Robert Rodríguez vuelve al cine para toda la familia de la mano de Netflix con una película de aventuras de marcado toque infantil, que ha adelantado su estreno al día de Navidad para aprovechar una de las tardes por excelencia para ver una película rodeado de tus seres queridos. Superniños nos lleva a un mundo de fantasía en el que unos invasores alienígenas secuestran a los superhéroes de la Tierra. Los hijos de estos tendrán que aprender a colaborar entre ellos para salvar a sus padres y al mundo entero.
El próximo mes de marzo se cumple el vigésimo aniversario del estreno de la primera entrega de la saga Spy Kids, el mayor éxito en la carrera del director texano, y uno de los primeros grandes éxitos de Hollywood en apostar abiertamente por un reparto diverso y con numerosos rostros latinos. En 2020, por fin, las producciones de Hollywood empiezan a reflejar la diversidad que Rodríguez quiso incluir desde sus orígenes en la industria, cuando tuvo que convencer a los productores de Desperado que la protagonista femenina debía ser la mexicana Salma Hayek y no Cameron Díaz, cuyos antepasados cubanos y apellido hispano era más que suficiente aval para los ejecutivos de Hollywood.
Rodríguez no es un director al uso. En 1992 se hizo un nombre en la escena independiente al sacar adelante la cinta de culto El mariachi,con solo 7 mil dólares de presupuesto. Cuando saltó a las grandes ligas de Hollywood, esa independencia y búsqueda de libertad le siguió. Con la excepción de la estupenda Alita (un encargo de James Cameron que contó con el mayor presupuesto de su carrera), el latinoamericano acostumbra a hacer películas de presupuestos controlados, desde su rancho de Texas y rodeado de sus colaboradores habituales. Pocos colaboradores, eso sí: la dirección, el guion, la producción, el montaje y la dirección de fotografía de sus películas (casi) siempre están firmadas por él. A veces incluso se ha encargado de la banda sonora y supervisar directamente los efectos visuales.
A su manera, el cine infantil de Rodríguez es tímido pero vocalmente político. En Superniños uno de los personajes secundarios es un presidente de Estados Unidos con los manierismos de Trump y se habla de además de elecciones amañadas. Aunque el momento político puede hacer pensar que está hablando de las acusaciones de los republicanos sobre la victoria de Joe Biden, en realidad el cineasta está haciendo una analogía de las supuestas interferencias de los rusos en las elecciones de 2016. Es uno de los pocos guiños del director a los más mayores de la casa.
El director tiene una visión familiar del cine. No es una forma de hablar: cuando tenía tan solo 8 años, su hijo Racer apareció acreditado como guionista en Las aventuras de Sharkboy y Lavagirl en 3-D, la película de la que surge ahora Superniños. Ahora, a los 23 años, es el productor de Superniños. Su hermano Rebel, con 21 primaveras, acaba de estrenarse con este proyecto como compositor después de aparecer como actor en varias películas de su padre. La familia es clave para Rodríguez detrás de las cámaras. Ellos son el público objetivo de una película simpática, inofensiva, infantil y por momentos bastante cutre. Tampoco es que tenga más pretensiones que entretener a los más pequeños de la casa (y, si todo va bien, lanzar una nueva franquicia en Netflix que regrese cada Navidad). Quizás a los adultos nos apetezca ver más al director de Planet Terror o Abierto hasta el amanecer, pero esta vez los invitados a la fiesta no somos nosotros.
Superniños deja más de un mensaje importante por el camino: Missy Moreno, la protagonista, es la única de los diez personajes infantiles protagonistas que no tiene superpoder alguno. Su habilidad, sin embargo, será la más importante: conseguir que todos trabajen juntos en un momento de crisis planetaria. Una moraleja que, curiosamente, nos queda mucho más cerca de lo que jamás hubiéramos imaginado.