Las series sobre adolescentes han existido toda la vida. Es un momento crucial para todos, pero mucho antes de que existieran los últimos fenómenos de masas como Élite o incluso Euphoria, hubo una serie que marcó un antes y un después y que sigue siendo la mejor serie sobre ese difícil momento. Se llama Skins, y aunque la produjo la cadena británica E4, ahora se puede ver en Netflix.
Lo que diferencia a Skins es un acercamiento sin concesiones, de forma realista y a veces cruda. No hay idealización, ni es una serie aspiracional, sino que muestra a los chavales en pleno descubrimiento del sexo, las drogas y las fiestas y encima en un contexto muy concreto, un Bristol británico donde la clase obrera ahoga sus penas y ve cómo eso que llaman la escalera social no funciona.
Tampoco hay una glamourización estética, y es un tono gris, casi melancólico pero con apuestas maravillosas, como ese final de la primera temporada en el que todos cantan el Wild World de Cat Stevens convirtiéndose en un improvisado y triste documental. Una serie que cada dos temporadas cambiaba sus protagonistas (las dos primeras son las mejores) y que descubrió a un reparto de promesas que luego se convirtieron en estrellas como Dev Patel o Nicholas Hoult.