Una de las películas que ha logrado un vínculo emocional con sus espectadores es Monstruos S.A., una de las primeras películas del estudio (la número cuatro, exactamente). A pesar de estrenarse hace 20 años, el filme ha sobrevivido en las siguientes generaciones. De hecho, Pixar ya apostó por una precuela (Monstruos University) y ahora le ha dado una de las primeras series originales en su plataforma, Monstruos a la obra, que llega a Disney+ hoy 7 de julio.
Las películas de Pixar siempre (o casi siempre) son un éxito de crítica, pero no todas calan en el público como para convertirse en iconos que pasan al imaginario popular. Por ejemplo, Soul, su penúltimo estreno, es una obra maravillosa, pero parece difícil que dentro de diez años alguien se acuerde de sus personajes, o sus gags. Aunque sea superior a otros filmes del mismo estudio, no todos tienen esa capacidad de grabarse a fuego. Por ello, no es raro que hayan confiando en ella, ya que condensa varios de los factores que hacen que un título se convierta en emblemático y en caldo de cultivo para convertirse en franquicia: un universo propio y reconocible, dos personajes queridos y carismáticos, y un humor y concepto aptos para toda la familia.
Monstruos S.A. es de esas pelícilas en las que los niños se morían de risa con los tropiezos de Mike Wachowsky y salían queriendo comprar juguetes y peluches y los padres pasaban un rato casi más divertido que el de los chavales. Los padres no saldrán tan convencidos de esta primera serie basada en Monstruos S.A. No porque sea mala, que no lo es, sino porque pierde el factor sorpresa y el encanto de la película original.
Monstruos a la obra se sitúa seis meses después de los sucesos que ocurren en la película. A partir de ese momento la fábrica de sustos debe sufrir una reconversión, ya que a partir de ahora son las risas las que nutrirán de energía a toda la ciudad. Pero eso pasa por formar a los trabajadores, que hasta ese momento han vivido asustando a los pobres niños. La metáfora de la película, es que es mejor reír que temer. El optimismo frente al miedo reaccionario, sigue presente, pero ya de fondo.
No ayuda que Mike y Sully se conviertan en personajes secundarios. Ahora son los jefes de la fábrica, y sus apariciones son esporádicas. Cuando salen apelan a los espectadores originales, pero han cedido el protagonismo a nuevos personajes que -al menos en los dos episodios que la prensa hemos podido ver- no se ganan el corazón de los espectadores. La que está más cerca de lograrlo es la Val Little a la que pone voz Mindy Kaling, pero el protagonista, Tylor Tuksmon, no tiene el carisma ni el empaque suficiente para sostener la serie sobre sus hombros, al menos de momento.
Hasta ahí las malas noticias, porque por lo demás Monstruos a la obra es una serie divertida, fresca, que sigue beneficiándose de ese universo tan atractivo y lleno de posibilidades. De ese universo de puertas que hacen de entrada al mundo de los niños. En lo narrativo es menos ágil, pero sigue teniendo momentos divertidos, escenas de acción visualmente originales y los suficientes elementos para que los 25 minutos de duración se pasen volando.
Los nuevos personajes son los que dan sentido al título de la serie, Monstruos a la obra, ya que son los peones de abajo de la fábrica, los que arreglan todo sin destacar. La serie pone foco en aquellos que no se llevan los titulares, pero cuyo trabajo es fundamental y a los que todos llaman "raritos". Uno de los mensajes más repetidos en el cine de animación reciente, el de aceptar al diferente, que aquí vuelve a cobrar importancia, aunque no de una manera tan entrañable como en Luca. Una serie formulaica, pero resuelta con oficio y con los suficientes mimbres para que los niños la adoren y los padres, a menos, no sufran viéndola con ellos.
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