia. A los hermanos les apetecía contar la historia de dos amigos que, en realidad, se comportan como si compartieran lazos biológicos. “Nos pareció más interesante contar una historia de un joven y una chica que se eligen como miembros de la misma familia”, reconoce Jean Pierre. “Si consiguen demostrar que son hermanos, ella tendría documentos”. El problema es que nadie, ni las autoridades ni los civiles que se encuentran en su camino, parece demasiado interesado en ayudarles.
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Mientras preparaban la película, los hermanos leyeron testimonios de niños menores no acompañados y descubrieron que en muchas familias escogen a uno de sus hijos para mandarlos a Europa a ganar dinero. “Un niño con el que hablamos se preguntaba por qué le habían escogido a él 'si yo era bueno’”, recuerda Jean Pierre. Tras documentarse, los Dardenne decidieron contar su historia desde el punto de vista de personajes que no tienen a nadie más, solo el uno al otro.
A pesar de que Tori y Lokita se muestra crítica con los comportamientos de aquellos individuos que rodean a los niños protagonistas, los belgas prefieren no hacer razonamientos demasiado generales “porque es peligroso”. “Es verdad que en principio el ser humano no es solidario, pero también estamos en una sociedad democrática hemos conseguido estar de acuerdo en pagar impuestos y que con ellos se pueda pagar una educación pública y que haya hospitales”, explica, más optimista que en sus películas, el cineasta.
En los últimos meses películas como Pornomelancolía y Sparta han sido cuestionadas por la relación de sus directores con sus respectivos repartos no profesionales. Pablo Schilz (Tori) y Joely Mbundu (Lokita) nunca se habían puesto delante de la cámara antes de rodar este devastador drama en forma de thriller. “Cuando los escogimos, pedimos a los padres que leyeran el guion. Sus padres leyeron el guion y sobre todo los padres de Pablo le preguntaron si quería hacer la película”, aclara Luc.
No es la primera vez que los Dardenne trabajan con actores no profesionales, ni con menores de edad. En Bélgica los padres no pueden tocar el dinero y éste se guarda en un fondo hasta que los niños cumplen los 18 años, a diferencia de países como Estados Unidos, donde los juguetes rotos de la industria son dolorosamente habituales. Los hermanos practicaron con los jóvenes la parte más física del rodaje, pero nunca les explicaron el guion. “No lo hacemos con nadie, tampoco con los profesionales. Saben todo lo que ocurre y no nos escondemos cuando nos preguntan. Hicimos La promesa con Jérémie Renner cuando tenía 14 años, pero dice que no la comprendió. A los 20 años empezó a entenderla”.
Las reacciones que se encuentran cada día los niños africanos como Tori y Lokita que llegan a Europa no es la misma, desgraciadamente, que han recibido los refugiados ucranianos desde que Rusia decidiera invadir su país este año. Jean Pierre mira al pasado para explicar los viejos vicios del continente. “Después de la I Guerra Mundial, en los años 50 muchísimos italianos vinieron a Bélgica. Cristianos, blancos, católicos y cercanos geográficamente. Cuando llegaron, en muchas casas no se alquilaba a italianos. Hace 70 años reaccionábamos así, no toda la población, pero el racismo ya estaba presente y se manifestaba. Nadie pedía que lo quitaron de la puerta”.
“Hoy tenemos a los ucranianos y a los africanos, los sirios y los iraquíes”, prosigue el director, que cree que aquí la proximidad sí juega un papel. “Los ucranianos son blancos y europeos, y además es un país atacado por la dictadura rusa. Nadie piensa que se van a quedar, de hecho, muchos ya se van”. Los Dardenne cuentan en Tori y Lokita cómo la situación para los africanos es muy diferente. “Hay menos empatía, es más difícil en general, aunque hay muchos ciudadanos en todos los países que desobedecen para ayudarles”. Mientras haya gente dispuesta a luchar por ellos -o por contar sus historias, como los belgas- habrá esperanza.