El mundo ha cambiado tanto en los últimos cinco años que ya casi nadie lo reconoce. Si en el año 2000 se preguntara a alguien si veía a una persona como Donald Trump en el poder se hubiera reído. La llegada de la extrema derecha a los parlamentos parecería otra broma de mal gusto; y la salida de Reino Unido parecería un gag de Little Britain o los Monthy Python.
Aunque nadie lo viera venir, todo eso ha llegado, y en 2019 nadie sabe qué será lo siguiente. Quizás por eso, para intentar anticiparse al próximo movimiento, la ficción empieza a mirar hacia estos sucesos para explicar qué pasó, en qué fallamos como sociedad para que tanto caos se concentrara en tan poco tiempo.
La última en intentar encontrar explicaciones es la miniserie de Channel 4, disponible aquí en HBO, sobre el dichos brexit, esa palabreja que aprendimos de golpe. El filme de Toby Haynes -responsable del capítulo de Black Mirror USS Callister- cuenta la historia de la campaña política que llevó a que más de la mitad de los británicos votaran a favor de salir de Europa.
Lo hace tomando el punto de vista del infame Dominic Cummings, responsable de la fracción del Leave. Un personaje ególatra, frío y calculador que sólo piensa en conseguir lo que se ha propuesto: ganar. No hay en él ni rastro de convicción política, de ideología, sólo pura avaricia.
Interpretado con brillantez por Benedict Cumberbatch, vemos todo desde los ojos de Cummings, e incluso se rompe la cuarta pared para interpelar al espectador. Lo que sigue es la frenética carrera de los dos bandos por convencer al pueblo británico. Y con ello todos los tejes y manejes que se utilizan en la política.
Cummings, que antes había liderado la campaña anti euro, usará todas las herramientas a su alcance, y en un mundo nuevo, por primera vez se da cuenta de que el big data y las redes sociales pueden tener la solución. Brexit: the uncivil war es la muestra de cómo la política tradicional ya no vale, y un mensaje segmentado de Facebook puede tener mucho más valor que un discurso de un político en un pueblo de Cuenca.
Fueron las redes sociales las que llevaron a 51,9% de votantes a decidir que se quieren ir. O eso opina Brexit, the uncivil war, que explica cómo Cummings usó -algo inédito hasta ahora- Facebook, Twitter y los dichosos algoritmos para encontrar a cuatro millones de votantes que pensaban quedarse en su casa y convencerles de que tenían que votar por la salida de la Unión Europea.
Eso es lo más interesante de la miniserie, que no va al retrato en profundidad de cómo se llegó al descontento que sirvió de mecha para el incendio final, ni cómo los políticos contribuyeron a ello, aunque sí que presenta a todos como carcamales que no saben llegar a su público.
Los grupos de estudio de votantes, la importancia del lenguaje, las maniobras o la importancia de elegir un buen eslogan se analizan con detalle en la ficción, que ha sido recibida con tibieza en Reino Unido, donde michos la han acusado de demasiado liviana y de no haber esperado el tiempo suficiente para realizar un análisis fidedigno de la situación.
Lo que queda es la revelación de la importancia de las nuevas tecnologías en nuestras elecciones, y cómo la democracia se ha visto afectada por ello. De hecho a Cummings se le ha llegado a acusar de tácticas ilegales en su objetivo hacia el brexit.
Otra de las máximas de Dominic Cummings fue alejarse de la extrema derecha… para conseguir su mismo objetivo. Era consciente de que Nigel Farage, la UKIP y compañía querían también la salida de Reino Unido de la Unión Europea, pero que su mensaje de ultra derecha y contra los inmigrantes era nocivo en un país con un porcentaje tan grande de gente llegada de fuera. Les dejó hacer a ellosel trabajo sucio, el de convencer a los más radicales, y ellos y su tecnología fueron a por esos que pensaban que salir sería malo y no se atrevían y otros que ni pensaban ir a votar pero finalmente fueron bombardeados con mensajes de Leave que consiguieron que aquel brexit, que ninguna encuesta predijo, fuera una realidad.