¿Hay algo que pueda unir a Marlaska, Mariano Rajoy y Belén Esteban? A simple vista todos dirían que no, que esos tres nombres no pueden estar juntos nunca. Pues hay algo en lo que los tres han manifestado la misma opinión. Los tres se leyeron Patria, el libro de Fernando Aramburu y fenómeno editorial que emocionó a millones de espectadores -no sólo en España-. Esos tres nombres pueden sonar a boutade, a elección aleatoria, pero no lo es. Si un ministro del PSOE que vivió amenazado por ETA; un presidente del Gobierno que lo único que reconoció leer además del Marca fue esta novela; y la princesa del pueblo y reina de los programas de corazón coinciden es que hay algo especial en las páginas de aquel libro. Era un libro que apelaba a la memoria de todos los españoles, que de alguna forma han sufrido las consecuencias de la violencia de ETA.
Patria era un libro que rompía el corazón, y que también rompía una lanza por la convivencia y la reconciliación, algo que hasta entonces parecía tabú en la ficción. Una novela en la que se veían reflejados los familiares de las víctimas, pero también de los verdugos. En ellas estaba el dolor de esas dos madres y sus argumentos. Aramburu nunca equiparó a los dos lados, pero dejó que los dos explicaran lo que habían pasado. Una novela que necesitaba a alguien que sintiera dentro, como algo personal, lo que contaba para adaptarla a formato audiovisual. Fue HBO la que se hizo con los derechos, y Aitor Gabilondo, el responsable de El príncipe, el que se puso al frente de la serie -que se ha presentado en el Festival de San Sebastián antes de su estreno el próximo 27 de septiembre- como showrunner.
Viendo el resultado uno puede respirar tranquilo. Patria es la adaptación que querían los lectores, y también la que disfrutarán y con la que se emocionarán aquellos que no hayan leído la novela. Es una serie que respeta la esencia y la traslada de forma brillante. Una producción de un nivel de calidad -se ve desde sus increíbles títulos iniciales- que no tiene nada que envidiar a cualquier superproducción extranjera. Y, sobre todo, se nota que quien la cuenta sabe lo que cuenta. Todo suena a verdad. Mientras que en otras producciones como La línea invisible el espectador tenía que dar un salto de fe para creerse a los intérpretes dando vida a etarras o vascos; aquí todo respira verismo. La fotografía, la reconstrucción de los pueblos, las casas, los actores. Tiene el espíritu euskaldun que necesitaba.
Olviden las polémicas. Dejen de lado aquella lona y la discusión sobre si era o no equidistante, y no se pierdan Patria. Su primer episodio es uno de los pilotos más emocionantes y redondos que ha dado la ficción española reciente. Comienza, no podía ser de otra forma, con el asesinato del Txato, pero en fuera de campo. Termina con un plano secuencia que muestra el mismo suceso pero desde los ojos de su mujer. Todo el dolor, el desgarro, y la crudeza de un asesinato de ETA se condensa en este momento que hará llorar hasta al más insensible y que Félix Viscarret ha conseguido plasmar de una forma sublime.
Hay que dejar muy claro algo. Patria no equipara a víctimas y verdugos. No lo hace, pero sí que da voz al dolor del otro lado, porque en esta historia hay muchos puntos de vista, y mostrarlos es responsable y necesario. Ocultar lo que ocurría en las familias de los etarras, no querer escuchar qué les llevaba a entrar en la banda, o ignorar el dolor de una madre que ve cómo machacan a su hijo en la comisaría es no querer entender toda la complejidad del conflicto. Por supuesto que ellos eran los asesinos, y esto queda muy claro en la adaptación, pero Aitor Gabilondo se muestra muy valiente al mostrar las palizas de las autoridades y la frialdad con las que las cometían. También cómo esto afecta en la familia.
Y luego están ellas. Miren y Bittori. O lo que es lo mismo, Ana Gabarain y Elena Irureta. Las dos matriarcas, las dos caras de la moneda y las dos actrices que ponen su cuerpo y sus emociones en dos personajes complejos que necesitaban dos intérpretes que se desgarrasen. Lo hacen. Se dejan la piel y llevan al espectador a entender todo lo que pasa dentro de las cuatro paredes de cada familia. A su lado un reparto en el que no hay caras conocidas, pero sí intérpretes magníficos con sorpresas como la de Susana Abaitua, a quien pertenecen varios momentos del segundo episodio que se quedan grabados a fuego.
Es el personaje de Abaitua el más complejo, el que más aristas muestra. Su evolución de joven simpatizante de la izquierda abertzale y posterior hija de un asesinado por ETA la convierte en uno de los hallazgos de la serie. En la que se arriesgan a abrir la mirada. Y ojo, esto no significa que se hagan guiños, que se juegue a la equidistancia. Eso nunca está. Se ve desde pronto el hostigamiento, el pueblo que da la espalda y hasta hay un villano como ese cura que dice que quién va a rezar en euskera si ETA no luchara. Pero sí existen otros puntos de vista. Vemos la diferencia de clases de esas familias, fundamental. Y vemos también a aquellos que sin ser independentistas salían a la calle a condenar la violencia del estado, eso enriquece a Patria y no la hace ser otra vez la misma mirada a un enemigo sin forma y maniqueo.
No todo es redondo en Patria. Mientras que los dos primeros episodios son brillantes, en el cuarto el ritmo decae y se empiezan a ver más sus costuras melodramáticas -esa ruptura imposible en un entierro con un trueno de fondo-. Costuras que ya estaban en la novela, pero que ahora al verlas en imágenes chirrían mucho más, como uno de los recursos básicos de la obra. Que una mujer hable en alto al lado de la tumba de su maridoo delante de su fotografía está visto y es una forma fácil de contar algo que debería expresarse de otra forma más sutil. Puede que en la novela no desentone, pero al verlo trasladado no siempre funciona.
Pequeños errores que se perdonan por el corazón que late dentro, en cada fotograma, y porque son pequeñas notas dentro de un conjunto destinado a ser importante dentro de nuestra ficción. Patria es una serie excelente, una de las mejores del año, y sobre todo es una serie importante, quizás la más importante. Así que olvídense de lonas, de polémicas y de tonterías y disfrútenla como se merece.