Yolanda era la ficha amarilla, la niña del grupo que llevaba la música impresa en los genes; Tino cantaba muy bien, y aunque el director artístico de Discos Belter se despachó con un "lástima que sea tan feo el cabrón" durante la audición, le enfundaron el traje rojo. A Óscar, un renacuajo guaperas de melena, le correspondió el azul; mientras que a Gema, la única que entró en la banda infantil a través de un casting, se le borró la inseguridad de su cuerpo cuando le dieron la ficha verde. El último, el dado, fue David, un niño bailón y rubito que vestía de blanco o negro según las necesidades de la actuación.
Aquellos cinco niños fueron los integrantes primerizos de Parchís, un grupo musical creado en 1979 al amparo de la discográfica Belter, que por aquel entonces gestionaba los derechos de Lola Flores, Carmen Sevilla o Juanito Valderrama, tras hacer un llamamiento con anuncios en los periódicos. Más bien fue un experimento marketiniano de gran éxito, con 20 discos —vendieron 14 millones de copias— y siete películas a sus espaldas, con macroconciertos internacionales en sedes como el Madison Square Garden de Nueva York o el Estadio Azteca de Ciudad de México.
Parchís fue un fenómeno social en España y en Latinoaméca —quién no le ha cantado alguna vez a un colega o a un familiar el cumpleaños feliz con las vocecillas de los niños de fondo—, el entretenimiento de los baby boomers, pero también una burbuja que terminó explotando en 1985 por disputas económicas y por los choques entre los propios jóvenes y sus padres. A simple vista, todo era un sueño para los cinco —Óscar, el que tenía reputación de problemático, sería relevado en 1981 por el pelirrojo y terremoto Frank—: fama, viajes, lujo, sin clases... ¿Qué podría torcerse?
Pero tras el prodigio de la banda infantil se escondía un lado oculto y controvertido que ahora vuelve a tratarse, aunque de forma bastante superficial, en el documental que acaba de estrenar Netflix. Parchís: El documental, dirigido por Daniel Arasanz, repasa el periplo del grupo desde su formación, su éxito mundial y la posterior y repentina caída en desgracia, abriendo un cisma entre los adolescentes.
El grupo estaba formado, al principio, por niños que apenas superaban la decena y a los que se les abrió un mundo de posibilidades, de "descontrol", de permanentes travesuras que llevaban por el camino de la amargura a los adultos. "Eran unos niños como los de La isla de las moscas. Estaban ahí asilvestrados", relata el que fue su tutor, Joaquín Oristrell, en el documental, cargado de imágenes de archivo y entrevistas a las personas que acompañaron y contribuyeron al pelotazo de Parchís. Otra anécdota más que cuenta su manager Antonio Plana: "¡En Cádiz me montaron un campo de fútbol en la habitación de un hotel de cinco estrellas!".
El despertar sexual
Su reconocimiento llegó pronto al otro lado del Atlántico, por lo que había que exprimir el fenómeno con giras por Argentina, México, Estados Unidos... Los niños se convirtieron en una máquina de generar dinero y había que aprovecharlo, aunque fuese en jornadas maratonianas que rozaban la explotación: rodaje de películas por la mañana y dos actuaciones en el circo por la tarde, tal y como describe uno de los integrantes del grupo. Y todo ello sin tener apenas noticias de sus familias: "Uno de nosotros hacía una llamada a cobro revertido a su padre, y este llamaba a todos los demás. Solo hablábamos con ellos una vez al mes", denuncia Yolanda.
Pero los niños también se hicieron mayores a medida que la relevancia del grupo despegaba; y entre ellos experimentaron lo que cualquier persona a su edad. Se despertó su curiosidad sexual, comenzaron a enamorarse unos de otros y a más cosas: "Hubo un poco de desmadre, íbamos a darnos besos por ahí... No había nadie que nos estuviera vigilando. Estábamos experimentando, conociendo nuestros cuerpos", confiesa ahora Yolanda.
Tino, el ligón
El mayor del grupo era Tino, chaval carismático y guaperas aunque aquel director artístico de Belter opinase lo contrario. Era el que más tirón tenía de los integrantes de Parchís, el forracarpetas preferido de las jóvenes y el que también atraía a las mamás. "Siempre gustó mucho a las mujeres, y gustaba mucho a las mujeres grandes. Me consta de llegar a su habitación y ver mujeres metidas en el armario dispuestas a lo que él quisiera", confiesa Yolanda.
El propio artista se defiende asegurando que nunca se valió del "aquí te pillo aquí te mato". El tutor de los niños ahonda más en esta faceta ligona de Tino, que también bebía y fumaba: "Tuvo relaciones sexuales muy tempranas de una manera muy gratuita... Estaba viviendo una vida que le correspondería a Justin Timberlake cuando empezó con 18, no a un chaval de esa edad". "Se le despertó lo que a todos cuando cumplimos 15-16. Lo único que quería, si se le ponía alguna chica a tiro, era aprovecharlo al máximo", añade Antonoi Plana.
Los "moscones" acosadores
Con Parchís en la cima de su éxito, con los discos vendiéndose a cascoporro y los recintos de los conciertos llenos a reventar, los moscones comenzaron a hacer acto de presencia, atraídos no solo por el dinero, sino también por las dos chicas, Gema y Yolanda, sobre todo esta última. "Yo tenía que proteger a mi propia prima, Yolanda, que era muy muy muy objetivo de mucho empresario, de señor adulto", dice Joaquín Oristrell, el tutor de los niños. "Yo podía ser coqueta, pero era una niña. Pues sí, es probable que hubiera personas que hubieran tenido fantasías no adecuadas para esa edad". corrobora Yolanda.
La banda infantil, durante buena parte de su estancia en México, vivió en una casa alquilada, donde se organizaban fiestas en el jardín en las que "corrían sustancias que no eran exactamente gominolas", según denuncia Oristell, sin dar más detalles. Vicky Vives, una de las profesoras que impartía clase a las niñas, añade: "En las fiestas había gente interesada, claro... las nenas estaban monas y habían moscones... Entonces tú tenías que vigilar para que aquello no fuera a más".
La ruptura
Aunque uno de sus temas más cantados fuese Cinco amigos de verdad, lo cierto es que las desavenencias entre los miembros del grupo se sucedieron: el primer caso se registró con Óscar, que se llevaba mal con todos, especialmente con Tino. Este último, cuando a Parchís, afectado por un conflicto empresarial que amenazaba con llevarle a pique, recibió una oferta de Disney para convertir su éxito en un producto yanquie, decidió iniciar su carrera en solitario, dándole la espalda a sus compañeros. Todo se rompió entonces, con reproches y enfados de por medio que no sanarían hasta muchos años después.
Los niños, ya adolescentes, pasaron prácticamente de un día para otro de salir en todas las televisiones al anonimato. El fenómeno Parchís se terminó con la discográfica en quiebra y con unos supuestos beneficios que las familias de Toni, Gema, Yolanda, David, Óscar y Frank nunca llegaron a disfrutar.