Ocho episodios después ya se puede decir en toda su dimensión: qué gusto me ha dado visitar el parque de atracciones que ha montado Álex de la Iglesia en 30 Monedas -que este domingo emite su último episodio en HBO-. Un sitio donde disfrutar, pasárselo bien y dejarse de pretensiones y discursos pedantes. Ocho capítulos que han sido puro goce, amor al género, despiporre, y que respiran libertad y confirman que es uno de esos directores que son capaces de hacer lo que les dé la gana. Si encima se encuentran a alguien que les financie sus excesos el resultado es algo como lo que hemos visto.
¿Alguien pensaba que se produciría en España una serie sobre religión, sectas, posesiones y curas malignos? ¿Una serie en la que Carmen Machi fuera una madre de engendros que se convierte en monstruos de Lovecraft y que pudiera permitirse excesos como meter un diablo de 50 metros de alto en el comienzo de su último capítulo? Pues ha ocurrido. Sólo por eso tenemos que aplaudir que exista una serie como esta. 30 Monedas es la muestra de que nuestra ficción ya tiene la ambición y los medios para hacer lo que quiera.
Eso sí, después del final espero que HBO España confirme que hay segunda temporada. No pueden dejarnos con ese final tan abierto, con esa Macarena García que promete ser una villana perfecta junto a Francisco Reyes, ese cura que tiene devoción por Judas y con el que tiene una tensión sexual a punto de explotar. El director confesaba a este periódico que se le habían quedado muchas cosas en el tintero para una segunda y tercera temporada, pero no hay todavía una confirmación. Si este fuera el cierre total de la serie, si no hubiera más episodios, sería un poco decepcionante. Haber hecho este viaje para quedarnos a medias no sería de recibo hacia los espectadores.
El capítulo de despedida deja para el final la mejor atracción, la que tiene loopings, cuestas y giros. Empieza fuertecito, con un demonio gigante atacando a nuestros héroes. Una apuesta que es porno para los fans, pero también cartuchos de dinamita para los detractores de la serie. Durante semanas llevan gritando que 30 Monedas no tiene lógica narrativa y que las cosas ocurren porque sí. Un diablo de ese tamaño no es la mejor manera de rebatirles, porque plantea una pregunta clara: ¿por qué no pisó ese pueblecito hace semanas y se quedó con la dichosa moneda? El que todavía a estas alturas esté haciendo esas preguntas y pidiendo mesura a esta serie es que no se ha enterado de nada. Lo que queremos ver es a Eduard Fernández metiendo tiros al diablo.
Esas preguntas se podrían hacer desde el primer día, cuando un bebé acabó convertido en una araña asquerosa y persiguiendo a Megan Montaner en una iglesia. ¿Cómo sabía que había que pisar el muñequito para acabar con ella?, ¿por qué se va Eduard Fernández a Alepo? Pues eso, que hemos dado un salto de fe y nos ha compensado, porque por el camino hemos visto una lucha entre el bien y el mal en Pedraza, con los corderos que quitan el pecado del mundo siendo masacrados en una carnicería y con las viejas del pueblo convertidas en satánicas que dicen cosas lascivas.
En el viaje de los protagonistas hemos viajado al Vaticano, hemos visto a doplegangers, ouijas, nieblas a lo Stephen King y el mejor cierre perimetral posible, el que ponen al pueblo para que no pueda salir. Ojalá hubiéramos tenido uno así en Navidad contra el coronavirus. Sólo el imaginario que despliega Álex de la Iglesia en la reunión final de todos los curas satánicos tiene más riesgo y hallazgos que el 90% de las series que llegan. También nos ha regalado dos villanos llenos de clase y carisma, los que han interpretado Manolo Solo y Cosimo Fusco, que ha pasado a ser muso del director y que estará en su nueva película, que de alguna forma une con el episodio de despedida. ¿O acaso esos turistas japoneses en Pedraza no son lo mismo que los españoles que visitarán Venecia en su próximo filme?
Ojalá 30 Monedas -que ha sido también un éxito en su emisión en EEUU- renueve por más temporadas. Entiendo que haya personas que se quieran bajar de la montaña rusa que ha planteado Álex de la Iglesia. Yo quiero volver a montar y que esta vez haya más locuras. Porque ya tenemos suficientes cosas contenidas y sin riesgo.
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