Jesús Gil fue carisma populista, un hombre con un imperio forjado desde la nada en forma de pelotazos urbanísticos y goles en la orilla del Manzanares. Alcanzó la alcaldía de Marbella y la presidencia del Atlético de Madrid con fastuosas propuestas, con caramelos harto atractivos para la gente que edulcoraban toda su corrupción y mentiras. Gil fue una figura de mil caras, de mil anécdotas, muchas de las cuales se narran ahora en la serie de HBO El Pionero, estrenada este domingo. Aquí algunas de las más rocambolescas del primer capítulo.
La pensión con prostitutas
La Guada quería que su hijo Jesusito se curtiese en la universidad, y allá a Madrid, desde Burgo de Osma, lo mandó con 17 años para estudiar veterinaria. El futuro presidente del Atlético y alcalde de Marbella, entonces "un esqueleto", aterrizó en la capital en 1950, siendo absolutamente nadie. En la primera época, como una suerte de embrión de la leyenda que terminaría acompañándole, Jesús Gil se hospedó en una pensión de 15 pesetas diarias... en la que también vivían 21 prostitutas.
"Era un inocente, era un ignorante, era un probrecito, un tiernecito", relataba el controvertido empresario en una entrevista años más tarde. "Hasta que me dijo una señora, que era la dueña: 'Si me llevas la contabilidad, te sale gratis estancia'". Gil no duró demasiado tiempo en aquella pensión y se tuvo que mudar a otra. Según su versión no podía estudiar. Demasiados focos de desconcierto a su alrededor.
"El coche de la carne"
No tuvo mucho éxito la misión de Jesús Gil de convertirse en veterinario. Él quería hacer dinero de forma rápida, sin reparos a valerse de trapicheos. Su madre le encontró un trabajo en un taller en Legazpi, en el que se dedicó a la compra-venta de camiones. Con veintipocos años, los billetes ya abultaban en los bolsillos de sus pantalones, y Gil empezó a frecuentar la noche madrileña, convirtiéndose en una de las caras más reconocibles.
Se compró un exclusivo descapotable rojo fabricado en EEUU, un modelo del que solo había un puñado en España, y se dedicó a lucirlo en Gran Vía por las noches. Le llamaban "el coche de la carne" porque el joven Gil subía a su bólido a todas las chicas que podía, sobre todo de la calle Montera. "Mi padre, hasta que se casó, fue muy travieso. Y cuando digo muy travieso, es mucho", dice en la serie de HBO su hijo Jesús Gil Marín. "Era muy mujeriego, muy putero. Mucho, mucho, mucho", relata otro de sus amigos de la infancia.
El primer millón
Ganaba dinero, pero el negocio de los camiones no iba a convertir a Jesús Gil en millonario y él lo sabía. El mercado inmobiliario, sí; ahí era donde las pesetas se movían en las cantidades a las que él aspiraba. Y la fortuna se posicionó de su lado desde el principio: su primera operación, según relata uno de sus hermanos en El pionero, le repercutió a Gil un beneficio de un millón de pesetas: "En la pensión, de la alegría, echó el millón por la habitación, la cama... Durmió ese día encima de los billetes, eran de mil pesetas".
Indulto de Franco
Su primer pelotazo urbanístico fue la construcción de Los Ángeles de San Rafael, donde se celebraron certámenes de Miss España, actuaciones de Serrat y Sabina o estancias del Barça de Cruyff. Pero la tragedia y la responsabilidad golpearon a Gil cuando el 15 de junio de 1969, el derrumbe de uno de sus restaurantes que había ordenado levantar a las bravas, haciendo oídos sordos a las advertencias de los arquitectos, acabó con la vida de 58 personas. Fue condenado a cinco años de cárcel y a indemnizar a las víctimas".
"Cuando hubo el hundimiento, yo no tuve la culpa ni nada, pero bueno, habían muerto muchas personas, y entonces tuve que ir comprando muerto a muerto, que era muy duro decirlo así... Al principio no quieren nada, pero cuando pasa el tiempo que "¿cuánto?", luego que "es poco". Es ley de vida", diría luego en una entrevista. Su madre trató de exculparlo, escribiendo multitud de cartas a las altas estancias, desde el Papa a Franco. El dictador le brindaría poco tiempo después el indulto a Gil, líder en prisión y de las timbas del parchís.
Cómo reconoció a Futre
Gil era morbo, carne de titulares, y encontró en el fútbol la manera perfecta de reinventarse y atraer la atención de todos los medios de comunicación. Se presentó a las elecciones del Atlético de Madrid y las ganó, porque era el que mejor se manejaba en un mundo sin ley. No le gustaba el deporte, sino que lo concebía como un negocio más con el que lucrarse. "Le tocaba las pelotas el fútbol. Él era empresario", relata el histórico periodista deportivo José María García en la serie documental de Justin Webster y Enric Bach.
Desplegó una campaña populista, hollywoodiana, para sentarse en el palco del Vicente Calderón, prometiendo fichajes de renombre y que llevaría al equipo a ganar títulos. "El Atlético necesita un revulsivo, y vete a contar los cracks que hay hoy en día. Van Basten en el Milan, el otro en tal, el otro en tal... El verdadero crack es hoy Futre con 21 años", decía Gil. Y lo fichó saltándose todos los protocolos del momento.
El presidente de los colchoneros se fue en avión privado a un hotel de Milán, donde estaban los futbolistas del Oporto. "En el hall vi a los jugadores, y miro al suelo y en una de esas zapatillas de trenza vi que ponía 'Futre'. Ah, ¿este es Futre?", relató años más tarde, poniendo de manifiesto su desconocimiento a nivel futbolístico. El extremo portugués se echó a los brazos de un Gil dispuesto a todo para verle con la elástica rojiblanca: "Aquella reunión fue increíble, todo lo que pedíamos nosotros, él lo aceptaba", desvela el futbolista.
La publicidad de Marbella
Pero el gran sueño de Jesús Gil no era ver al Atlético de Madrid ganando la Copa de Europa, sino levantar un macrocomplejo residencial en Marbella, en primera línea de playa, para forrarse. Como las dificultades para conseguir las licencias de construcción se hicieron patentes, decidió convertirse en el encargado de cambiar esas leyes, en el alcalde de la ciudad. Formó un partido político cuyas siglas encajaban con su apellido (Grupo Independiente Liberal).
Y Gil utilizó la marca del Atlético de Madrid como trampolín a la alcaldía de Marbella: decide que los futbolistas luzcan en su camiseta, como si fuese un nuevo patrocinador, la palabra "Marbella". "Parecía una obra casi de caridad, dices... ¿Que Jesús Gil hace esto gratis si no hace nada gratis", se pregunta en la serie de HBO su rival socialista al consistorio. "Estaba vendiendo lo que él había invertido en Marbella. Esa era su grandeza", concluye Jose María García.