‘Mean Girls’ ha vuelto con un descarado y divertido remake musical que abraza su legado y lanza un nuevo mensaje
La nueva versión, que ya se ha estrenado en cines, incorpora la historia que conocemos y las canciones del musical de Broadway.
12 enero, 2024 15:16Han pasado veinte años desde el estreno de Chicas malas y una gran parte del público sigue aferrándose a ella. Y con razón. La película de Mark Waters escrita por Tina Fey fue un fenómeno que sin duda marcó la década de los 2000 y que ha regresado a lo grande con un reboot que se adapta al paso del tiempo incorporando las canciones originales -y a parte del reparto- del musical que llevó la historia a Broadway y que después fue nominado a un Tony.
Esta nueva versión musical -que se acaba de estrenar en cines- cumple la difícil tarea de traer esa premisa a la época actual y refrescarnos la memoria, recordándonos por qué Chicas Malas seguirá siendo un clásico moderno y una parte imborrable de la cultura popular.
En una época en la que los remakes son algo normal, y en especial convertir películas de éxito en musicales -véase El color púrpura, cuyo remake musical se estrena en febrero en España-, no es raro que Chicas malas hiciera lo propio. Porque aunque no haya pasado mucho tiempo desde que se estrenó el filme original, es bienvenido recordar las frases icónicas a las que te aferraste para sobrevivir durante la adolescencia o simplemente darle al público otra razón para acudir al cine vestido de rosa.
La premisa
Prácticamente todo en esta nueva versión es tal y como lo recordábamos. La historia se centra Cady Heron (Angourie Rice), una joven que se traslada a Estados Unidos después de haber sido educada en casa por su madre (Jenna Fischer), en Kenia. Al llegar a su nuevo instituto, tendrá la suerte de ser acogida por Janis (Auliʻi Cravalho) y Damian (Jaquel Spivey).
Muy pronto llega el momento que todos estábamos esperando: el encuentro con las Divinas, un grupo de adolescentes altivas que menosprecian al resto de estudiantes. Y entre las que se hace destacar la abeja reina: Regina George (Renée Rapp). Cualquiera en su sano juicio se mantendría al margen de Regina y su séquito -aunque en el fondo desees ser pisoteado por ella-, pero Cady le cae en gracia y empieza a juntarse con ellas.
Sin embargo, Cady comete el imperdonable error de enamorarse de Aaron (Christopher Briney), un joven al que se podría confundir con uno de los muebles de la clase de cálculo y que, casualmente, es el exnovio de Regina. Esto sienta las bases de la rivalidad entre ambas, poniendo a prueba su madurez y también el estatus social y la posición que tenían.
Reconocible para los fans
Uno de los puntos que juega muy a favor de esta renovada versión de Chicas malas es que se trata de un producto accesible tanto para los fans de siempre como para las nuevas generaciones. Los que ya conozcan -o se sepan de memoria- el diálogo de la versión original que protagoniza Lindsay Lohan en 2004, reconocerán las icónicas frases en la versión musical, cuyo único gran cambio es la efectiva incorporación de la historia original a la era de TikTok y el lenguaje que utiliza la generación Z. Y, por supuesto, la música.
Porque son los números musicales los que hacen brillar al nuevo elenco, con mención especial a la balada punk rock I’d Rather Be Me que entona Cravalho, la pegadiza Apex Predator que también canta con Jaquel Spivey o temas como Someone Gets Hurt y World Burn, cantadas por Rapp. Son las mejores canciones de la película y junto al desbordante carisma del elenco, el ancla que mantiene nuestro interés en una trama que ya conocemos al dedillo.
Abrazando el legado
Siendo conscientes de cuáles eran los elementos que funcionaron en la película original, los directores y debutantes Arturo Perez Jr. y Samantha Jayne han querido refrescar la fórmula de éxito, incorporando el talento de una nueva generación de actores que han sabido estar a la altura de las circunstancias.
El nuevo elenco abraza a sus personajes sabiendo el recorrido y lo importantes que son para gran parte de los espectadores y todos ellos cumplen sobradamente con su cometido, aunque hay algunas menciones notables que se quedarán con nosotros cuando aparezcan los créditos finales.
Desde los profesores interpretados por Tina Fey y Ashley Park hasta las divinísimas Bebe Wood y Avantika Vandanapu, todo el reparto es una razón en sí misma por la que volver a ver la película una y otra vez como la original. Pero hay que hacer una mención especial a las verdaderas reinas del espectáculo.
Porque aunque Cady Heron siempre fuera la protagonista y Angourie Rice haga un buen trabajo en el desarrollo del personaje, de quien se enamoró el público en realidad fue de Regina George. Porque a quién no le va a gustar una chica mala sin remordimientos que pisotea a quien se ponga por delante…
Renée Rapp ya conoce al personaje, porque también interpretó a Regina en el musical del que también parte el reboot, pero sigue dejando boquiabierto su manera de brillar cada vez que aparece en pantalla. Las escenas que protagoniza nos parecerá insuficientes, especialmente después de escucharla cantar en secuencias musicales como World Burn.
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Junto a ella, también se ganan nuestro corazón Jaquel Spivey como Damian y Auliʻi Cravalho en el papel de Janis, el carisma que tiene y la química que surge entre ambos serán los culpables de que la sonrisa no se borre de nuestra cara en toda la película. Ellos son el corazón de la película. Y se agradece que personalicen tan bien la esencia queer de Chicas Malas en la que tanto nos refugiamos cuando vemos la película original una y otra vez.
Un nuevo mensaje
La nueva Chicas malas no está inventando nada nuevo, pero sí que es una adaptación musical muy divertida, que funciona y que tiene algo que aportar. Sería injusto compararla con la original, porque es que no tenga el mismo éxito y que muchos la miren con lupa, pero sí que se le debe reconocer el gran trabajo que hace al recuperar la historia que conocíamos y homenajearla de una manera tan descarada y pegadiza.
Además, también era necesario eliminar del legado de Chicas malas el estigma en torno a lo queer y abanderarse aún más de una diversidad que antes se quedaba más bien en el subtexto para poder hacer de este emblema de la cultura pop una fiesta en la que todo el mundo se siga sintiendo incluido y representado.