Andrés Roca Rey ha abierto este sábado la Puerta del Príncipe en el considerado cartel de la feria. En él se unían su toreo moderno con el clásico de Juan Ortega y Pablo Aguado. En trofeos ganó el primero, pero en calidad, profundidad y belleza, lo hizo este último.
Sin embargo, no ha sido un triunfo más en la carrera del peruano. Intrínsecamente significa muchas cosas para él. La principal es su reconciliación con Sevilla queque, aunque sonaron algunos pitos más bien incomprensibles, cayó rendida a su entrega en tarde de 'no hay billetes'.
La otra, que no es secundaria, es que el veto hacia Daniel Luque, que también la ha cruzado en esta feria, tiene que acabarse y torear juntos. El Domingo de Resurrección del año que viene sería un buen día, aunque hasta octubre queda mucha temporada.
El peruano sobre todo se reconcilió con la afición sevillana con ese segundo de la tarde, con el que tiró de toda su artillería y parece que se olvidaron las frialdades del día de Victorino.
Con el capote lo cuajó al mejor ejemplar de la tarde con un lago saludo hasta los medios y se lo dejó crudo en el caballo, que fue toda una declaración de intenciones porque para hacer su toreo explosivo el peruano necesita un animal que se mueva.
Y se movió. Roca Rey comenzó el trasteo clavando las rodillas en la arena y pasándoselo por la espalda como si nada, crujiendo la plaza en la primera tanda para seguir por ese pitón derecho despatarrado, bajándole la mano. Con el circular invertido ya cortó la primera oreja y con los interminables pases de pecho y la estocada, la segunda.
Por el izquierdo bajó la intensidad y fue cuando el peruano buscó sus terrenos, el de la cercanía. Le pegó una voltereta justo antes de las ajustadas bernadinas, que pusieron el broche a una faena con sello total del peruano.
Con una hoja de la Puerta del Príncipe abierta, no se le podía escapar el quinto. Este no quería pelea al desentenderse pronto, pero dio con un torero que sí la quería. Más bien la necesitaba. De ahí que tras unas primeras tandas optara por dejar que el toro le oliera la taleguilla y terminó cortándole la oreja tras una estocada en todo lo alto.
Lo que nadie esperaba era la obra de arte que crearía Pablo Aguado en 20 minutos, con todo en contra. Se levantó el viento y empezó a llover, aunque de la plaza no se movió nadie y pudieron ver la faena más hermosa de la tarde con esa naturalidad con la que se nace.
A ese sexto sólo un torero como él es capaz de cortarle una oreja con esa candencia en sus muñecas. Lo pulseó dejando unos muletazos exquisitos al ralentí y un cambio de mano que fue una auténtica delicia para los sentidos. Lo mató muy bien y cortó una oreja como premio también a su buena feria sin suerte con los lotes.
Antes a su primero lo cuajó a la verónica e hilvanó una faena llena de torería y naturalidad con trincherazos y naturales sublimes ante un toro al que le faltó entrega.
Juan Ortega no tuvo ninguna opción con su lote en su última tarde en la Maestranza, que lo saludó con una ovación tras su gran faena del pasado lunes que sin duda ha marcado a fuego la feria de abril. Todos los días no puede salir el sol y esta tarde hasta ha llovido.