Las monjas de clausura de Santa María de Jesús de Sevilla se han metido al negocio de Airbnb. En la web de apartamentos turísticos alquilan pisos de su edificio en el centro de la capital andaluza. "Intentamos una lavandería y encuadernar, pero eso no daba dinero", explica la madre superiora, Sor María Lucía. Los pisos, sí.
Al llamar al convento, el teléfono da tono tres veces. Descuelgan al otro lado. La voz dulce de una mujer sudamericana -joven, parece, por el timbre-, da los buenos días. "Ave María purísima", añade.
La religiosa prefiere no hablar con la prensa y se marcha en busca de la madre superiora. Deja el teléfono descolgado y, al fondo, se escucha el murmullo de las demás monjas en el obrador. Son caseras de Airbnb pero también reposteras.
Sor María Lucía coge el aparato: "Ave María purísima". Esta religiosa confirma que han puesto algunos apartamentos de su convento para turistas. "Pero no dentro de la clausura".
La información, que adelantó Eva Saiz en El País, es la historia de cómo una congregación de religiosas quieren conservar un convento del siglo XVI. No es barato, señalan. Para pagar las facturas han hecho de todo.
"Probamos con la encuadernación y también pusimos una lavandería, pero eso no da dinero", explica la madre superiora. El dinero, por mucho que uno se dedique a la vida religiosa, es un asunto complicado.
Pisos para "diversión"
"Situado dentro del histórico convento Santa María de Jesús del siglo XVI. Paz en pleno corazón de Sevilla", señala el anuncio de los pisos en un convento de clausura en Airbnb.
"Un gran patio privado te permitirá disfrutar del cielo de Sevilla. Ubicación, luz y tranquilidad definen este precioso apartamento, completamente equipado con todo", añade. Reformado en 2023 tiene "cafetera, exprimidor de naranjas, calentador de agua para infusiones, TV HD, lavavajillas".
Porque será parte de un convento, pero no es humilde. "Es perfecto para descansar después de un día de actividad y diversión", añade los anunciantes.
Pagan cuota de autónomos
Las monjas de esta congregación, 18 en total -"no nos quejamos, para como están las cosas"- pagan todos los meses su cuota de autónomos. No tienen descuento de ningún tipo. Y hay que conservar el edificio, comer, vestirse...
En lo que gastan poco es en calefacción. "Casi no la ponemos, preferimos abrigarnos con mantas", señala Sor María Lucía. Pero los demás gastos las traían por el camino de la amargura.
Hasta que un día, piensa que te piensa, se acordaron de los apartamentos que tenían abandonados. "¿Y si los ponemos en alquiler?", se preguntaron. Pero "cuando entran familias nunca sabes cómo dejan los pisos", razona la madre superiora.
Limpiar y arreglar
Por eso optaron por anunciarse en Airbnb. "Así cada vez que sale el inquilino vemos si está bien o mal y se puede limpiar y arreglar".
Las religiosas cuentan que aún no han visto los "frutos" de su inversión. Porque están pagando "a plazos" los muebles que han puesto en los pisos turísticos.
"La empresa que se encarga de todo compró los muebles porque no teníamos más dinero después de las obras para acondicionar los pisos", explica la madre superiora. El acuerdo es que la agencia se queda con los alquileres hasta que las monjas salden la deuda.
Sin beneficios por el momento
Después llegarán los beneficios, esperan las religiosas. Calculan que pueden tardar un año porque, por ahora, tampoco tienen tantos clientes, señalan.
Los pisos, explica Sor María Lucía, son en realidad la casa de una hermana que murió y de otra más que quedó abandonado. También está el piso del sacristán. Son sencillos, sin mucho ornamento. El mayor adorno no es lo que son sino dónde están. En un convento del siglo XVI.
¿Cómo casa la vida recogida de clausura con el ir y venir de maletas con ruedas de los turistas? No hay problema, señalan las monjas. "Los turistas no nos molestan, ni nos enteramos", indican.
Ver sin ser vistas
Como mucho, reconoce Sor María Lucía, ven a alguno bajando las escaleras. Pero los turistas no pueden verlas a ellas.
El origen de este proyecto empresarial divino nació, en realidad, hace años. Gracias, casualidades del destino, a una ayuda que dio el entonces alcalde Juan Ignacio Zoido (PP) a las hermanas. Les arregló el techo de lo que ahora son apartamentos para turistas.
Mientras llegan las rentas de los pisos de Airbnb, estas monjas no están quietas. Trabajan todos los días en su obrador, donde hacen corazones de almendra, pastas, roscos de reyes en Navidad...
Dulces en su obrador
"Cada tiempo tiene sus dulces y ahora en Cuaresma hacemos torrijas y pestiños", explica la madre superiora. Su producto estrella, sin embargo, son los corazones de almendras. Por solo diez euros la caja, "quien la prueba, repite".
Para comprar sus dulces -los hay desde cinco euros, explica la religiosa- hay que entrar en el convento, no ir a los apartamentos turísticos. Allí hay una ventana y, en la ventana, una campana.
"Siempre hay una hermana pendiente y vende por la ventana, que da al obrador", explica Sor María Lucía. "También tenemos tejas, roscos fritos, pestiños o pastas sevillanas", añade. Hay que hacer caja.
Sin quejas del arzobispo
Desde el Arzobispado, señalan, no han tenido quejas. Ni por la iniciativa empresarial ni por la repercusión mediática. Su caso ha llegado a la prensa inglesa, incluso. "Eso se iba a caer de viejo", explica la madre superiora. "Ahora no", añade.
Estas monjas de clausura siguen con su vida de oración y trabajo. Cuando hay pausas en las respuestas de la madre superiora se escucha perfectamente una conversación de fondo de varias mujeres. No paran.
¿Quiere decirle algo a quienes se alojan con ustedes? "Que gracias. Porque Sevilla nos ayuda así, comprando nuestros dulces y quedándose en los pisos", señala la madre superiora.