Hay series que están hechas para enganchar. Ficciones que basan toda su estructura en sorprender, en ofrecer giros que dejen con la boca abierta con el espectador, que se verá en la necesidad de reproducir el siguiente episodio con ansiedad. Series hechas para ser devoradas en una noche y perfectas para una plataforma como Netflix, cuyo modelo de consumo se basa en el binge watching. En ver rápidamente una serie para saltar a la siguiente. En ese sentido, The sinner ha sido una de las mejores apuestas que han tenido. Es curioso que, precisamente una de las series que mejor encaja con su modelo no sea un original de ellos, sino que en EE. UU. se emite por USA Network, mientras que en el resto del mundo se convirtió en un fenómeno gracias a Netflix.
La serie producida por Jessica Biel sorprendió a todos en su primera temporada por su gran capacidad de enganche, convirtiéndose en la serie más adictiva de Netflix por aquellos momentos. Sorprendió también porque le daba la vuelta al thriller gracias a su estructura. Aquí lo importante no era descubrir quién había cometido el crimen, lo veíamos desde el primer episodio, sino de descubrir por qué. Entender que pasaba. Detrás, siempre, un trauma sórdido que llenaba de sorpresas la investigación del policía al que da vida Bill Pullman, el detective Ambrose, deprimido y con su propio trauma que le hacía conectar con sus investigaciones.
The sinner sufrió, tras su maravillosa primera temporada, el síndrome de querer ir siempre a más. Ser más sorprendente, más turbia… Ya en su segunda temporada se le empezaron a ver las costuras, que saltaron por los aires en la tercera, que a pesar de mantener su capacidad adictiva, se mostró incapaz de crear una historia que importara a los espectadores. Su peor temporada caía a menudo en el ridículo y no lograba el mismo efecto que las anteriores.
Parece que han aprendido la lección en esta cuarta entrega que Netflix acaba de estrenar y de la que ya se pueden ver todos los episodios. Esta cuarta temporada destaca porque los acontecimientos de la anterior son fundamentales en los protagonistas. No en la trama de suspense, sino en su estado emocional. Ambrose ha comenzado una relación con Sonya, el personaje que interpretaba en la tercera Jessica Hetch. Ambos están tocados por los sucesos vividos y buscan una forma de desconectar. Él se ha jubilado y toma pastillas para su estado depresivo.
Juntos llegan a una isla pesquera llena de leyendas y un imaginario sugestivo que será fundamental en esta temporada. Allí, Ambrose se verá involucrado en la desaparición de una joven de una de las familias pesqueras más poderosas del lugar. Una excusa para que el detective abandone su retiro y comience una investigación en la que el pasado del personaje desaparecido es fundamental para entender el misterio, y en el que los traumas del protagonista también volverán a salir a la luz.
Esta temporada cuarta parece que ha aprendido de los errores de la tercera, y rebaja su ritmo. No está obsesionada en que pasen cosas todo el rato, ni en sorprender a cada minuto, sino que se preocupa más por crear un ambiente, presentar un lugar con sus propias normas y un misterio que desentrañar. Los cliffhangers están en su sitio, como gancho al final de cada episodio para que te quedes a ver el siguiente, y no son forzados ni exagerados. Por supuesto que es una serie tramposa (esa aparición al final del primer capítulo), pero ya no retuerce sus propias normas hasta el ridículo.
Es verdad que The Sinner comienza a ser repetitiva, que ya no tiene la capacidad de sorpresa de sus dos primeras temporadas y que empieza a mostrar señales de agotamiento, pero es un paso adelante después de su decepcionante tercera temporada y un thriller resultón y muy divertido, algo que ya quisieran ser la mayoría de series que llegan cada semana a las plataformas intentando convertirse en la nueva obsesión y que terminan siendo un nuevo fracaso.
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