Todos los años nos pasa lo mismo. Nos despistamos y prestamos atención a las series más grandes, las que tienen más promoción y dejamos pasar pequeñas joyas que hay que reivindicar. Pasó el año pasado con Creedme, la miniserie de Netflix sobre un caso de abusos sexuales, que nadie había visto anunciada en ningún sitio y el boca a boca convirtió, de la noche a la mañana, en la serie que ‘había que ver’. Luego los premios también se acordaron de ella y todos respiramos tranquilos. Entre Stranger Things, The witcher y compañía, había espacios para joyitas que, encima, conseguían sacar cabeza.
Es un poco injusto pensar que una serie va a destacar sólo porque está bien y que el boca a boca hará el resto. En las plataformas, como en todos los sitios, hay también un sistema de clases que dice quién se lleva los euros en forma de promoción y quien se la juega a ser descubierta y recomendada. Quizás por eso en Netflix han instaurado ese top ten de series de moda. Para que después de Élite, Toy Boy y La casa de papel aparezcan otras menos conocidas que la gente ponga en su radar. Desde hace unas semanas en los últimos puestos de ese ránking aparecía una miniserie llamada Unorthodox que ha ido subiendo hasta convertirse en un pequeño fenómeno. No es para menos, porque es, de momento, la mejor serie de Netflix de este año y una de las mejores de todo lo que se ha estrenado en 2020. Será un fenómeno seguro, y lo merece.
Unorthodox destaca, primero, por su valentía. Es rato que una ficción denuncie las prácticas de la comunidad judía ultraortodoxa. Los turistas van a Nueva York, pasean por Williamsburg y se sorprenden del aspecto de sus miembros. Los gorros y los tirabuzones de ellos. Las pelucas de ellas. Pero las películas y las series no ha mostrado los interiores, lo que ocurre en esas cuatro paredes, las barbaridades a las que son sometidas las mujeres. Tuvo las narices de hacerlo la escritora Deborah Feldman en el libro Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots, en el que contaba sus propias memorias y su odisea para escapar de las normas machistas y reaccionarias a las que estaba sometida.
En ese libro se basa esta serie de cuatro episodios creada por Anna Winger y Alexa Karolinski y dirigida por María Schrader, que se toma alguna licencia pero que hinca el diente en lo importante: el retrato de una mujer lastrada por las normas y las tradiciones de los ultraortodoxos. Una mujer que esta concebida sólo para tener hijos -para recuperar los millones de muertes del Holocausto-, que cuando tiene la regla se la considera impura, que si no tiene hijos se ve como un fracaso, que está obligada a casarse de joven, a raparse el pelo y a la que hasta se le prohíbe escuchar música o cantar. Eso ocurre en las calles de Williamsburg y hasta ahora no habíamos mirado dentro.
Ahora que vemos lo que pasa nos pone los pelos de punta y nos emociona la odisea de Esty Saphiro para huir a Berlín, donde su madre -que también huyó de lo mismo- vive desde hace años. Unorthodox brilla en su honestidad al retratar el tema. Dos tiempos narrativos que se entrecruzan. El pasado, donde vemos todas las costumbres y tradiciones de la comunidad judía y su contraste al conocer una ciudad libre, donde las personas del mismo sexo se besan por las calles, las mujeres están liberadas y van a fiestas. Todo eso, además sobre la tierra que creó el nazismo, lo que para los judíos con los que vivía es toda una aberración.
La serie acierta en intentar no juzgar. Muestra el fanatismo, pero no convierte al marido de Esty en un ser despreciable, sino en alguien educado en unas normas que sigue a pie juntillas creyendo que debe seguirlas por un mandato divino. Su retrato de la comunidad judía de Williamsburg huele a verdad y duele por ello. No se corta en mostrar esas tradiciones como la boda donde una joven de 17 años es obligada a raparse el pelo y a tener sexo con su marido aunque le duela.
En su otra línea narrativa es donde la serie cae en ciertos lugares comunes -los amigos modernos, el interés amoroso o la música como salvación-, pero Unorthodox consigue salvarlo por su valentía, su poder de encontrar imágenes emocionantes y poderosas -ese baño en el lago, el corte de pelo- y, sobre todo, por la presencia magnética de su protagonista Shira Hass, increíble y capaz de conmover con un solo gesto. Su mirada traslada todo el dolor, la incomprensión y el descubrimiento. Un rostro que capta tu atención y no la suelta en los cuatro capítulos de esta miniserie que debería estar en todos los premios que se entreguen este año. Hacía tiempo que una serie no me conmovía tanto. Unorthodox se merece todo lo bueno que le pase, y estoy seguro que escucharemos hablar de ello en los meses que vienen. Una joya que no os debéis perder.