Arranca la partida: eres Max, tienes diez años y una imaginación explosiva es tu mejor baza para acometer misiones como ir a la escuela o cenar con tu familia. Antes, deberás derrotar al miedo, al enfado y a la ansiedad, los monstruos diarios que te impiden avanzar. Es la trama de 'Max, la aventura de un niño autista', un videojuego de bajo coste creado por Stéphane Cantin con el objetivo de reflejar el día a día de su hijo autista y concienciar a la sociedad sobre este trastorno psicológico.
"Conoce a Max". Así empieza el juego, que parte además de la reacción de los padres del pequeño cuando les comunican el diagnóstico: trastorno del espectro autista (TEA). "¿Qué vamos a hacer?", dice la madre, a lo que responde el padre, Stéphane Cantin, "todo lo posible para que sea feliz".
Las conversaciones, las rondas de batallas y actividades didácticas como puzzles, vertebran esta obra. Stéphane eligió la modalidad RPG -juego de rol- para despertar la empatía de quienes se adentran en el mundo de un autista. La estética retro, el desarrollador explica que recurrir a lo clásico permite contar historias maravillosas y complejas a las que todo el mundo puede jugar. "Sacar adelante el juego ha requerido muchas noches y fines de semana de trabajo y esfuerzo, pero me ha unido mucho a mis niños que me han sorprendido una y otra vez con su imaginación e implicación en el proyecto", confiesa Stéphane en su web oficial sobre el proyecto.
Aunque el autismo -incluido el TEA- se ha visibilizado en algunas películas como 'Rain Man', muchas personas continúan sin saber del todo cómo interactuar con una persona con dificultades comunicándose con los demás. Uno de los síntomas habituales es la hipersensibilidad al sonido o a las luces, lo que causa ansiedad y estrés y puede derivar en reacciones exageradas de enfado difíciles de calmar. En el juego se refleja cómo el ruido altera el humor de Max o cómo el desorden en su mochila escolar es todo un problema que hay que resolver.
El trastorno del espectro autista es un abanico muy amplio de casos. El TEA abarca desde el autismo que implica dificultad en la comunicación y tendencia al aislamiento; el trastorno de Asperger, que es de mayor gravedad y conlleva problemas en comportamientos y torpeza motora; o el trastorno de Rett, en el que los afectados -sobre todo niñas- crecen con normalidad hasta los 18 meses y luego afrontan problemas respiratorios y discapacidades intelectuales y de aprendizaje. En el caso de Max, su padre explica que tiene síndrome de Asperger y déficit de atención. "Todo tiene que estar en su lugar para que le sirva de punto de referencia", explica.
¿En qué se percibe que Max tiene síndrome de Asperger? El pequeño necesita una rutina fija para sentir que tiene el control de su entorno. El orden rige su día a día y cualquier cambio da pie a un estallido de ansiedad. Su familia ha descubierto que los cascos, la música y el arte focalizan su atención y le ayudan a calmarse y expresarse.
Incluso comer es toda una aventura. A menudo, Max olvida tomar sus alimentos porque le alteran los sonidos, la luz o sus compañeros de mesa. Cenar en familia es otro reto: varios diálogos entre sus hermanos Jean-Michel, Elisabeth y Charles-Alexandre, además de la conversación de Stépahne y su madrastra Genevieve, sirven para distraerle.
Stéphane señala además que en el caso de su hijo, comenta lo que se le viene a la mente aunque no venga al hilo de la conversación. "Hay que atenderle porque ignorarle de continuo puede afectar a su autoestima". La solución es también darle un pequeño toque de atención al inicio del diálogo para que preste atención a lo que le dicen. Sencillos hábitos como ducharse o lavarse los dientes son parte de las pequeñas luchas diarias de Max.
"El reto no era hacer un juego que destacara. Lo primero y más importante era inspirarme en mi hijo. Ha marcado tanto mi vida que si se trasladaba a algo que resaltase, eso era maravilloso", valora este padre coraje. La iniciativa recuerda a 'Ese dragón: el cáncer'. En este videojuego basado en presentar situaciones de la vida real, otro progenitor reflejaba la dura realidad de tener un hijo con cáncer, esa vez poniéndose en la piel de los padres.
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