Sevilla

Beltrán tiene 29 años y un trabajo que le gusta como administrativo. Es un adulto feliz. Pero no puede decir lo mismo de su adolescencia. "Fue la etapa más dura de mi vida y para cualquier que tiene Asperger". 

Este joven sufrió acoso en el colegio. Sobre todo cuando pasó de los 15 años. Le ocurre a muchos estudiantes con Asperger, según explican desde la asociación andaluza que aglutina a los afectados y sus familiares y que este pasado fin de semana celebraron el Día Internacional de este síndrome. 

El caso de Beltrán, que prefiere ni recordar qué le decían en clase o en el patio del colegio, es el de muchos de los niños sevillanos que tienen Asperger. En el colegio se enfrentan a la "incomprensión y falta de empatía de compañeros y profesores", señala este joven.

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Según el presidente de la asociación, Rafael Jorreto, hace falta más "iniciativa" por parte de la administración para evitar el acoso en los colegios de Sevilla y Andalucía a estos alumnos. "El colectivo sufre acoso escolar casi en su totalidad", añade. 

Palizas en Bachillerato

Beltrán sabe que es cierto. Recuerda que le insultaban y le pegaron. "Me pegaron hasta el Bachillerato y nadie hizo nada". Y siente que no le ayudaron. "Me dejaron un poco abandonado", indica. Hubo alumnos que sí empatizaron con él, pero no muchos, añade. 

Para parar su martirio cada día en clase, sus padres tuvieron que ir a "dar un ultimátum a la directora del centro", indica. "Le dijeron que o tomaba cartas en el asunto o iban a la Inspección? ¿Cambió algo? "Sí, pero tampoco creas que mucho. Me cambié de centro", explica. 

Él acabó un grado superior y vive ahora feliz y con un trabajo que le gusta. Pero no es la norma. Porque, señalan en la asociación, los niños con Asperger que sufren acoso "muestran secuelas graves a corto y largo plazo". 

Suicidios más frecuentes

Los más graves, subrayan, los intentos de suicidios. En la población con Asperger es "significativamente mayor" el número de esos episodios que en la población general. Y suelen ocurrir cuando están en el colegio. 

“Urgen campañas de concienciación y unas leyes efectivas contra el acoso escolar que no acaben culpando a las víctimas”, pide Jorreto. “La discapacidad no existe cuando el entorno es solidario; mientras tanto, necesitamos leyes de protección”, añade.

Para Beltrán, hacen falta protocolos. En su caso, cree, habría ayudado que alguien le echara una mano. Se sentía solo y aislado. Con 15 años, eso es duro, recuerda. No tienes cómo defenderte. 

Es lo que piden desde la asociación y el tema que este año han elegido para recordar que las personas dentro del espectro del síndrome de Asperger quieren dejar de tener miedo al ir a clase. 

"Yo me sentía diferente. Había cosas que no podía hacer y veía que otros sí como ir a la calle solo. Y supongo que los demás también veían que era diferente y por eso me insultaban y me pegaban", explica Beltrán.