Una mujer brillante y un guía con el que se lleva a matar (Tras el corazón verde) debe atravesar un peligroso río (La reina de África), enfrentarse a una maldición (La momia) y derrotar a unos villanos que no vienen de este mundo (Piratas del Caribe). Se pueden decir muchas cosas de Jungle Cruise, el regreso al cine de aventuras de Disney. Que sea original no es una de ellas.
El espectador más cínico podría acudir a la RAE en busca de la palabra que mejor define la película protagonizada por Emily Blunt y Dwayne Johnson. Pastiche: “Imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente”. Que se pueden ver claramente las costuras de la última película de Disney+ es, quizás, lo de menos.
Además de ser uno de los blockbusters más disfrutables y decididamente intrascendentes y simpáticos de los últimos años, Jungle Cruise es también la clase de película que se queda en la retina de los jóvenes espectadores que encuentren en ella su primer contacto con las aventuras exóticas ambientadas en tiempos pasados y con enemigos de otro mundo. Como los niños de los 80 con Indiana Jones, los de los 90 con La momia o los de los 2000 con Piratas del Caribe. Aunque la película de Jaume Collet-Serra nunca llegue a alcanzar la brillantez de esos referentes, las emociones a la que apela son las mismas.
En una época en la que las propiedades intelectuales dominan la conversación cultural y marcan la forma de hacer negocios en la industria del cine, la Casa del Ratón acudió a sus parques temáticos con la esperanza de encontrar un concepto potente con el que, idealmente, crear una nueva franquicia lejos de Marvel, Star Wars y sus películas de animación. El objetivo era claro: seguir los pasos de la saga protagonizad por Johnny Depp y evitar el fracaso de Tomorrowland: El mundo del mundo, el último intento de la compañía de convertir una atracción de feria en una película con potencial.
La idea detrás de la atracción de Jungle Cruise era simple (los pasajeros se suben a un barco que debe atravesar un río amenazado por los peligros de la jungla), pero funcionaba como base argumental sobre la que añadir todos los tropos del cine de aventuras. Lejos del ruido de las persecuciones, las peleas, los guiños en clave de humor y los giros de guion, es la química de la pareja protagonista lo que sostiene las más de dos horas de duración de película.
Algún guionista debería empezar a escribir hoy mismo para que Emily Blunt y Dwayne Johnson vuelvan a encontrarse en una pantalla. La inglesa vuelve a demostrar que es una actriz superdotada que se mueve como pez en el agua en cualquier género, encajando a la perfección con un actor que resulta arrolladoramente carismático en cada una de sus apariciones. Puede que el anteriormente conocido como The Rock no tenga el rango de su compañera, pero su facilidad para captar la atención de la audiencia y resultar cool sin que se note cuánto lo está intentando es algo que se tiene o no se tiene.
Tras dirigir numerosos thrillers a la mayor gloria de Liam Neeson, el director catalán se estrena en las grandes superproducciones y el cine familiar. Con Jungle Cruise, Collet-Serra domina la mezcla de géneros, permitiendo lucirse a su reparto (al igual que en Noche de juegos, el habitualmente dramático Jesse Plemons vuelve a hacer gala de un talento natural para la comedia) y sobreponiéndose al enfangamiento del guion en algunos pasajes, especialmente cuando la mitología de la película se sitúa en el primer plano de la acción.
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Hay más regusto nacional en la cinta de Disney más allá de la encomiable primera incursión del director en un nuevo género. La leyenda sobre la que está construida la película se remonta a la desesperación de un español (Lope de Aguirre) que viaja hasta el Amazonas con la esperanza de encontrar un remedio que salve la vida de su hija. El colombiano Edgar Ramírez da vida a un personaje que parecía escrito para Javier Bardem, pero la participación de éste como el villano Salazar en la quinta entrega de Piratas del Caribe jugaba a la contra de su fichaje por la película de Collet-Serra.
El director da su primera oportunidad en Hollywood a Dani Rovira y Quim Gutiérrez, que aparecen como esbirros del villano. Aviso: más de un espectador se perderá sus apariciones en la película por culpa de una caracterización que no desvelaremos: al actor de Azuloscurocasinegro se le reconoce más por la voz que por su presencia. También destaca en el equipo el canario Paco Delgado, dos veces nominado al Oscar, y encargado aquí del diseño de vestuario. Todo queda en casa.
Tras dos intensas horas de acción, humor, romance y aventuras, Jungle Cruise se convierte en una montaña rusa cinematográfica que, como las propias atracciones de feria, no te sorprende pero sí te deja satisfecho y con ganas de repetir cuando te bajas de ella. La película se puede ver actualmente en Disney+ y en cines. Nuestra recomendación está clara: si puedes, corre a la pantalla más grande que tengas a mano.
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